#muyAD
UNA NUEVA GENERACIÓN DE ARQUITECTOS HA CAMBIADO LAS NORMAS: MATERIALES DENOSTADOS, METALES TRAÍDOS DEL EXTERIOR, COLOR SIN COMPLEJOS... ASÍ SON LAS CASAS AHORA.
Analizamos el nuevo estilo industrial, la abstracción naif de Albert Riera, la vida de la influyente florista Constance Spry y hablamos con la interiorista Marta de la Rica.
Amediados del siglo XX, ante la necesidad de viviendas baratas en ciudades como Nueva York, muchas personas comenzaron a poblar espacios que antes eran fábricas o talleres. Diáfanos y sin compartimentar, apenas se tocaban sus acabados en acero, hormigón o ladrillo y, su estética, aupada por mitos como la Factory warholiana, fue convirtiéndose en una moda: el estilo industrial. Aunque esta corriente probablemente haya muerto de éxito (o por hastío), la historia, como siempre, parece que se repite y lo que hace años habríamos considerado disparatado para definir el interior de una casa convencional, con revestimientos propios de exteriores, en bruto o recursos abiertamente denostados, parece ser ahora algo recurrente entre arquitectos jóvenes y creativos, especialmente en nuestro país. El DM, el terrazo, la chapa metálica o el hormigón
pueblan ahora apartamentos cálidos, funcionales e inteligentemente intervenidos en los que, a pesar de que la visión de cada creador pueda ser distinta, todos tienen una norma: no recurrir a lo artificial. “Creo que del anterior estilo industrial ha quedado obsoleto todo lo impostado, eso que no habla de la preexistencia de un lugar, lo que intenta crear de la nada una realidad inventada. Esa ilusión de vejez ficticia nos da mucha dentera”, cuenta Iñigo Berasategui de Azab. Desde Bilbao su estudio ha roto normas al usar, por ejemplo, varillas de acero corrugadas para dar consistencia interna a las estructuras de hormigón en librerías o estanterías. Del mismo modo, la oficina barcelonesa Arquitectura G ha recurrido también al metal en formas poco usuales como la chapa reticular: con ella han articulado una escalera y hasta las estanterías de una cocina, o la de acero galvanizado, habitual en naves y con la que revistieron una construcción en plena naturaleza en San Cugat del Vallés. “Creo que no buscamos una imagen concreta pero, como las decisiones que tomamos se traducen
“Del anterior ESTILO industrial ha quedado OBSOLETO todo lo impostado, lo que intenta crear de la nada una realidad INVENTADA”. AZAB ARQUITECTOS
en materiales, seguramente, de manera inconsciente, surja el que se acabe pareciendo a una fábrica”, explica Jonathan Arnabat, uno de los socios de Arquitectura G. Otro de sus recursos, el color (en su dúplex en Sant Gervasi muchos elementos se tiñeron de amarillo para fomentar la luz), es algo en común con creadores como Estudio Reciente, Lucas y Hernández-Gil, Colombo & Serboli o Plutarco, entre otros. Casi como una evolución convergente, todos ellos han facturado espacios pulidos en los que es habitual encontrar formas geométricas y que, con superficies que favorecen la limpieza y acabados cromados, pueden resultar asépticos y optimizados, pareciéndose más a laboratorios (pero no en blanco) que a las típicas fábricas que se convertían en lofts hace décadas. “Ahora la manera de trabajar es más depurada y minimal, libre de excesos y elementos decorativos –señala el arquitecto Enrique Ventosa, de Plutarco–. Porque lo industrial no es únicamente una escala de grises con madera y ladrillos, el color siempre ha estado presente”. Como el resto, y en ocasiones con presupuestos más que ajustados, su estudio ha aprovechado la libertad creativa de materiales antes mal vistos, como la madera aglomerada, para plantear casas que hasta pueden jugar con la distribución, con puertas correderas o paredes transparentes, dependiendo de su inquilino. Una visión postindustrial en la que, en definitiva, lo más importante sigue siendo cubrir las necesidades de las personas y de la época que les ha tocado vivir.