ICONO Colorista, llamativa y ambiciosa. Rescatamos, con razón, los logros de la ceramista británica Clarice Cliff y su estilo bizarro.
Colorista, sorprendente y ambicioso. Así fue el trabajo y el carácter de Clarice Cliff, la ceramista británica que en los años 30 cubrió delicadas piezas con su personal interpretación de los movimientos artísticos del XX.
A su técnica de ESMALTADO y vidriado en colores VIVOS, con la que cubría las imperfecciones de la cerámica, la llamó estilo BIZARRO.
La primera vez que entró en contacto con la cerámica tenía 13 años, y no era un juego, sino su primer empleo. Clarice Cliff (Reino Unido, 1899-1972), nació y creció en Tunstall, un pueblo obrero en Staffordshire, hija de un empleado de siderurgia y una lavandera. Pronto tuvo que colaborar con la economía familiar y logró un puesto como aprendiz en uno de los talleres de alfarería de la zona. Su buen pulso hizo que le encargaran los filos dorados de las piezas tradicionales y, enseguida, pintarlas a mano alzada. Este universo al que llegó accidentalmente la atrapó. Cuando colgaba el uniforme, ya de noche, acudía a clases de escultura en la Burslem School of Art. Para una mujer con ambición aquellas fábricas se quedaron pequeñas y aceptó trabajar para la manufactura A.J. Wilkinson, quien le ofreció enseñarle a manejar el torno, el esmaltado o crear moldes. Allí era un rara avis entre hombres, pero uno de los propietarios, Arthur Colley (quien más tarde se convirtió en su marido), reconoció su talento y la matriculó en el Royal College of Art de Londres. A su regreso, en 1924, la fábrica le ofreció dirigir su propio taller, Newport Pottery, donde intervenía piezas tradicionales defectuosas cubriéndo las imperfecciones con triángulos y una técnica de esmaltado sobre esmaltado con colores vivos y después vidriado, que ella llamó Bizarre. Comenzó a experimentar, siempre con este sello y sus dibujos bebieron del art déco, el cubismo o el impresionismo, como su estampado floral Crocus, un bestseller desde la década de los 30 hasta su jubilación, en 1968, con tal demanda que la empresa tuvo que contratar a 20 pintoras, que aprendieron a reproducir este y otros motivos de éxito, como Lugano o Avignon, Árbol Rojo, Ave del Paraíso... Al morir su fama decreció momentáneamente, pero un libro de 1976, Clarice Cliff de Peter Wentworth-sheilds y Kay Johnson, la fundación de su club de coleccionistas y su creciente legión de fanáticos le devolvieron el lugar que merecía esta chica bizarra. claricecliff.com