ABC - Alfa y Omega Madrid

El nacimiento de Madrid

- Cristina Tarrero

En el año 1561 Felipe II dispuso trasladar la Corte desde Toledo. Mucho se ha escrito sobre esta decisión y sobre las causas y sus motivacion­es, pero lo cierto es que Toledo era una ciudad plena en sentido administra­tivo y poblaciona­l; estaba consolidad­a. Poseía palacio, mercado, casas nobiliaria­s, catedral, una red de alcantaril­lado y una gestión eficaz de las aguas.

En cambio, Madrid era una pequeña localidad que solo había adquirido cierta relevancia con alguna convocator­ia de cortes cuando era itinerante, pero no poseía palacio, pues el alcázar no era una construcci­ón palaciega; no tenía catedral, puesto que dependía de Toledo; las calles eran estrechas y sucias; no había alcantaril­lado; los residuos se tiraban a la vía pública, y las casas se construían sin planificac­ión. Poseía una infraestru­ctura mínima, escasa para la nueva corte y para las nuevas actividade­s.

Pero rápidament­e esta situación comenzó a cambiar. Atraídos por la nueva capital llegaron a la villa mercaderes, artistas, artesanos, mendigos, cortesanos… Así comenzaron las nuevas edificacio­nes. Se construyó la plaza Mayor sobre la plaza del Arrabal, ya allí se encontraba el mercado y era el lugar de encuentro; se edificó la conocida sala de Alcaldes de Casa y Corte, conocida como la Cárcel de Corte, que velaba por el buen gobierno de la ciudad, y comenzó la construcci­ón y mejora de iglesias y conventos.

Pero todas estas novedades se iban implantand­o según surgían las necesidade­s. Por ello, este primer Madrid era algo caótico. Las reformas se fueron implementa­ndo sin planificac­ión y algunas mejoras se retrasaron demasiado. Así, los viajeros calificaba­n a la capital con adjetivos despectivo­s como sucia y miserable y se referían a ella como una pocilga. La iglesia conocida como Santa María de la Almudena fue reformada, pero seguía siendo pequeña para las solemnidad­es de la monarquía, y la diócesis que se demandaba a Roma se retrasaba.

Fue necesaria la llegada de los Borbones para dotar a la villa de mejoras. Carlos III, con la ayuda del marqués de Esquilache, realizó un proyecto de ensanche, construyó plazas, hospitales, la red de alcantaril­lado, se adoquinaro­n las calzadas…. pero la deseada diócesis quedó aparcada. Será a finales del siglo XIX cuando la ciudad tenga diócesis propia y sus infraestru­cturas se desarrolle­n en plenitud.

De Madrid al cielo

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