El talento que orece
“Mi trabajo es como una flor. No es una línea, no avanza, florece”. Como un espíritu en constante cambio, es justo eso lo que hace emocionante el trabajo del diseñador argentino afincado en España, Andrés Reisinger. Sus imágenes no son ciencia ficción, sino una nueva realidad que redefine cómo experimentamos nuestro particular universo. “¿Cómo es existir?” Se pregunta una voz en o en el documental que ha realizado el diseñador para contarnos cómo su ya icónica silla Hortensia sale de su vida digital para trascender en una forma física. “Aceptar la permanencia, y eventualmente morir”, continúa la misma voz. “Si ahora está en su tercera vida, ¿cuál será la cuarta?”, reflexiona su autor.
Con esta misma emoción ha florecido esta portada de noviembre en la que Andrés Reisinger rinde tributo a nuestros PREMIOS AD 2023. Dentro de su serie Take Over que inunda desde hace meses el feed de cualquier cuenta de Instagram, con imágenes creadas por inteligencia artifical de edificios de ciudades como París, Florencia, Milán o Doha, forrados con ensoñadoras telas rosáceas, –y que ha cautivado al mismísimo Sabato de Sarno en su estreno como director creativo de Gucci–, la portada de este mes se cubre de telas virtuales como símbolo de cambio. El universo rosa creado por Reisinger para AD España es toda una declaración de intenciones que celebra su talento como mejor diseñador de 2023 y el del resto de nuestros premiados del año: la arquitecta danesa Dorte Mandrup, el interiorismo del equipo de Plantea, las cerámicas de Magdalene Odundo, el genio del pintor Luis Gordillo y el locuaz y mediático Erik Harley. El diseño se encumbra en nuestro olimpo virtual y real, a partes iguales. ¿Con qué más se puede soñar? “Siempre pensamos que si los objetos pudieran contarnos lo que han visto sería maravilloso”, le confiesan a nuestra colaboradora Noelia Terrón-Laya los propietarios de una villa de 1870 en la Costa Azul que descubrimos en este número. Un microcosmos nacido del respeto por la obra de artistas y diseñadores del siglo XX con cerámicas de Picasso, lámparas de Gae Aulenti, estatuas de bronce de Pierre Meauzé, jarrones de Christofle o Marcel Vertès, tapices de Jean Lurçat y Jean Picart Le Doux, y dibujos de Jean Cocteau… Una mezcla personal a la que se une la cerámica de autores contemporáneos del sur de Francia, como Léa Ginac, Atelier Beige o Studio Dax, y todo ello entre el esplendor oculto de la belle époque que los propietarios sacaron a relucir, como los amores que parece que se acaban y florecen, y en las noches del otoño reverdecen, que rezaba aquella canción. Feliz lectura.