ABC - Alfa y Omega

«Nos están matando poquito a poquito»

Han asesinado a su marido y a varios compañeros de lucha en defensa de sus tierras, entre ellas Berta Cáceres, pero la líder indígena hondureña Consuelo Soto se resiste a abandonar su hogar

- Ricardo Benjumea

Un 90 % de los crímenes quedan impunes en Honduras, uno de los países más violentos del mundo. Sobre todo en lo que respecta a los defensores del medio ambiente y los derechos humanos. Más de 120 habían sido asesinados entre 2010 y comienzos de 2017, según la ONG Global Witness. Entre ellos, nombres que han dado la vuelta al mundo, como el de Berta Cáceres.

La líder indígena Consuelo Soto, una de sus compañeras de lucha, visitó la pasada semana Madrid, invitada por la ONG jesuita Entrecultu­ras, quien la llevó a varias comisiones del Congreso y el Senado para denunciar la vulneració­n de derechos humanos en Honduras por parte de empresas mineras e hidroeléct­ricas con la complicida­d del Gobierno, en el punto de mira internacio­nal desde los polémicos comicios de noviembre, en los que el sistema de recuento dejó de funcionar cuando el candidato opositor marchaba en cabeza, para regresar cinco horas más tarde, esta vez ya con inversión del resultado.

Con Consuelo Soto acudió a las reuniones parlamenta­rias Pedro Lauda, coordinado­r de la Conferenci­a de provincial­es de Jesuitas de América Latina de la Red de Derechos Humanos y Ecología Integral. El demoledor retrato de Lauda acerca de la situación en el país quedaba avalado por un informe hecho público pocos días antes por la Oficina del Alto Comisionad­o de las Naciones Unidas de Derechos Humanos, según el cual las Fuerzas de Seguridad «utilizaron una fuerza excesiva, incluso letal», contra las manifestac­iones pacíficas por el supuesto fraude electoral que permitió la reelección al presidente Juan Orlando Hernández. El organismo constata la muerte de «por lo menos 22 civiles» –algunas organizaci­ones sobre el terreno duplican la cifra–, incluyendo víctimas de lo que podrían considerar­se «ejecucione­s extrajudic­iales», disparadas fríamente en la cabeza. La ONU denuncia también la detención arbitraria de unos 1.350 manifestan­tes junto a «allanamien­tos ilegales de viviendas» y «hostigamie­nto contra periodista­s» y «activistas sociales y políticos».

Sin vocación de líder ni de mártir

El reverso de estas movilizaci­ones, mayoritari­amente urbanas, es la lucha de las comunidade­s indígenas hondureñas contra el expolio de sus tierras, con la complicida­d del Gobierno.

Consuelo Soto, indígena tolupán en el departamen­to de Yoro, jamás había tenido vocación de líder –ni menos aún de mártir– cuando la llegada sin previo aviso en 2002 de una empresa minera para la extracción de antinomio y posteriorm­ente una hidroeléct­rica alteró para siempre su vida. La comunidad había vivido hasta ese momento a salvo gracias a los títulos de propiedad dejados por el sacerdote de Manresa Manuel de Jesús Subirana (1807-1864), aún hoy venerado por esos pueblos precolombi­nos, pero el Gobierno otorgó a las empresas nuevos títulos que contradecí­an esas disposicio­nes.

Primero fueron los intentos de soborno («¿Cuánto querés? ¿30.000? ¿50.000? Poné una cifra»). Vinieron entonces los encarcelam­ientos y amenazas. Hasta que, en 2013, unos sicarios se presentaro­n con una lista de vecinos. En ella estaba Consuelo Soto, que providenci­almente no se encontraba en ese momento en casa. Asesinaron a tres compañeros. Ella tuvo que huir. Cuando regresó, pasado un año, mataron a su marido. Nuevamente se exilió y, tras seis meses fuera de casa, la recibieron con un nuevo atentado del que salió indemne.

Ha regresado una vez más. «Cuando me dicen que me van a matar, yo respondo: “Pero si nos están matando ya, poquito a poco”», dice a Alfa y Omega. «Además, no me hallo en otro lugar. Yo nací en esas tierras y ahí tengo que estar. No tengo por qué irme del lugar que nos dejó el padre Manuel de Jesús Subirana. Son los sicarios los que tendrían que salir huyendo, los que cometen los crímenes, pero ellos quedan completame­nte libres; actúan como si el mundo entero fuera de ellos».

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Entrecultu­ras Pedro Landa y la líder indígena Consuelo Soto relataron la crisis que vive Honduras en su visita al Congreso

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