MAGO CELTA El escocés Charles Rennie Mackintosh se adelantó al Movimiento Moderno con su obra neogótica y floral.
Edificios, acuarelas y algunas de las sillas más cotizadas del mercado. El escocés Charles Rennie Mackintosh precedió al Movimiento Moderno con sus piezas neogóticas, geométricas y florales.
Nació a las afueras de Glasgow en 1868, hijo de un superintendente de policía y segundo de una numerosa familia de 11 hermanos. A Charles Rennie Mackintosh le costó aprender a leer y escribir, quizá fuera disléxico, y su cojera no le hizo la vida fácil en la escuela. Su refugio era el jardín de su casa, las plantas, las flores, que se convirtieron, años después, en uno de los motivos de sus acuarelas y textiles. Este escocés, que llevó muy a gala serlo, y tiñó sus cuadros, muebles y edificios de referentes celtas, botánicos, geométricos y neogóticos, era un perfeccionista obsesivo, uno de los adictos al movimiento Arts and Crafts, el mayor exponente del Art Nouveau en su país y un precursor del Movimiento Moderno. Solo tenía 16 años cuando entró a trabajar en el estudio del arquitecto John Hutchison y durante media década aprendió los gajes del oficio. Por las noches estudiaba pintura en la Glasgow School of Art, donde conoció a las hermanas Frances y Margaret Macdonald y a J. Herbert Mcnair. Con Margaret se casó y todos juntos formaron un grupo conocido como The Four, responsables del llamado Glasgow Style. A los 21
entró a trabajar para un estudio más grande, Honeyman and Keppie, con quienes colaboró hasta 1913. Entre 1895 y 1909 construyó para ellos sus edificios más representativos, Queen’s Cross Church (1899), Hill House (1902-1904) o Scotland Street School of Arts (1909), para los que, como Alvar Aalto y muchos de sus colegas de la Bauhaus, lo diseñó prácticamente todo, de la carcasa al último pomo de la puerta. Icónicas son sus sillas de respaldos altos, excéntricas, geométricas y maravillosas, que hoy cotizan a precios de oro en las subastas internacionales. “Hay esperanza en el error honesto; no en la fría perfección del estilo”, dijo. Su carácter obsesivo, que disparaba los presupuestos de cualquier obra que tocase, le llevó, sin embargo, a ser relegado durante los últimos años de su vida y a recurrir al alcohol. En 1913 abandonó la firma y su ciudad y diez años después se trasladó con su mujer al Sur de Francia donde pasó sus últimos años pintando paisajes hasta que un cáncer de garganta le obligó a parar.
“Hay esperanza en el error honesto, no en la estilo”. fría perfección del charles rennie mackintosh