Ha vuelto el padre
▼ Por qué la liberación de la mujer es buena para el hombre… y para la familia
El capitalismo industrial le expulsó de casa, pero en las últimas décadas se ha producido un lento y constante goteo de regreso al hogar. Se habla de una nueva paternidad comprometida tras un largo período marcado por la ausencia del padre. En realidad, antes del siglo XIX, la historia ofrece abundantes ejemplos de padres cercanos e implicados en el cuidado de los hijos, coinciden en señalar Fernando Vidal (director del Instituto Universitario de la Familia de la Universidad Pontificia de Comillas) y el antropólogo alavés Ritxar Bacete. Desde postulados divergentes –y en ocasiones antagónicos–, ambos señalan que la paternidad se encuentra hoy ante una oportunidad para desplegar todo su potencial.
Ha vuelto el padre. El fin de la era industrial y el proceso de emancipación de la mujer ha abierto nuevamente para el hombre las puertas del hogar, de donde fue expulsado para trabajar en las fábricas. Esta es una de las tesis que defiende el socióogo Fernando Vidal (Vigo, 1967) en su próximo libro, La revolución del Padre (Mensajero), que verá la luz en las próximas semanas. El director del Instituto Universitario de la Familia (Universidad Pontificia de Comillas) y presidente de la Fundación Rais se remonta hasta la prehistoria para demostrar que el padre tierno y cercano fue hasta el siglo XIX mucho más de lo que pensamos la norma que la excepción. Hoy –asegura– estamos ante una ocasión histórica para «desplegar como quizá en ningún otro momento antes las potencialidades de la paternidad», pero para eso «es necesario que consigamos la igualdad de la mujer», porque «la figura del padre está todavía demasiado mezclada de elementos de injusticia, desigualdad, restos de patriarcalismo…». El antropólogo Ritxar Bacete (Vitoria, 1973) acaba de publicar Nuevos hombres buenos (Península), libro que le consolida como referente de la nueva masculinidad. Estamos –asegura– en «la era del feminismo». Y esa liberación de la mujer es igualmente liberadora para el hombre. Constituye el fermento para «una humanidad mejor, más justa e igualitaria», y pone las bases de «una sociedad de los cuidados compartidos».
Alfa y Omega reúne a ambos expertos en vísperas del 8 de marzo. Se conocen bien y, a pesar de provenir de tradiciones distintas, encuentran numerosos puntos en común. Sobre todo comparten la voluntad de generar una agenda que reivindica una paternidad comprometida, afectiva e implicada en la crianza de los hijos, en pie de igualdad con la madre. «Yo vengo de una cultura política y social laicista, incluso anticlerical. Y uno de mis debes es la minusvaloración de la familia», afirma el antropólogo vasco. «Para mí está siendo un gran descubrimiento. ¡Quién me iba a decir, con lo revolucionario que yo era, que iba a estar aquí, con vosotros, hablando de estos temas! Hoy estoy convencido de que uno de los elementos más capaces de generar en el mundo transformaciones positivas, perdurables, pacíficas... es la familia».
A lo largo de la historia –coinciden en señalar sus dos libros–, encontramos abundantes ejemplos e incluso períodos marcados por una paternidad tierna y entregada. ¿Por qué pervive esa imagen del padre ausente y autoritario?
Ritxar Bacete: Estamos muy condicionados por el terrible siglo XX y su modelo hegemónico de masculinidad. Nuestros abuelos se mataron a millones en los campos de batalla, generando una de nube tóxica que impide ver elementos anteriores muy interesantes en relación con la idea de padre.
Fernando Vidal: El industrialismo, a partir del segundo tercio del siglo XIX, creó una enorme bolsa de vacío que nos impide conectarnos con una tradición que nos hablaba de capacidad de donación y entrega. A los hombres se les lleva a las fábricas y la moral victoriana genera una imagen negativa sobre ellos, como seres peligrosos, depredadores sexuales…, que conviene apartar del hogar para