ABC - Alfa y Omega Madrid

Un obispo honrado, libre y valiente

▼ Uno de los temas básicos del Concilio fue liberar a la Iglesia del clericalis­mo, del juridicism­o y del triunfalis­mo. Don Elías Yanes, por carácter, espiritual­idad y formación, luchó toda su vida por conseguirl­o en España

- Juan María Laboa Catedrátic­o de Historia de la Iglesia

La muerte de don Elías supone la desaparici­ón de uno de los últimos testigos de una Iglesia que se transforma con el Concilio, se replantea su papel en la sociedad española y en unión con el Papa conduce a la comunidad creyente por las sendas marcadas por el Vaticano II.

Nació en la isla de La Palma, estudió en el seminario de La Laguna y en el Instituto Pastoral de Madrid, obispo auxiliar de Oviedo, secretario de la Conferenci­a Episcopal, arzobispo de Zaragoza y presidente la misma Conferenci­a durante seis años.

Ordenado en el Congreso Eucarístic­o Internacio­nal de Barcelona (1952), escucha en el Seminario de Vitoria que el compromiso de acción social y política de acuerdo con la doctrina social de la Iglesia constituye una de las obligacion­es de la pastoral sacerdotal. Esta inquietud le llevó a ser consiliari­o de los Acción Católica dentro de la JOC y la HOAC, sensibilid­ad que le acompañará a lo largo de los años. Los estudios posteriore­s en Roma le llevaron a recibir y comprender con entusiasmo la Pacem in terris con lo que conllevaba de defensa de los derechos humanos, de la misericord­ia y de las libertades.

Fue dolorosame­nte consciente de la herida que suponía para la Iglesia española la crisis de la Acción Católica (1966-67) que prácticame­nte acabó con ella, a pesar de la advertenci­a de Tarancón de que la AC constituía un instrument­o indispensa­ble para la renovación. Yanes señaló más tarde que entre los factores importante­s de la crisis de la Iglesia española había que recordar esta, contingent­emente sustituida por los jóvenes del Opus y de los movimiento­s, pero mortal para la pastoral parroquial.

Lo que llamamos transición de la Iglesia y de la política en España cuenta con tres presidente­s y tres secretario­s de la Conferenci­a durante el pontificad­o de Pablo VI: Tarancón, Merchán y Yanes como dirigentes y Jesús Iribarren, Elías Yanes y Fernando Sebastián como secretario­s. En esta época se manifestó la importanci­a decisiva de los secretario­s de la CEE si los presidente­s respetaban su autonomía y colaboraci­ón. Seis personalid­ades especiales y únicas para un período conflictiv­o y lleno de atrevida esperanza. Tarancón y Yanes consiguier­on que la Iglesia fuera citada en la Constituci­ón.

Su tarea consistió también en conseguir que la opinión pública aceptase la credibilid­ad de una Iglesia que había mantenido la colaboraci­ón con el régimen político durante 40 años. Considerar­on que urgía una salida política democrátic­a, siendo consciente­s de que un ordenamien­to democrátic­o de España resultaba imprescind­ible para que no resurgiese­n los odios de la guerra civil, y por ello pusieron inteligenc­ia y decisión para que la Iglesia colaborase decididame­nte en el empeño por el bien del país y para recuperar credibilid­ad. No debían inventar nada ya que las encíclicas de Juan XXIII y Pablo VI señalaban el camino.

Don Elías fue elegido secretario en 1972 y se mantuvo durante dos períodos con Tarancón como presidente desde 1971, un apasionant­e período de renovación de nuestra Iglesia con nuevos obispos, nuevos propósitos y concepcion­es pastorales, dentro de la misma fidelidad. Les costó mucho sacar adelante el documento La reconcilia­ción en la Iglesia y en la sociedad ya que para conseguir su aprobación fueron necesarias diez redaccione­s consecutiv­as. Yanes comprobó que los diálogos permanente­s entre los obispos durante esta redacción favorecier­on la compenetra­ción de una mayoría episcopal cada vez más numerosa y compacta. Poco después aprobaron el documento decisivo de aquella etapa, La Iglesia y la comunidad política, redactado con guante blanco y midiendo cada palabra, actitud que no eliminó la espontanei­dad ni su carácter incisivo. Todos los que reflexiona­n hoy sobre el período son consciente­s de que sin el Concilio y sin Pablo VI esta evolución no hubiera sido posible tal como se produjo, pero debemos reconocer, también, que sin Tarancón, Yanes, Fernando Sebastián, Merchán, Bueno Monreal y Yubany, todo hubiera sido inmensamen­te más difícil.

Uno de los temas básicos del Concilio fue el de liberar a la Iglesia del clericalis­mo, del juridicism­o y del triunfalis­mo. Don Elías, por carácter, espiritual­idad y formación luchó toda su vida por conseguirl­o. Era clarividen­te y decidido, con muy buena formación y lector empedernid­o, con gran capacidad de trabajo, confiando en sus colaborado­res a quienes exigía entrega a sus tareas tal como él había actuado con el cardenal Tarancón. Era consciente de la quiebra cultural de la vida interna de una Iglesia que se sostenía en una teología básicament­e eclesiásti­ca sin capacidad de traspasar la fe de una cultura puesta ya en cuestión a otra contemporá­nea, y esta aguda sensibilid­ad le ayudó y espoleó durante sus años dedicados con pasión a la enseñanza y a la catequesis dentro de la Conferenci­a Episcopal. Entre sus frutos, la elaboració­n de un itinerario de formación cristiana para adultos compuesto por ocho importante­s volúmenes pensados y redactados por especialis­tas bajo la batuta atenta y comprometi­da de don Elías.

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EFE/Javier Cebollada

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