Hombre de letras
Sucinto, sobrio y conceptual. El galerista Guillermo Romero Parra estrena apartamento en Madrid.
La garçonnière madrileña de Guillermo Romero Parra es tan conceptual como el arte de la galería que regenta, con muebles de cosecha propia y piezas de los 60.
ES UNA RELIGIÓN QUE ADOPTÉ DE JOVEN YA LA QUESIEMPRE
FIEL”. HE SIDO GUILLERMO ROMERO PARRA
Es como una extensión de mi trabajo, está en el mismo edificio pero en la planta de arriba”, nos cuenta Guillermo Romero Parra, el dueño de la galería que lleva sus apellidos y que, en el Madrid más noble (y también en una nave en la Ibiza rural), conspira para promocionar el arte conceptual de los 60 a la actualidad. Su nuevo apartamento, de apenas 70 m2, decorado con la ayuda de su hermano Emmanuel, arquitecto, se parece mucho a él. Es sobrio, contenido, pintado de blanco, sintético y poblado de nombres que le interesan y que le han marcado, como Noguchi, Prouvé o Gio Ponti. Un dormitorio, un saloncito, una cocina independiente y un baño componen la distribución de esta garçonnière con parquet en espiga que intercambia piezas con la galería. De hecho, en las paredes casi se puede leer la biografía del dueño: en la cocina, una fotografía de Mona Hatoum recuerda el día en que Guillermo ayudó a la artista libanesa a mudarse a Berlín y en el techo del salón, una de las obras telepáticas hechas con palabras de Robert Barry remite a una conversación que tuvo con él en Nueva York. “Me explicó cómo nunca llegó a exponerse en la Bienal de São Paulo del 68, para la que fue concebida, por motivos políticos”, describe. Romero Parra (Madrid, 1978), hijo de galeristas apasionados del diseño, ha heredado la obsesión estética de sus mayores, pero se ha ganado a pulso lo que tiene. Se buscó la vida trabajando como camarero en Londres antes de que le fichasen, primero en Christie’s y después en la White Cube y la galería Victoria Miro de la capital inglesa. Y todo en aquella década prodigiosa de los 90 y principios de los 2000, en la que los Young British Artist tomaron por asalto Londres. “No éramos tantos como ahora y el trato con los autores, Tracey Emin, por ejemplo, era muy cercano —nos cuenta—. El arte es para mí casi como una religión que adopté muy joven, estudiando Bellas Artes en la Universidad, y a la que siempre le he sido fiel”. Y coherencia es lo que destilan sus muebles cuidadosamente escogidos, muchos de los años 60, de madera, cuero y cristal, que pretende que sean atemporales. “La decoración la pensamos mi hermano y yo sin tirar ni un tabique, con algunas piezas diseñadas por mí, como el sofá o las mesas de madera de haya en las que como y trabajo, y otras que siempre me han gustado de grandes nombres”, remata. Bien está lo que bien se diseña. PARRA-ROMERO.COM