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ATELIER OKUPA

La alemana Geza Jäger y el francés Chérif Zerdoumi han tomado una antigua fábrica en el sur de Francia con sus collages anticonsum­istas y su obsesión por el Muro de Berlín.

- estilismo: amaya de toledo texto: itziar narro fotos: bruno suet

Dos artistas han hecho de una antigua fábrica cerca de Toulouse un estudio de tintes anticonsum­itas.

“Cada CUADRO es una aventura, no creemos en el ARTISTA sagrado, en el ego. Pintamos a cuatro manos“. ATELIER KRM

Geza Jäger (Alemania, 1974) y Chérif Zerdoumi (Francia, 1958) viven y trabajan gran parte del año en Boissezon, en el sur de Francia, cerca de Toulouse, en una antigua fábrica abandonada que ellos han customizad­o pintando paredes, dibujando baños, fabricando una pequeña cocina y tapizando el suelo con un mosaico de madera y cemento pulido. En el resto de los sucesivos volúmenes que definen la antigua usine crean sus collages basquiatia­nos. “Pertenecía a un esteta que estaba encantado de que se transforma­se en un atelier”, cuentan. En este inmenso espacio integrado en la naturaleza los dos artistas esbozan sus enormes obras que mezclan carteles, pintura y aerosoles para rescatar “el espíritu del muro”. Cuando se conocieron en 2002 en el Salon des Indépendan­ts de París enseguida entendiero­n que eran “dos mitades de una misma fruta”, aclaran. Primero se mudaron a Berlín y empezaron a trabajar en el histórico Muro de la ciudad bajo el nombre KRM, que no significa nada en realidad. “Es un símbolo fonético y gráfico, es un poeta imaginario representa­do en nuestros cuadros por la sombra de un perro”, dicen. Esa silueta canina es su firma y su sello distintivo. “Trabajamos siempre en seis o siete obras a la vez, lo que nos da más espontanei­dad con el momento presente —cuentan—. Cada cuadro es una aventura, no tenemos ninguna regla excepto el derecho a intervenir el uno en el trabajo del otro. El artista sagrado,

el ego, no existe para nosotros”, rematan. Sus grandes murales, que expone, entre otras, su galería en Toulouse Saint Jacques, tienen en la mayoría de los casos la madera como soporte. “La rigidez de este material es capaz de aguantar nuestra agresivida­d física y artística”. Lo urbano forma parte de lo que hacen, fue el origen de todo: los grafitis, las pintadas, los elementos Pop, los anuncios, la publicidad... “Poseemos una colección de 80.000 afiches franceses de 1978 a 1990, el periodo en el que en el mundo occidental se ha consumido más. Estos carteles son el testimonio de nuestras vidas volcadas en la compra compulsiva y también sirven para dejar clara la temporalid­ad de lo que hacemos”, aseguran ambos. Quizá por eso hace años que la pareja vive alejada del mundanal ruido, en este rincón perdido del sur de Francia en verano y en el Sáhara (Marruecos es el país originario de Chérif) buena parte del invierno. “Cuando estamos en el desierto no hay noción de tiempo ni de escala, no hay tumulto ni edificios… Así que el espíritu del muro lo proyectamo­s en las tiendas nómadas de los bereberes. Son piezas textiles que comparten las mismas premisas que nuestros murales de madera”, rematan. El arte indígena, El Greco, Goya, Cy Twombly, Jean Dubuffet, Antoni Tàpiès, Anselm Kiefer y sobre todo Jean-michel Basquiat son los referentes de su arte mezclado, que en esta fábrica descascari­llada, en mitad del caos decadente, parece que haya estado siempre allí. geza-cherif.com

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