Una parroquia volcada en los fieles
En 2012 Santos Montoya fue nombrado párroco de la iglesia de la Beata María Ana de Jesús. «Al llegar se encontró una parroquia, no voy a decir mortecina», pero que «funcionaba por inercia, con un voluntariado organizado en grupos estancos, con dificultad para comunicarse entre sí», explica Pablo González, secretario del Consejo Parroquial. La primera inquietud del nuevo párroco fue mejorar la atención a las personas. «Para ello trasladó los despachos parroquiales, que estaban en el fondo del templo, y los situó en la entrada para atender antes, más y mejor a los fieles». También organizó un nuevo horario «para que la iglesia estuviera el mayor número de horas abierta, y así la gente pudiera acercarse a rezar cuando lo necesitara». Por otro lado, «quiso conocer a la mayor cantidad de feligreses posible y se interesó por la situación de cada uno», asegura el secretario parroquial.
Otro de sus objetivos fue conseguir que los fieles se involucraran más en la parroquia. «Puso un buzón de sugerencias para que la gente propusiera cambios y mejoras, y sintiera la parroquia como algo propio».
Un tercer eje consistió en salir en búsqueda de la gente en la calle. «Mantenía un trato muy cordial con la Junta del distrito y conseguía que nos cedieran espacios públicos para unas charlas sobre fe y cultura. Al hacerlas fuera del templo e invitar a distintas personalidades de renombre consiguió que participaran muchos vecinos que nunca había ido a la parroquia».
Durante su estancia en la parroquia Beata María Ana de Jesús, Santos Montoya se preocupó especialmente por quienes están enganchados a la droga y frecuentan la plaza colindante. «Se juntaba con ellos y les decía que la Iglesia también es su casa, que la quisieran, que la Iglesia no estaba en contra de ellos, sino preocupada por ayudarles. En algunos casos los invitaba a hacer alguna chapucilla y luego los recompensaba». Toda esta labor «hizo resurgir la parroquia» hasta el punto que los feligreses sienten ahora «pena ante su nombramiento» episcopal. «Y alegría porque le ganan todos los madrileños», concluye González.