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«se dibuja el rostro del Maestro, que estamos llamados a transparentar en lo cotidiano de nuestras vidas» (nº 63). El Papa nos pide en este tercer capítulo volver a escuchar a Jesús de forma que sus palabras nos interpelen a un cambio real de vida, pues de lo contrario «la santidad será solo palabras» (nº 66). Tomando la versión de Mateo, el Papa va haciendo una lectio sencilla y breve de cada una de ellas.
Ser pobre en el corazón (nº 70); reaccionar con humilde mansedumbre (nº 74); saber llorar con los demás (nº 76); buscar la justicia con hambre y sed (nº 79); mirar y actuar con misericordia (nº 82); mantener el corazón limpio de todo lo que mancha el amor (nº 86); sembrar paz a nuestro alrededor (nº 89); aceptar cada día el camino del Evangelio, aunque nos traiga problemas (nº 94). Todo esto, escribe el Papa, es santidad. También Francisco señala que en la escena del juicio final (Mt 25, 31-46), Jesús se detiene en una de estas bienaventuranzas: la que declara felices a los misericordiosos. Estos versículos cobran una importancia singular para el Papa, pues como escribió san Juan Pablo II, «no son una simple invitación a la caridad, sino una página de cristología que ilumina el misterio de Cristo». Por eso, el Papa Francisco ruega a los cristianos «que los acepten y reciban con sincera apertura, sine glossa, es decir, sin