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EL ALQUIMISTA

Revolucion­ó el taller de cerámica de sus padres con sus jarrones imperfecto­s y sus piezas extruidas. XAVI MAÑOSA, bajo su firma Apparatu, es un investigad­or que mezcla artesanía e industria en mesas, lámparas y hasta relojes.

- por itziar narro retrato: paola de grenet

Su familia tenía un taller de cerámica en Sant Cugat y Xavi Mañosa (Barcelona, 1981) se pasó la infancia viendo al pare en el torno. Estudió Diseño Industrial pero se fue a Berlín a los 21 años con pocas esperanzas de vivir de su profesión. En esa increíble ciudad sin Muro que era la capital de Alemania hace más de una década hizo de todo hasta que decidió volver. Como Almodóvar, como Carlos Gardel. Y recaló en el negocio familiar dispuesto a cambiar las cosas, a introducir procesos industrial­es y a crear jarrones, mesas y estantería­s extruidas “que se hacen prácticame­nte solas” bajo una nueva marca, Apparatu. Las vasijas blancas, distorsion­adas y orgánicas de sus series 300 (2011) o Lesson (2012) fueron su reinicio. Y a partir de ahí no ha parado. Ha diseñado mesas para Cosentino, un grúa para el Museu del Disseny de Barcelona, un reloj para Hermès, un portavelas­florero para Kettal y una vela para Aesop, además de mesitas y lámparas para Marset. Hace tres años se trasladó a esta nave en Rubí, a 40 minutos de Barcelona, llena de luz y cuadrada, sin recovecos, donde le entrevista­mos. Estás ligado a la cerámica desde que eras un crío. Mi padre fue el que empezó, mi madre le siguió y yo lo he mamado toda la vida. Ellos buscaban crear piezas con un arraigo más folclórico, hacían lo que debían en aquel momento: figuras para tiendas de regalos. ¿Les ayudabas? No, me llevaban al taller para que no estuviera en casa, para controlarm­e (risas). Pero aprendí a no tenerle miedo al material. Estar todo el día tocando cerámica hace que pierdas, no el respeto, que es importante, pero sí muchas dudas. Eres libre para equivocart­e. ¿Cuándo supiste que esto era lo que querías hacer? Nunca lo acabas de saber. Tengo, eso sí, una sensación de que estoy donde me toca, de paz, a pesar de los dolores de cabeza. ¿Mudarte a Berlín te ayudó a verlo claro? Formó parte de mi experienci­a personal. Vivir fuera, aprender otro idioma, te hace ser muy tolerante con los otros porque no entiendes nada. Sentirte indefenso te abre mucho el coco. Yo no fui a estudiar, fui a hacer el gamberro sin saber muy bien por dónde tirar. Había estudiado Diseño Industrial pero tenía pocas expectativ­as de ejercer aunque me apasionaba. Allí curré en una tienda de hamacas, limpié discotecas, vendí cosas en mercadillo­s… El currículo de un hippie al uso, sin serlo. Berlín tenía algo especial, la rudeza apabullant­e de

trabajo “Mi parte de una necesidad aprender. de Te equivocas, pero buscas”. XAVI MAÑOSA

los inviernos, que son como una bofetada, una cierta libertad y un ritmo diferente a cualquier otra ciudad de Europa. Al volver decidiste reencontra­rte con el taller, pero creando marca propia. Hay un espíritu de empresa en el nacimiento de Apparatu. Me apetecía hacer cerámica, pero debíamos cambiar y eso significab­a deshacer para hacer. A mi familia le pareció bien, no me pusieron ninguna pega. El taller se llamaba El Fog, que no está mal, pero en ese momento era importante buscar otro nombre, era casi un acto físico. Pasaste de hacer lo que tocaba a… A hacer lo que me gustaba. No era realmente un riesgo porque estaba todo prácticame­nte perdido. La situación era precaria, como la de muchos talleres pequeños en aquella época fundados por artesanos. No pretendía ser revolucion­ario. Eran las piezas que me salían. Además mis padres tienen esta mirada abierta que me ha permitido experiment­ar. Y no era fácil, segurament­e con mis hijos yo no voy a ser tan tolerante (se ríe). Les habría dicho: ‘¿Pero qué es esta mierda?’. Ellos en cambio me dejaron. Para ti un ceramista es un investigad­or. Sí. Ha de haber una mirada hacia dentro y una intención y una necesidad de aprender. Te equivocas, pero buscas. Mi trabajo es el resultado de un posicionam­iento. ¿Y cómo aprendes? Haciendo. La cerámica es infinita, las opciones son enormes, los tipos de arcillas, los esmaltes, los procesos… Es un genérico que implica tantas cosas que es necesario especializ­arse. Has dicho que creas por intuición. A veces sí, aunque no son lo mismo los encargos que las piezas más personales. Lo que inventas para otros no lo riges tú y el tiempo, los plazos lo cambian todo. Es el factor más determinan­te. El cliente tiene que seducirte, o te lo tienes que inventar. He dicho que no a algunos, es bonito decir que no. Lo más importante no es lo que haces sino lo que no haces. Uno ha de ser consciente de su trabajo. ¿Piensas con las manos? No. Puede suceder que estando un día con un trozo de barro te ilumines, pero en realidad es la experienci­a la que te da la pauta. Después de estos 10 años intensos, noto que he empezado un camino. He trabajado mucho con extrusione­s, llevo siete años con ellas. El proceso es casi industrial: un material pasa por una matriz que le da una forma. Me gusta esa parte técnica.

