Paraíso artificial
OBRA DE LUCAS Y HERNÁNDEZ-GIL, ESTE BAJO SIN LUZ DE MADRID ES AHORA UN HÁBITAT FAMILIAR Y FUTURISTA EN EL QUE SE FUNDEN REALIDAD Y FICCIÓN.
Parece el decorado de una película de ciencia ficción, pero es un bajo madrileño rediseñado por el estudio de arquitectura Lucas y Hernández-Gil.
“CADA ESTANCIA ES COMO IR PASANDO LAS PANTALLAS DE UN VIDEOJUEGO”. LUCAS Y HERNÁNDEZ-GIL
“TUVIMOS QUE GENERAR UN ATRACTIVO ARTIFICIAL. UN PAISAJE IRREAL TOTALMENTE NUEVO”. LUCAS Y HERNÁNDEZ-GIL
a discreta puerta a pie de calle de este dúplex en el barrio de Malasaña de Madrid no presagia en absoluto su interior. Nada más entrar, un suelo de rejilla nos permite ver abajo un jardín de plantas tropicales con un insólito césped de color naranja mientras, enfrente, emerge un gran cilindro de chapa azul del que es difícil adivinar su uso. En sus más de 300 m2 ideados por Cristina Domínguez Lucas y Fernando Hernández-Gil, del estudio de arquitectura Lucas y Hernández-Gil, lo onírico y lo surrealista, el futurismo y lo confortable, se mezclan creando un ambiente totalmente aislado del exterior. No es difícil imaginárselo como un posible hábitat humano en Marte o el escenario de un mañana no muy distante. “El reto fue conseguir que un bajo que no tenía luz, ni vistas, fuera vivible y sacarle virtudes. Tuvimos que fabricarlo todo, crear una especie de atractivo artificial totalmente nuevo, por eso el resultado es un poco de paisaje irreal”, cuentan. Sus dueños, un matrimonio extranjero y joven con un hijo, les dieron libertad total para que transformaran este local, un antiguo almacén eléctrico, en un lugar en el que los dos estuvieran cómodos. Ella se quedaría con la planta de arriba, en la que han dispuesto una sala multiusos, cocina, salón-comedor y dormitorio, mientras que él, creador de videojuegos con horarios de trabajo atípicos, se instalaría en el sótano, dedicado casi íntegramente al disfrute, con gimnasio, bodega, sauna y sala de proyecciones. Una escalera teñida de rosa, convertida en el corazón del proyecto e inspirada en La poética del espacio de Gaston Bachelard y en la metáfora de los campos de color de Rothko, conecta el dominio del uno y del otro, lo real y lo inventado. “En vez de hacer un pasillo, se pasa de habitación a habitación. En cada una los problemas se han resuelto de manera distinta, por eso tiene un punto de sorpresa. Es como si fuesen las pantallas de un videojuego”, ironizan. En el interiorismo, apostaron por materiales metalizados que reflejan la luz, como la chapa metálica, y por piezas como las de Tom Dixon para Ikea que conjugan con los sintéticos y coloridos muebles de su propia firma, Kresta Design. Para fomentar la luminosidad, abrieron la casa a dos patios interiores e instalaron claraboyas, lucernarios y lámparas LED que emulan la luz del día y que contribuyen a ese constante juego, al que es inevitable sucumbir, en el que ya no sabemos qué es verdad y qué no. “En el patio principal del sótano cubrimos la tierra con una moqueta para que su perra no escarbara –continúan–. La verdad es que la elegimos naranja deliberadamente para que resultara todavía más artificial. Son plantas de verdad, pero nos encanta que nos digan que parecen de plástico”. LUCASYHERNANDEZGIL.COM