ABC - Alfa y Omega Madrid

El drogata catequista

- José Manuel Horcajo* *Párroco de san Ramón Nonato. Madrid

Todavía pululan por las calles, los parques, los comercios, los verdaderos walking dead, que son los drogodepen­dientes. Un día me encontré enfrente de la parroquia con dos drogatas que me gritaban. Una experienci­a nada agradable. El miedo comienza a subirte desde la boca del estómago y parece que se encoge en el corazón, que comienza a palpitar furiosamen­te. Mientras yo, pálido, intentaba aparentar calma, uno de ellos me saludó: «¡Padre!». Me contó con toda paz que venía de Sevilla y ayer había robado una bicicleta. Le habían pillado y afrontaba un juicio inminente. Ahora se iba a vender cosillas, no robadas, según decía él. Me contó que Dios era su amigo. Lo conoció en la cárcel. Él había sido siempre un gritón y pasaba de Dios, como de todo lo demás. Pero estando en el patio de la prisión, se le acercó un hombre y le inició en el conocimien­to del Señor. Trabaron amistad y aprendió a orar. Desde entonces rezaba y sabía que Dios perdonaba.

Pero claro, aquello no era un convento de carmelitas, y un día, en una trifulca, un tipo cuadrado dijo que le iba a matar. Se pasó la noche asustado. Pero se dijo: «Necio, invoca a Dios». Y así lo hizo. Al día siguiente, sin miedo, confiando en su Dios, se acercó al grandullón y le dijo: «¿Me quieres pegar?». El otro le dijo: «Anda, toma un cigarrillo y dejamos la cuestión». De forma así de simple se hicieron amigos y el gritón se volvió un gran creyente. Y esto me lo contaba mientras yo había dejado de temblar, pues ya no veía una amenaza sino un hombre sencillo alabando a Dios. En pocos minutos, el párroco fue catequizad­o por un drogata. El que tenía que anunciar el amor de Dios a los pobres drogadicto­s se había convertido en un oyente asombrado del paso del Señor por la cárcel. El pastor es también oveja.

La cárcel no es un convento de carmelitas, y un día un tipo cuadrado le dijo que le iba a matar

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