Contra los nuevos fariseos
La nueva exhortación del Papa es una invitación universal a la santidad, pero también un «basta ya» frente a quienes se creen autorizados a «ejercer una supervisión estricta de la vida de los demás», repartiendo carnés de buenos católicos y lanzando anatemas contra el mundo, como «jueces sin piedad» que pretenden «dar lecciones permanentemente».
«Quiero recordar que en la Iglesia conviven lícitamente distintas maneras de interpretar muchos aspectos de la doctrina y de la vida cristiana», les dice Francisco a los que denomina nuevos gnósticos». «Cuando alguien tiene respuestas a todas las preguntas, demuestra que no está en un sano camino y es posible que sea un falso profeta, que usa la religión en beneficio propio, al servicio de sus elucubraciones psicológicas y mentales».
En línea similar se sitúa lo que la exhortación llama el nuevo pelagianismo. Se manifiesta en actitudes como «la obsesión por la ley, la fascinación por mostrar conquistas sociales y políticas, la ostentación en el cuidado de la liturgia, de la doctrina y del prestigio de la Iglesia…». Esto ocurre también «cuando algunos grupos cristianos dan excesiva importancia al cumplimiento de determinadas normas propias, costumbres o estilos», lo que «explica por qué tantas veces comienzan con una intensa vida en el Espíritu, pero luego terminan fosilizados… o corruptos».
La caridad, nuestra ley suprema
De «nocivo e ideológico» califica el Papa en particular «el error de quienes viven sospechando del compromiso social de los demás, considerándolo algo superficial, mundano, secularista, inmanentista, comunista, populista. O lo relativizan como si hubiera otras cosas más importantes».
No cuestiona el Papa lo que Benedicto XVI llamó «principios no negociables» en la actuación política de los católicos –como la defensa de la vida o de la familia fundada en el matrimonio– pero, puestos a establecer prioridades, recuerda que en la doctrina católica claramente «existe una jerarquía de virtudes», y «el primado lo tienen las virtudes teologales», en cuyo centro «está la caridad».
En definitiva, Francisco no pretende restar gravedad al aborto,