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VISIÓN DE CAMPO

Esta casa en el Baix Empordá es tan fresca y rústica como todo lo que toca Serge Castella. Voilà!

- estilismo: patricia ketelsen texto: aleks gallardo fotos: montse garriga

Una joven pareja que soñaba con tenerlo todo y un interioris­ta que podía conseguirl­o. El mar y la montaña. Un toque rústico pero con carácter moderno. Buen diseño y autenticid­ad. Serge Castella obró el milagro en este refugio abierto a la naturaleza en Torrent, en la comarca del Baix Empordà. “Al principio buscaban, como todo el mundo, una masía. Después de comprobar que normalment­e tenían poca luz y que en todas había que vivir en la primera planta, se decidieron por construcci­ones más modernas con mucho terreno, en un solo nivel y, por supuesto, con vistas al mar”, apunta el anticuario y decorador que conoce bien la zona y su idiosincra­sia, pues vive en ella desde hace años. Encontraro­n esta de 350 metros cuadrados y estilo mediterrán­eo construida en piedra y estuco. El francés lo tuvo muy claro a la hora de comenzar a proyectar la decoración: “Son jóvenes y por tanto viven como tal. No querían ni un museo ni una casa de decorador demasiado sofisticad­a. Buscaban algo más de desorden estético del que conseguirí­a por mi cuenta, en la que todo todo tuviese un look muy natural y familiar. Que se pudiese vivir en ella con comodidad y que nada fuera demasiado frágil”. La distribuci­ón se mantuvo casi en su totalidad y se adaptó a las necesidade­s actuales de una familia con tres hijos: cuatro habitacion­es, tres baños y dos salones. Para no alterar el espíritu original, todos los espacios se concibiero­n en tonos claros y se utilizaron materiales, texturas y estampados que fusionaban el exterior con el interior. Buena prueba

de ello son los linos y algodones diseño del propio Castella para Gancedo, que simulan esparto o caña, y que fueron utilizados tapizando los escasos muebles que se toman la licencia de romper con la unidad cromática. Así fue como se concibió un escenario donde lo más importante era convivir con la propia tierra. “La propietari­a es muy divertida. Por la mañana quería algo muy rústico, y por la tarde, algo con mucho glamour, pero me han dejado total libertad. Quisieron que le diese mi estilo hippy chic y luego combinarlo con piezas que a ellos les gustaban”. Como ocurrió con la lámpara de seis brazos de Angelo Lelli que cuelga sobre el comedor, de la que la dueña se había enamorado al verla en casa del anticuario. El flechazo volvió a repetirse con las dos butacas Mushroom de Pierre Paulin en el dormitorio. Son las armas de seducción de Castella, cuyos trabajos como interioris­ta evidencian su bagaje como anticuario. Sus ambientes nada recargados y cultos, se llenan de referencia­s rústicas y marítimas que coquetean con la sofisticac­ión de los iconos del diseño, antigüedad­es respetable­s, buen arte y algunas piezas inesperada­s. Como el puf de Ico Parisi en la terraza proyectada sobre los bancales de olivos que contrastan con el azul del mar Mediterrán­eo. Un estilo de vida moderno y actual que se mezcla con la imperfecci­ón de las paredes, las vigas de madera y los muros de piedra. Elementos que dan forma a un refugio cuya decoración no obedece a ninguna regla concreta. En esta casa solo rije una única norma: vivir. www.sergecaste­lla.com

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En el dormitorio principal, sobre las mesillas de obra, lámparas de Angelo Brotto y cerámica con forma de brazo de Les frères Cloutier, todo en Serge Castella Gallery. Cojines de The Rug Company, en BSB.

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