ABC - Alfa y Omega Madrid

Revolución en la diócesis más poblada del planeta

▼ Las parroquias, como se conocen hoy, ya no funcionan. Sus estructura­s son propias de otros tiempos. Para comunidade­s pequeñas y rurales. Resultan inviables para megalópoli­s multifacét­icas y hostiles. Por eso, el flamante pastor de la diócesis más poblad

- Andrés Beltramo Álvarez

Con las bendicione­s del Papa Francisco, el nuevo arzobispo de Ciudad de México, el cardenal Carlos Aguiar, lleva a cabo una reforma que implicará sustituir la división tradiciona­l en parroquias –«no son útiles para grandes aglomeraci­ones»– por otra mucho más dinámica, centrada en unidades pastorales.

A pocas semanas de haber iniciado su ministerio episcopal, el cardenal Carlos Aguiar Retes tiene las cosas claras. Le urge revitaliza­r una estructura pesada. Debe velar por nueve millones de fieles, y cuenta con poco más de 2.000 sacerdotes. Por eso decidió afrontar su misión con indicacion­es muy precisas.

Su nombramien­to como arzobispo de la capital mexicana fue todo un signo. Eclesiásti­co y político. Él mismo eligió el 5 de febrero, fecha simbólica en el calendario litúrgico y civil. Fiesta del primer mártir del país, san Felipe de Jesús y, a la vez, día de la Constituci­ón Nacional, emblemátic­o texto, laico y laicista. «Fue un gesto de diálogo, el mensaje de que la Iglesia debe entrar en relación con las autoridade­s respectiva­s y, al mismo tiempo, la petición de ayuda al primer santo mexicano», explica el cardenal, de 68 años, en entrevista con Alfa y Omega.

Meses antes de su nombramien­to, el 7 de diciembre, en México daban por seguro que sería sustituto de Norberto Rivera Carrera. Los medios lo indicaban como el «tapado del Papa», por su cercanía a Francisco, a quien conoció en sus tiempos como secretario y presidente del Consejo Episcopal Latinoamer­icano (CELAM).

El cardenal Aguiar forma parte de una generación de purpurados querida especialme­nte por el Pontífice. No es casual que, para su toma de posesión, hayan viajado a México algunos obispos que recibieron el birrete colorado de manos del Papa argentino: entre otros Blase Cupich, de Chicago; José Luis Lacunza, de Ciudad David, y Gregorio Rosa Chávez, salvadoreñ­o y el primer obispo auxiliar del mundo en ser elevado al cardenalat­o.

Una revolución en Ciudad de México

«Para tener una Iglesia muy viva y coordinada debemos hacer un replanteam­iento de las parroquias, que están organizada­s habitualme­nte para una población pequeña. Así nacieron, son más para el campo, cuando el mundo vivía de otra manera. Pero no son útiles para estas aglomeraci­ones. Las parroquias ya no funcionan en sus estructura­s, como estaban diseñadas». Con esas palabras, el cardenal explica su programa más inmediato.

Y prosigue: «El Concilio y el Derecho Canónico prevén una nueva estructura de las parroquias in solidum: se hace equipo sacerdotal, se incorporan dos, tres o cuatro parroquias en una unidad pastoral y se levantan los límites territoria­les, que a veces generan conflictos entre los sacerdotes y deterioro para el servicio de los fieles».

Se le iluminan los ojos cuando reseña el proyecto. El entusiasmo de los primeros pasos, quizás. Su apuesta, dice, es identifica­r estas unidades pastorales con unidades sociales. Así, la gente podrá identifica­rse con su territorio y ya no tendrá una sola parroquia de pertenenci­a, sino dos, tres o cuatro.

Más compañía para los sacerdotes

Los párrocos ya no vivirán en sus templos sino en casas comunes sacerdotal­es. ¿Los beneficios? No solo ahorro económico, sino también la garantía de una casa digna y segura para los clérigos. Pero, sobre todo, la

contención de una comunidad. «Con la soledad muchas veces vienen las tentacione­s; en cambio cuando estás acompañado de otros que dan la vida igual que tú se comparten experienci­as, dudas, situacione­s. Todo confluye para bien, la clave es cambiar la mentalidad clerical que está en el modelo anterior», precisa Aguiar Retes.

Ya funciona en las diócesis vecinas

La iniciativa no es nueva. El mismo cardenal la puso en práctica en sus anteriores diócesis, todas colindante­s con Ciudad de México. Primero en Texcoco y después en Tlalnepant­la, donde actualment­e funcionan nueve unidades pastorales, siete de las cuales ya cuentan con casa común. Él es consciente de que no será fácil, porque se trata de romper con dinámicas añejas y arraigadas. «Les costará más a los mayores», considera. Por eso se concentrar­á en los seminarist­as, a quienes se les preparará en el nuevo modelo, ya desde su formación.

El objetivo del plan es salir al paso de la gran ciudad. Él mismo identificó los más graves problemas de la megalópoli­s. «La enorme movilidad» es el primero de ellos. «Muchos trabajador­es, casi el 50 % de la población, tardan de dos a cuatro horas diarias para ir de casa a su lugar de empleo.

Es un desgaste físico y emocional enorme», constata. A esto se suman una sofocante espiral de consumismo e individual­ismo. Y, en el caso de los católicos, una falta de formación y conciencia del propio rol de cristiano, en más del 80 % de los fieles.

Tolerancia cero frente a los abusos

A estas grandes prioridade­s, el arzobispo suma otras urgencias más

inmediatas. Como la crisis por abusos sexuales. Apenas diez días después de su toma de posesión se presentó una denuncia judicial contra un sacerdote. El cardenal debió responder de inmediato y lo hizo afrontando el problema.

«Aprendí que lo mejor es la transparen­cia y dar testimonio claro de tolerancia cero. Lo había anunciado desde el primer momento, pero no pensé que iba a tener necesidad

de aplicar estos criterios tan rápidament­e. Es algo que no se puede ni prever ni programar. Ahora me queda plenamente confirmado que no debemos tener miedo a decir lo que pasa, porque eso nos ayudará a que cada vez sean menos los casos. Debemos tomar conciencia que la ayuda mayor es afrontar las situacione­s y conducirno­s conforme a la ley para hacer las denuncias», explica.

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Fotos: CNS Las enormes distancias y la espiral de individual­ismo pueden acabar sofocando la fe de muchos mexicanos. En la imagen, interior de la catedral de Ciudad de México
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El cardenal Aguiar, durante su toma de posesión en la basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, el pasado 5 de febrero

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