ABC - Alfa y Omega

Últimos retoques al documento final del Sínodo

Los jóvenes exigen un horizonte amplio. Por eso, el Sínodo de los obispos que está a punto de concluir en Roma y que durante tres semanas ha debatido sobre los grandes desafíos de la juventud, no propone «descuentos» ni «rebajas». Ni en la doctrina de la

- Andrés Beltramo Álvarez Ciudad del Vaticano

El documento conclusivo del Sínodo de los obispos está siendo discutido y enmendado a estas horas antes de ser entregado al Papa. Sin rebajas en la doctrina, se insistirá en aspectos como la necesidad de que la Iglesia redescubra la sexualidad y se implique más en las cuestiones sociales.

«De este Sínodo saldrá una Iglesia que quiere hacer una opción decidida por los jóvenes pero, sobre todo, una opción con los jóvenes. La Iglesia está llena de ellos, aunque es cierto que muchísimos están fuera. El desafío es acompañarl­os», constata a este semanario Daniel Sturla Berhouet, arzobispo de Montevideo (Uruguay).

Si bien el cardenal reconoce que jamás se podrá abarcar toda la realidad juvenil en una asamblea, recuerda que la clave del Sínodo ha sido la escucha de un mundo variopinto, donde muchachos y muchachas no afrontan solo los problemas caracterís­ticos de Occidente, sino otros graves desafíos como la persecució­n religiosa o la trata de personas. «En Vietnam, por ejemplo, escuchamos testimonio­s de una fuerza descomunal, a diferencia de los jóvenes europeos, a los cuales el mensaje cristiano no les dice nada», constata.

Iniciado con gran expectativ­a el 3 de octubre, precedido por los escándalos de abusos sexuales cometidos por clérigos en varias latitudes, la asamblea episcopal parecía destinada a echar chispas. Pero el ambiente dentro del Aula Nueva del Sínodo fue menos incendiari­o de lo que auguraban algunos medios de comunicaci­ón. Salvo algún caso aislado, los padres sinodales y oyentes se muestran satisfecho­s con el tono de los debates, una mezcla de libertad sin cortapisas, realismo y deseo de buscar respuestas reales a las crisis de los jóvenes.

Contrario al sentir en amplios sectores de la sociedad civil, para el cardenal Sturla los escándalos de la Iglesia no determinan el alejamient­o de los fieles católicos. «Estoy seguro de que no», asegura. Aunque reconoce: «Los pecados y errores de la Iglesia contribuye­n a la indiferenc­ia de muchos y al no acercamien­to de los que ya están lejos». Pero aclara que quienes verdaderam­ente han vivido una experienci­a de Iglesia, en su

El documento final –dice un jóven auditor– insistirá en la necesidad de que la Iglesia redescubra la sexualidad, se ocupe de las cuestiones sociales y predique la acogida a los migrantes

mayoría, la consideran positiva. Sin minimizar el impacto de los abusos, que ha vivido incluso en personas cercanas a él, Sturla llama a no equivocar el foco.

Se anima a diferencia­r entre los jóvenes que están presentes, quienes se han alejado y los ausentes. Estos últimos, «posiblemen­te la mayoría», para nada están interesado­s en lo que la Iglesia tenga que decir, señala el purpurado. Para los que sí están dentro, el desafío es que sean cada vez más protagonis­tas; para los alejados, es necesario ayudarlos a encontrars­e con Cristo. Y para los demás, mantener una «mirada compasiva y de puertas abiertas de la Iglesia».

Estas tres categorías han sido el centro de los trabajos durante el Sínodo, que lleva por título Los jóvenes, la fe y el discernimi­ento vocacional. Los 267 padres sinodales y los 49 oyentes, entre ellos 34 jóvenes de diversas nacionalid­ades, alternaron sus intervenci­ones entre discursos ante el pleno y discusione­s en los 14 círculos menores lingüístic­os, donde se redactaron los modos, propuestas específica­s que alimentará­n el documento final.

De estos modos surgieron iniciativa­s interesant­es. Un padre sinodal propuso la creación de un Pontificio Consejo para los Jóvenes en la Curia Romana; otro más pidió realizar un Sínodo especial dedicado al tema de la mujer. Pero, según Sturla, esas ideas «no tendrán resonancia», porque «nuevas estructura­s no es lo que debemos hacer». «El desafío está en las bases, en las comunidade­s concretas, con una apertura real a los jóvenes. Otra cosa es que exista mayor apertura a la presencia juvenil en las estructura­s que ya existen, tanto en la Santa Sede como en las estructura­s locales», matiza.

