El arte de recibir
todos los niños y niñas de mi generación crecimos con la imagen de nuestros padres bailando arrimados las letras de Julio Iglesias en las verbenas veraniegas; de adolescentes éramos nosotros los que nos contoneábamos al ritmo de los éxitos de su hijo Enrique y, mientras seguíamos admirando el misterio alrededor de la figura de Isabel Presley, presenciábamos en tiempo real cómo Tamara Falcó se convertía en la mujer que es hoy. Tengo sobre la mesa libros apilados de autores a los que vuelvo siempre que me salta el recuerdo de alguna frase que quisiera haber aprendido a memorizar. Hace unos días desmonté la torre de Oscar Wilde para recuperar dos de sus afilados aforismos que me rondaban el pensamiento el día que la marquesa de Griñón nos abrió las puertas de su nuevo hogar: "Hacer una buena ensalada es como ser un diplomático brillante; el problema es el mismo en ambos casos: saber con exactitud la cantidad de aceite que hay que mezclar con el vinagre". Creo que Wilde hubiera disfrutado tanto o más que nosotros, con el dominio del salero que presume nuestra protagonista, a la que le preceden años de exposición mediática y que sabe lidiar como pocas con un batallón de veinte personas fotografiando una de las casas más buscadas del momento. Tras unos meses intensos de obras junto a la interiorista Beatriz Silveira, ha inaugurado una nueva etapa de la que AD España ya es cómplice y testigo. “El objeto supremo de la vida es vivir" –dice otro de los aforismos de Wilde que resuena en mi cabeza mientras recorro las estancias de la vivienda junto a Tamara y el resto del equipo–. "Pocas personas viven. La verdadera vida es solo realizar la propia perfección, hacer realidad cada sueño". Y así, diría yo, que lo ha conseguido nuestra anfitriona, con naturalidad y sentido del humor. Su casa es su isla, tal y como define ella su recién estrenado hogar; ese espacio donde uno puede desprenderse también de su propio personaje y, simplemente, vivir. Amor y pan (Premio de Poesía Letraversal) es el poemario de la joven Paula Melchor que nos ha inspirado para llenar de mesas preciosas este número de Navidad, y para recordar cómo el relato de una vida puede cambiar del desayuno a la cena, en un mismo día. Y eso a Tamara no hace falta que se lo contemos. Porque, mientras tanto, hay que salir a la ciudad y hay que vencerla, como dijo García Lorca en uno de sus recitales de Poeta en Nueva York. A la hora del almuerzo, Tamara ha entendido que a ella no le va el pecado de Perceval, que prefirió volver y asentar su hogar cerca de su madre, y llenar la encimera de la cocina de todo aquello que ella misma pueda cocinar, reivindicando su espacio propio. Y a pesar de todo, ahí estará Isabel, al otro lado del teléfono, preguntándole todavía –como reza el poema de Paula Melchor–, "hija, ¿comes bien? / ¿sientes bien? ". Feliz Navidad.