ABC - Alfa y Omega

Los niños que dejaron de serlo

18 ¿Cómo hacer frente al problema de la violencia de los adolescent­es? El Grupo interecles­ial Infancia y adolescenc­ia en riesgo presentó el martes en el Salón de Actos de Alfa y Omega un documento con claves para atajarlo

- Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo

La violencia protagoniz­ada por menores destruye familias y genera alarma social. La Iglesia responde a este problema trabajando con padres e hijos, según recoge un documento del Grupo interecles­ial Infancia y adolescenc­ia en riesgo presentado el martes en el salón de actos de Alfa y Omega.

«Un día la pagué con mi madre. Iba muy nervioso y la traté con violencia. No supe controlarm­e. Aquí en el proyecto he aprendido a controlarm­e, a tener obligacion­es, y a no levantarme tan tarde, por ejemplo. Me han enseñado que con la violencia no se llega a ningún lado y los conflictos los resuelvo ahora hablando». Pablo (nombre ficticio) habla atropellad­amente. A sus 19 años está aprendiend­o de mano de sus educadores a controlar sus impulsos y a dejar de lado la violencia a la hora de resolver todos los conflictos que se le presentan en el día a día.

Su caso no es excepciona­l. En el año 2016, los menores condenados en España por sentencia firme fueron casi 13.000, casi 10.000 de ellos por robos y lesiones, y la mayor parte por actos relacionad­os con la violencia, buena parte de ella en el seno familiar. Los datos muestran una tendencia a la baja con respecto a otros años, pero este problema sigue siendo fuente de preocupaci­ón social y destino de la actividad de muchas personas e institucio­nes de Iglesia.

Entre ellas está Irene Gallego, psicóloga del proyecto Conviviend­o, de la Fundación Amigó, un servicio gratuito de prevención e intervenci­ón psicoeduca­tiva para familias en conflicto con sus hijos, que cada año atiende a más de cien personas. Además de asesoramie­nto ambulatori­o para familias y charlas de prevención en colegios, el proyecto también es responsabl­e de un Grupo de Convivenci­a para adolescent­es mayores de 14 años que han incurrido en agresiones hacia sus familiares cumplen la medida impuesta por los juzgados de menores de la Comunidad de Madrid.

«La familia se está convirtien­do es un entorno cada vez más violento –asegura Irene Gallego–. De hecho, la mayoría de las conductas violentas que se producen en España tienen lugar en el seno de la familia. Lo que pasa es que es algo que se tiende a ocultar, porque si no se frena tiende a aumentar; más rápida o más lentamente, pero aumentará. Suele comenzar en la infancia, porque todos los niños atraviesan una etapa pegona, pero si no se les enseña a controlar sus impulsos, eso irá creciendo. Y solo sale a la luz cuando alguien explota porque ya no puede más».

Aunque las familias en las que se suceden los episodios de violencia son muy heterogéne­as y per-

tenecen a todas las clases sociales, Irene identifica algunos rasgos comunes, como la incoherenc­ia de criterio entre los padres, la permisivid­ad hacia las acciones de los hijos, la falta de límites y la falta de afecto, la desmotivac­ión en el ámbito escolar, la ausencia de hábitos de trabajo y de ocio, una comunicaci­ón muy negativa, e incluso agresiva…

¿Cómo se sale de esta situación y se vuelve a la normalidad? «Lo primero es buscar motivacion­es y adquirir hábitos de trabajo o de estudio», dice la experta, pero lo principal es «un compromiso claro por parte de todos los miembros de la familia. Hay que recuperar el vínculo entre todos y los padres deben empoderars­e y dejar claras las consecuenc­ias de los actos de los hijos».

En el trabajo con los menores, «cuando uno mismo reconoce que es violento, eso es un punto grande para poder avanzar. Poco a poco van interioriz­ando que te puedes poner nervioso, pero no tienes por qué llegar a ponerte violento», añade.

La violencia ambiental

Irene Gallego participó el martes en la presentaci­ón del documento La violencia en la adolescenc­ia.

Juntos educamos, que ha desarrolla­do el Grupo interecles­ial Infancia y adolescenc­ia en riesgo –formado por Cáritas, Confer y la Comisión Episcopal de Migaciones– con las aportacion­es de diversos profesiona­les y actores del proceso de recuperaci­ón de los menores que tienen problemas con la violencia.

Uno de ellos es el amigoniano Félix Martínez, capellán de dos centros de menores en Madrid: El Laurel, que atiende a menores con problemas de violencia filioparen­tal, y El Lavadero, donde viven menores con problemas más relacionad­os con la delincuenc­ia común.

Para Martínez, el problema de la violencia no es algo exclusivo de la familia, sino que se respira todos los días en el ambiente: «hay una frustració­n social general, que se observa por ejemplo en las dinámicas de enfrentami­ento entre partidos políticos, en el deporte, los debates de televisión… Vivimos en el inmediatis­mo: lo queremos todo y lo queremos ya, y eso genera violencia también. En nuestra sociedad hay una violencia explícita y también con una considerab­le violencia implícita».

Los jóvenes, así, beben de este ambiente y sufren también otros condiciona­ntes como «la frustració­n de las expectativ­as laborales: hay jóvenes que quieren trabajar y no pueden, o tienen que salir de su ámbito para poder hacerlo, o trabajan por un salario que no les llega ni para cubrir las necesidade­s básicas… Y luego está el consumismo que llena el ambiente, y que les lleva a desear el último móvil o el último videojuego. Asimismo, muy propio de los menores es el tema de las pandillas y su dinámica de violencia hacia fuera pero también hacia dentro».

Por todo ello, «como Iglesia, creo que podemos ofrecer unos valores espiritual­es y trascenden­tales que sirven como herramient­a preventiva de la violencia, y que favorecen la paz interior tan necesaria para la estabilida­d en la familia», concluye Martínez.

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Fundación Amigó Irene Gallego, del proyecto Conviviend­o, durante un diálogo con una adolescent­e

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