“La idea era empezar una vida desde cero, algo tranquilo, cozy, con un toque funky”.
cuando decidimos mudarnos a Madrid, queríamos vivir a las afueras. Mi ilusión era una casa con gallinas y huerto, una amiga alquilaba la suya, estaba en medio de la nada pero era preciosa y perfecta para ello. Vinimos el pasado agosto 24 horas solo para verla, mientras otra amiga me organizó un par de visitas en el centro porque estaba convencida de que si me mudaba al campo, completamente aislada, no me gustaría Madrid y sobre todo no le gustaría nada a mi marido (tenía razón). A la una de la tarde, después de visitar la casa del campo, me llamó y me dijo que había encontrado un piso increíble esa misma mañana que tenía que ver. Fuimos y fue amor a primera vista. ¡Menos mal!”. Así comienza su relato la chef y empresaria catalana Gabriela Palatchi. Tras casarse con un turco se fue a Estambul, donde en 2017 abrió el restaurante más cool de la ciudad (y el primer gluten free del país): Gabfoods, a orillas del Bósforo, sencillo y superhealthy. Pero ahora está encantada con el cambio de capital, planea abrir otro aquí y acaba de lanzar su primer libro de recetas, Casa (con portada de Lrnce). Ha recalado hace cinco meses en este apartamento de 160 m2, reformado pero de hechuras clásicas, en un edificio antiguo de la zona de Almagro junto a su marido Ediz y sus perros Nemo y Karla. “Viniendo de una ciudad como Estambul, donde hay que coger el coche para todo, este lujo de ir caminando a todos lados me ha cambiado la vida”, dice. Tiene dos dormitorios, tres baños, un salón-comedor y una salita de estar. “Fue una suerte, el dueño es arquitecto así que no tuvimos que hacer nada, simplemente poner muebles. La decoración es mía, el interiorismo es mi pasión y ya desde hace varios años hemos empezado a coleccionar diseño vintage. Lo compramos en viajes, nos encanta buscar piezas únicas, sobre todo francesas, italianas y latinoamericanas de los años 20 a los 50. Como estábamos todavía en Turquía, me enseñaron a utilizar AutoCAD y pude comprarlo todo a distancia imaginándolo en el espacio”, explica. El hilo conductor era empezar una nueva vida desde cero. “Algo tranquilo, homie, cozy, con un toque funky. Lo único que teníamos claro era el sofá Camaleonda de Mario Bellini, partimos de él. Después compramos la silla de poliuretano de Lukas Saint-Joigny, luego las butacas de Percival Lafer... y eso marcó el estilo de la casa. La idea era ir con colores más naturales, pero surgió algo completamente distinto: beige, rojo roto, terracota, verde... Predominan las texturas diferentes al igual que los materiales diferentes. He intentado que todo tengo coherencia dentro del caos, que todo pegue sin que parezca que esté hecho a propósito”, confiesa Gabriela. GABFOODS.NET