“BRITISH EXIT”
En los últimos meses una palabra nueva ha entrado de lleno en nuestro vocabulario cotidiano: Brexit. El acrónimo de “British Exit”, una meta política perseguida por algunos partidos políticos, grupos civiles y personas individuales del Reino Unido para salir de la Unión Europea, que ahora pende como una espada de Damocles sobre el corazón del continente.
Salir del espacio comunitario es un derecho de los Estados miembros reconocido en el artículo 50 del Tratado Europeo que nunca antes se había ejercido pero que Reino Unido ha comunicado que iniciará formalmente a principios de 2017, tras los resultados del referendum de junio que inclinó la balanza a favor del Brexit. Desde ese movimiento, el país tendrá dos años, como mínimo, para negociar el acuerdo y llevar a cabo una salida con todas las consecuencias. De entrada, el deseo rupturista británico ya ha provocado la dimisión de su primer ministro, David Cameron, y la entrada para asumir el cargo de Theresa May.
En nuestro ámbito informativo aunque, de momento, hay más incertidumbre que certezas sobre lo que puede acabar pasando, lo predecible es que el Brexit traiga una complicación de las relaciones comerciales entre el Reino Unido y el bloque comunitario. Las áreas más afectadas serían la importación y exportación de productos alimentarios, la legislación y etiquetado de alimentos, así como el control oficial y los sistemas de alerta rápida actuales. El principal temor del sector agroalimentario español se deriva de la evolución del tipo de cambio de la libra frente al euro y de la posición exportadora que pueden adoptar otros países competidores. El abandono del barco de la UE por los británicos podría afectar especialmente a sectores como el del vino, el hortofrutícola o el cárnico. En tanto, algunos analistas hablan también del salto atrás que la desconexión británica puede suponer para el comercio electrónico en Europa.
Ahora mismo, existen varios bandos dentro de la UE. De un lado los europeístas, con Francia e Italia a la cabeza, que propugnan avanzar en la integración convencidos de que hace falta más unión para salvar a Europa. La facción euroescéptica que apuesta, mientras, por desandar parte del camino y devolver competencias a los países, encabezada por Hungría y Polonia. Y otros estados, como Alemania, han adoptado un papel conciliador, frente a las fuerzas claramente eurófobas, a las que el Brexit ha dado alas.
En esta tesitura, los líderes europeos buscan estos días encontrar un revulsivo que saque de la parálisis a la UE y conjure el “efecto contagio” del “British Exit”, a la vez que ayude a recuperar la erosionada confianza de los ciudadanos en el proyecto. El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, ha hablado incluso de “una crisis existencial” a la que hay que poner remedio en los próximos meses y la urgencia de marcar una agenda realista con una visión clara de lo que puede ser el inicio de un nuevo ciclo para Europa.
Sin duda, la UE está en una encrucijada crítica en la que los Estados miembros tienen la obligación de esforzarse para reconquistar el espíritu fundacional de la integración europea.... Y, en el caso concreto de España, ¿por qué no?, aprovechar una oportunidad de oro para revindicar un mayor papel dentro del seno de la UE, más acorde con su nuevo lugar de cuarta economía de la Unión.