Género neutro
Un tratado de elegancia elevada para todos los públicos. Eso es lo que el anticuario David Puente hizo de un apartamento en Madrid.
Con ramalazos historicistas y aires setenteros, el interiorista David Puente ha hecho un ejercicio de elegancia para todos los públicos en un piso piloto de Madrid.
“Los volúmenes de los techos me llevaron a apostar por los elementos geométricos”. DAVID PUENTE
Con vocación acogedora y sin estridencias, Puente creó una estética relajada con su sello sobrio y hallazgos ‘decó’.
La tarea no era sencilla. El interiorista y anticuario David Puente recibió el encargo de poner a punto un apartamento en un edificio del XIX recién reformado en el centro de Madrid que iba a ser comercializado por la consultora inmobiliaria de lujo Knight Frank. Tenía que hacerlo “para todos los públicos” pero, como explica, se negaba a que fuera “una casa más”. “Últimamente todo lo que veo me resulta un poco aburrido, completamente liso, sin molduras, sin colores... No me gusta. Quería una ruptura”, cuenta. Ese cambio empezó con los techos, de más de tres metros de altura, en los que instaló una serie de cajones rectangulares a diferentes niveles sobre puntos estrátegicos de la vivienda (el comedor, la cocina y el dormitorio) que, además de esconder los focos, determinaban la estética del piso. “A partir de ahí comencé a armar el resto. Se creaba un juego de perspectivas visibles desde el salón que me llevó a apostar por lo geométrico en las puertas o las obras de arte”, resalta. Puente huyó así de lo obvio y diseñó un ambiente “elegante y tranquilo” –explica– a base de referentes del siglo XX, con tonos cálidos propios de los años 40 en las paredes arena, verde pálido o borgoña y una tarima de roble personalizada en tono chocolate. Además, aprovechó para dar rienda suelta a su mayor pasión: encontrar joyas decorativas, en este caso con ramalazos setenteros o casi historicistas. “Llevo desde los 14 años comprando antigüedades y tengo 47. Así que ante todo soy anticuario”, advierte. Entre sus hallazgos están los dos apliques de alabastro de un hotel de los años 70, que ha convertido en lámparas LED, o las sillas vintage de Pierre Cardin para Roche Bobois (“que tienen un toque étnico”) que conviven con piezas que él mismo diseñó y arte como el busto de sílex de más de 300 kilos de Jordi Diez, una pieza de arpillera de Eduardo Baco y otras anónimas de las escuelas cinética y brutalista. “Creo que, al final, he conseguido que siga conservando mi esencia”, concluye. DAVIDPUENTE.COM KNIGHTFRANK.ES