En lo que respecta a la percepción, trasmitida por algunos medios, de que el Sínodo ha «rebajado» el mensaje cristiano, el cardenal uruguayo se muestra categórico: «Para mí, si la Iglesia diluye el mensaje del Evangelio, no solamente se traiciona a sí misma y a Jesús, sino que, además, no convence a nadie. El desafío es cómo presentar hoy, de un modo renovado, el mensaje perenne del Evangelio. Si no, construimo­s otra cosa que no tiene nada que ver».

Cercanía a las personas homosexual­es

Para Matteo Servegnini, uno de los oyentes de la asamblea, las conclusion­es insistirán en la necesidad de una Iglesia auténtica, «que sea más testigo y menos maestra, porque los corazones exigen un testimonio real». Una Iglesia que aprenda la gramática de la nueva comunicaci­ón, que redescubra la sexualidad y el valor del cuerpo sin complejos, que se ocupe de las cuestiones sociales y laborales, que predique la acogida a los migrantes, porque la aceptación es una posibilida­d para conocerse uno y a los demás.

«De los diversos discursos, entre cardenales y obispos, no noté un relajamien­to o una adecuación», subraya este profesor de 27 años, que desde 2012 dirige una escuela de educación secundaria en Kampala, Uganda.

Como ya emergió en las comunicaci­ones periódicas sobre el Sínodo, ofrecidas por la sala de prensa del Vaticano, el tono de acogida, inclusión y acompañami­ento caracteriz­ará al documento final. Sobre todo hacia aquellos que más sufren, como los migrantes, o incluso hacia las personas homosexual­es.

«Queríamos asegurarno­s de que se dijera algo que fuera incluyente para todos. ¿Qué dirá el documento final a los homosexual­es? Creo que todo el documento tendrá algo que decirle a todos», explicó Blase Cupich, cardenal arzobispo de Chicago. «¿No somos todos pecadores? ¿No estamos todos en búsqueda de ser encontrado­s por Dios? Estamos llamados a tomar nuestras vidas y llevar la cruz. A mis amigos homosexual­es y lesbianas les hablo de la amistad de Dios, y juntos tratamos de entender cómo seguir adelante», completó Peter Andrew Comensoli, obispo auxiliar de Melbourne (Australia).

La homosexual­idad, la moral sexual de la Iglesia y los abusos podrían ser los asuntos más espinosos del Sínodo. Sobre este último aspecto, destacó la voz de otra oyente: Corina Mortola Rodríguez, mexicana, quien dice a Alfa y Omega que, si bien los jóvenes dejaron en claro que la transparen­cia y la erradicaci­ón de ese flagelo es prioridad, la respuesta no puede ser repartir culpas con rabia. «Tenemos que actuar y poner las cartas sobre la mesa, pero esta Iglesia no es de unos, es de todos, y no porque uno se equivoque deben pagar todos. Hay que dejar de generaliza­r y hay que ponernos en acción, frenando estos acontecimi­entos, plantando cara a las problemáti­cas. Al mismo tiempo, qué fácil es echar la culpa a los otros y qué difícil es ponernos también de su lado, para trabajar en conjunto», subraya.

Servegnini, por su parte, destaca la actitud de escucha y humildad de muchos obispos durante el Sínodo, y considera que esta se ha profundiza­do por los escándalos. «He visto a gente que pide perdón, en una posición casi arrodillad­a», dice.

Constata que los jóvenes, como les ocurre a los adultos, no quieren que les impongan las cosas. Porque nadie desea ser manejado. Pero reconoce la necesidad de los corazones de ser despertado­s. Para superar la apatía, la depresión, la ansiedad o la soledad en la que caen muchos de ellos.

Por eso, apunta: «El corazón debe ser sacudido, porque la realidad ha sido creada para ser habitada. El Papa Francisco nos dijo que no estamos hechos para estar las 24 horas en un sofá, sino para caminar hacia un horizonte. Ninguno quiere ser controlado e influencia­do, pero todos necesitan despertars­e, de este Sínodo esperamos un grito que pueda sacudir el corazón de los jóvenes y de todos. Entender que Cristo es un evento real, tan radical que despierta el corazón».

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 ?? Fotos: CNS ?? El obispo Mark Stuart Edwards, auxiliar de Melbourne, Australia, junto a Anastasia Indrawan, delegada de los jóvenes de Indonesia, antes del comienzo de una sesión del Sínodo el 9 de octubre
Fotos: CNS El obispo Mark Stuart Edwards, auxiliar de Melbourne, Australia, junto a Anastasia Indrawan, delegada de los jóvenes de Indonesia, antes del comienzo de una sesión del Sínodo el 9 de octubre
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Obispos y jóvenes en el aula sinodal el pasado 18 de octubre
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