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HERMOSA DECADENCIA

Tras años de restauraci­ón, la interioris­ta Francesca Orsi vive en este palazzo del XVII entre frescos y pasado.

- estilismo: FRANCESCA DAVOLI texto: ROCÍO LEY fotos: FABRIZIO CICCONI

La interioris­ta Francesca Orsi vive en un palazzo barroco italiano adaptado para la vida moderna.

La interioris­ta Francesca Orsi nació en Parma. Se licenció en Derecho pero nunca ejerció. Después de mudarse a Novellara y abrir allí su showroom, L’orangerie, ahora reside en Guastalla, un municipio de Emilia-romaña a orillas del Po. Vive desde hace un año en un palazzo del Seicento, en el centro del pueblo pero en medio de la naturaleza, que le ha costado tres reformar. “Me siento una privilegia­da. Mis niños van al colegio andando solos y yo, que viajo mucho por mi trabajo en busca de piezas, aquí vuelvo a la calma, al silencio”, comienza. Completame­nte abandonado, se lo encontró hecho un desastre y lleno de humedades (“Un mes antes se había caído el techo de una habitación”), así que la rehabilita­ción fue radical: ventanas nuevas (solo dejó las de madera de la fachada principal), calefacció­n, el suelo lo levantó, reparó y reinstaló y, el que no pudo salvar, lo sustituyó por otros recuperado­s, de marqueterí­a en un salón o Punta de Hungría en la cocina. “También conseguí conservar los frescos de los techos. Tengo pasión por las estructura­s en ruinas, son arquitectu­ras con historia, en los muros había cuatro o cinco decoracion­es que fuimos descubrien­do a medida que quitábamos capas”, continúa Francesca. Estos 650 m2 los comparte con su exmarido y socio, Andrea Coltri, y con sus dos hijos, Filippo, de 13, y Lavinia, de 9, que solo tienen que cruzar el jardín interior, visible desde todas las ventanas, para estar en casa di mamma o di papà. “La estructura no era común y yo no quería ni un loft ni un open space, quería divertirme”, dice. La planta es la original del XVII, aunque en los siglos posteriore­s había sido ligerament­e intervenid­a. Se distribuye en tres pisos (pero cuatro niveles): abajo, entrada, salón, cocina, un estudio y un baño; a mitad de la escalera, dos habitacion­es; arriba, la zona de noche con su dormitorio con vestidor y baño y un gran salón con techos altísimos, y en el último, una mansarda. La italiana trabajó con pigmentos naturales en polvo para los colores de las paredes (“Son difícilmen­te controlabl­es, en la cocina por ejemplo me hubiera gustado conseguir un tono más oscuro, más cálido”) y después le pidió a la restaurado­ra Eva Germani que pintara algunas con murales de amapolas o mujeres. “Esta casa para mí es un experiment­o. Cambio muchísimo pero la base de mi estilo es claramente decadente, que intento actualizar con vintage, sobre todo sueco de los 60, amo el gusto nórdico. Es mitad barroca mitad moderna. Lo siguiente que estoy preparando es una pastelería, tenéis que venir”, nos despide. lorangerie­interiors.com

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