FLORES EXÓTICAS, MÁSCARAS, TAPICES Y CRIATURAS DE ASPECTO INOFENSIVO MUESTRAN LA CARA AMABLE DEL PLÁSTICO.
Arsenio Jesús Rodríguez Sánchez (Benalup-Casas Viejas, Cádiz, 1965) siempre apuntó maneras. “Tengo pocos estudios, el graduado escolar y dos años de FP, pero desde muy chico tenía esa inquietud de recoger cosas de los contenedores y mi madre me reñía porque le llenaba la casa de trastos. Siempre he acumulado cosas pero para darles una segunda oportunidad. Ya a los 14 años hacía murales con bolas de pasta de papel. ‘Mamá, este niño tiene que estudiar arte’, decía mi hermano Ricardo”. Nunca lo hizo y, aunque en el camino tomó algún desvío, ejerce de artistaartesano en un taller que es historia viva de Cádiz, un antiguo almacén militar abovedado incrustado en la misma muralla de la ciudad. Sobre la piedra de hostiones color arena típica de aquí aún impactan más sus obras, hechas de plástico reciclado, y los cientos de envases apilados con orden y concierto, su material. Plantas exóticas inventadas, máscaras, cortinas, móviles, tapices y todo tipo de criaturas de aspecto amable e inofensivo, a medio camino entre selenita y monstruito de Pixar, más cándidos que inquietantes. A priori un caramelito para empresas que busquen un patrocinio-lavado de cara, pero nadie ha llamado todavía a Rodríguez. Lo primero que fabricó fueron lámparas y juguetes para niños, piezas pequeñas por el volumen. Ya llegarían las grandes instalaciones con más de 20.000 recipientes, como El Pescador de botellas, un acuario fantástico en el que apetece sumergirse, que viajó el año pasado al Salone de Milán, a la galería de Rossana Orlandi, y que le ha dado visibilidad fuera de España. “Utilicé botellas PET, el peor plástico para la vida animal, pues es el que más tarda en degradarse. Pasé un año acumulándolo, pescándolo, de ahí el nombre, en contenedores, pidiéndolo en bares y restaurantes”, explica con su acento del sur. “Siempre he sido polifacético y salvaje creando, no me rijo ni por normas ni por técnicas, me guía mi interior. Todo es artesanal, recorto
las piezas a mano”. Padece síndrome de Diógenes con afán recuperador y ejerce de apóstol del reciclaje, porque además de crear estas piezas, imparte talleres recorriendo con un camión de la Diputación los pueblos de la provincia para enseñar el potencial de aquello que se tira. “Quiero hacer cosas chulas en mi ciudad contando con la gente”. Autodidacta, Arsenio alterna estos trabajos creativos con otro como comercial de vinos. Le faltan horas, pero las encuentra. “Este es mi yoga, es mi terapia, mi droga, necesito trabajar en lo mío todos los días –dice con énfasis–. Los fines de semana me encierro y me olvido del tiempo. El duelo por la muerte de mi madre me lo quité a base de ensamblar y recortar para una gran instalación que llenó la planta baja del Museo de Cádiz”. R que R-Recicla & Reutiliza fue su primer gran proyecto: un jardín de especies inverosímiles que se fusionaban con las reales en una plaza gaditana. Ha pasado por fases de color extremo y de ahí a una época más blanca. Sus máscaras formaron parte de la última Dutch Design Week. Su amiga Desirée Mejer, alias Von Pelt (ver en este número el reportaje Tesoro Público), le puso en contacto con Piet Hein Eek, que le ofreció su showroom. Su última aparición en público ha tenido lugar en el Madrid Design Festival, una muestra colectiva en el estudio de Álvaro Catalán de Ocón. No para, pero tampoco es hombre de prisas. “No puedo hacer las cosas a la bulla porque de por sí soy denso. Pero a mi no me comen las moscas. Me lo curro mucho”, remata. @ARSENICO2000