ABC - Alfa y Omega Madrid

El primer obispo

- Jesús Junquera

Era Madrid un lugar difícil para vivir la fe, ya que había gran cantidad de iglesias, conventos y oratorios privados que hacían que abundase un número grande de sacerdotes venidos de todas partes. Buscando su sustento atendían espiritual­mente allí donde se les diese para comer; eran lo que se conocía como clérigos vagos, pues vivían sin nombramien­to del obispo y, por lo tanto, sin compromiso­s concretos. Esto hacía que, a nivel eclesial, no contase con muy buena fama y por eso Madrid, además de ser diócesis nueva, no era muy atrayente para ningún obispo.

El nuncio no tuvo fácil el nombramien­to, ya que era rechazado por aquellos a los que proponía, pero en esta búsqueda surgió el nombre de Narciso Martínez Izquierdo, considerad­o de gran valía. Había nacido en Rueda (Guadalajar­a) en el año 1830, fue ordenado presbítero en 1857 y ejerció de canónigo en Sigüenza y Granada. En 1871 fue elegido diputado a Cortes por Molina de Aragón y en 1873, con consentimi­ento de Castelar, la Santa Sede le nombró obispo de Salamanca, y posteriorm­ente fue nombrado senador por Valladolid.

Era reconocido por su oración fúnebre pronunciad­a en la iglesia de San Francisco el Grande de Madrid con motivo del fallecimie­nto de la reina Mercedes, de la que había sido confesor. Contra su voluntad y por obediencia, aceptó ser el primer obispo de Madrid, tomando posesión el día 2 de agosto de 1885. Poco orden pudo poner y apenas le dio tiempo a organizar la nueva diócesis, ya que la capitaneó apenas durante un año. Un sacerdote apellidado Galeote, con desequilib­rio mental y enfadado por haber sido cambiado de destino pastoral, la mañana del Domingo de Ramos, cuando don Narciso hacía su entrada en la colegiata de San Isidro –que hacía las veces de catedral–, disparó a bocajarro su pistola sobre el obispo, quedando este con el pecho destrozado.

Trasladado a una dependenci­a del templo, pasó más de un día de agonía sin que se pudiese hacer nada por él. Recibió la visita del presidente del Gobierno y consiguió que aceptase como su sucesor al obispo Sancha, que llegaría a ser cardenal y proclamado beato hace poco tiempo. Madrid siempre estará en deuda con este su primer obispo, que derramó su sangre como semilla de esta diócesis. Desde el cielo cuida de Madrid.

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