Mundo fantástico
El Parco dei Mostri en Bomarzo, un jardín renacentista lleno de inquietantes esculturas, fue el proyecto vital del conde Orsini. Cinco siglos después su extraña belleza continúa intacta.
Parco dei Mostri es un onírico jardín renacentista lleno de inquietantes esculturas de piedra que creó hace 500 años el príncipe Orsini en Bomarzo, a 100 kilómetros de Roma.
Nació como una prueba de amor o, más bien, del dolor de la ausencia de ese amor que conjuró todo tipo de monstruos. Pues el Parco dei Mostri, conocido como Sacro Bosco, está habitado por inquietantes esfinges, sirenas, dragones, orcos, sátiros, janos y cuadrifontes de piedra. El príncipe Pier Francesco Orsini, de la conocida familia italiana de mecenas, lo proyectó a finales del XVI en memoria de su mujer, Giulia Farnese, tras la prematura muerte de ésta y de su primogénito, de la que este aristócrata corcovado y torturado, según cuenta la leyenda pues no se conserva de él ningún retrato, nunca se recuperó. Para ello llamó a Pirro Ligorio, reputado arquitecto y artista, que había heredado de Miguel Ángel su popularidad y el encargo de rematar la basílica de San Pedro, en el Vaticano. Quería que el jardín no se pareciera a ningún otro, solo a sí mismo. Y con esta premisa, diseñaron sobre una ladera del castillo de los Orsini en Bomarzo, a unos 100 kilómetros de Roma, un recorrido laberíntico salpicado de riachuelos, saltos de agua y decenas de estatuas imponentes por sus proporciones y su temática. Porque a los seres mitológicos y a las deidades que imperaban en el arte renacentista, Orsini los imaginó en vez de en actitudes de belleza idealizada, en poses amenazadoras o violentas, más conforme con la escuela manierista (estilo en el que estaba construido el castello familiar). Además, el príncipe se terminó saliendo de los corsés estéticos añadiendo rarezas con un toque surrealista que se adelantaban a su época (se dice que Dalí quiso comprar varias estatuas por considerarlas precursoras de su onirismo), como el elefante cogiendo con la trompa a un legionario, una enorme cabeza de orco por cuya boca se accede a una habitación cavernaria o una casa inclinada cuya perspectiva interior confunde los sentidos. Desde 1550 y durante 30 años un equipo de artistas se consagró a tallar en moles de piedra volcánica peperino, que ya existían de forma natural en el terreno, estas fantasías cargadas de simbolismo: el aristócrata hizo grabar inscripciones en todas ellas como “Dejad todo pensamiento los que aquí entráis”, invitando a abandonar la razón y abrazar el instinto. O animando al carpe diem y dando la espalda a lo espiritual: “Come, bebe, juega”, “Después de la muerte ninguna felicidad, después de la muerte verdadera vulgaridad”. Un templete de planta octogonal, el número de la resurrección, la construcción más serena del conjunto, lop dedicó a honrar la memoria de su Giulia. A la muerte de Orsini, en 1585, el parque de los monstruos quedó olvidado y obras y edificios comenzaron a cubrirse de musgo y vegetación añadiéndole un plus de misterio y romanticismo, tanto que corrían historias de miedo sobre él. Giovanni Bettini la compró en los años 50 del siglo XX y decidió devolverle su importancia. Pronto se llenó de visitantes y estudiosos. Manuel Mújica Laínez fabuló sobre la historia de este capricho sentimental en su novela Bomarzo tras visitar el lugar. “Cada roca encerraba un enigma en su estructura, y cada uno de esos enigmas era también un secreto de mi pasado y de mi carácter. Había que descubrirlos”, dice Orsini en esta novela que también inspiró una ópera. El sufrimiento del príncipe fue efímero comparado con la gloria eterna. SACROBOSCO.IT