¿Qué tres palabras describen mejor tu trabajo? Material, proceso y función. ¿Qué te inspira? Hacer. ¿La obra de tus sueños? El proyecto que tengo entre manos en el momento. ¿Y lo próximo en tu agenda? Una cocina en Inglaterra y una mesa para mis hijos. ¿A qué colegas admiras? A amigos como Marc Monzó, Guillermo Santomà, David Betsué o David Martí. A mi santa mujer, Jara Varela, que es fotógrafa, y a mis padres. Y de los históricos me gustan Alvar Aalto, Enzo Mari, Achille Castiglion­i y Maarten Van Severen.

¿Qué pieza representa un punto de inflexión en tu trayectori­a? La colección 300, que son, en realidad, jarrones mal hechos, y la Lesson. Fueron catárquica­s porque las moldeé en un momento de reinicio, de volver a los orígenes, a mi padre torneando. Es esencial no dar por sentado qué se sabe, ir hacia atrás y replanteár­selo todo. ¿Te ves probando otras cosas? No me lo planteo. Cuando estás muy metido en un material eres consciente de lo que tendrías que llegar a saber si trabajases con otro, y te da vértigo. Aunque al final un diseñador es un intruso que es capaz de llegar a un un estudio y, con los cuatro trucos que tiene y su visión, sacar cosas. Pero no es lo que busco. ¿Hay un punto de inventor en tu profesión? Debería. Conozco a un ingeniero argentino que me fascina por su capacidad de ser resolutivo. Un diseñador da vueltas y más vueltas. Un ingeniero no: ‘Esto más esto es esto’. Y punto. Por eso las extrusione­s. Sí, es una mezcla entre cómo yo haría las cosas, que sería con las manos, chafando y marcando los dedos, y el control del proceso de extrusión, que es frío, casi mecánico. Es una visión superindus­trial pero con una base completame­nte artesanal. Y hay un momento previo de diseño que es donde te diviertes. ¿Es ahí donde está lo creativo? Está en todo. A priori parece que la genialidad son los dibujos, la reflexión... Pero la creativida­d puede estar en una decisión muy técnica sobre el grosor de una pieza. Lo que me obsesiona es que el objeto salga de la máquina y se haga él mismo. A veces hay que tocarlo más, otras menos. Y ahí está el tema, cómo tendrían que ser si yo no los hubiese después pulido y mejorado. Pero últimament­e estás trabajando más allá de la extrusión. Sí, estoy empezando a salir del bucle (risas), no porque ya no me interese, sino porque hay otros procesos que están cogiendo cuerpo en mi día a día. Estoy listo para volver a algo más de manos. ¿Por ejemplo? Estoy trabajando con adobe, porcelana y fibras naturales. Esto me permite hacer proyectos bastante imposibles. En el proceso industrial es muy difícil improvisar, en el artesanal es constante. ¿Se han perdido los accidentes afortunado­s con la digitaliza­ción y la mecanizaci­ón? Estamos rodeados de errores. El error entendido como algo bueno ya no es un error. ¿Te sigues sintiendo ceramista? Cada día me pienso más como diseñador porque continúo descubrien­do e investigan­do y buscando. Ese momento en el que te sientas a pensar y a tomar decisiones, tipo designer, es genial. apparatu.com

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Lámparas Pleat Box (2011) de Mashallah y Xavier Mañosa para Marset. En la otra página: Mesitas de gres de la serie Thorn Side de Apparatu.
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Un rincón de su taller donde diseña y produce, jarrón de la serie Fang (2015) y, debajo, mesitas Extruded Alba (2017) con patas hechas por extrusión. En la otra página: Su reloj Clock (2017) para el escaparate de Hermès en el Passeig de Gràcia de Barcelona y, debajo, mesa y asientos Dektonheng­e (2016) para Cosentino Group.

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