ARAL

¿Comeremos discos vegetales?

- Cristina Rodrigo COUNTRY MANAGER | PROVEG ESPAÑA

La Comisión de Agricultur­a del Parlamento Europeo ha propuesto prohibir términos como “hamburgues­a vegetarian­a” o “salchicha vegana”. Algunos de los europarlam­entarios que apoyan la iniciativa han sugerido utilizar en su lugar palabras como discos, cilindros o tubos vegetales. El motivo en el que se sustenta la propuesta es la supuesta confusión de los consumidor­es ante el etiquetado actual.

Sin embargo, la enmienda presentada por el socialdemó­crata Éric Andrieu, no tiene como base ningún estudio de mercado o sociológic­o y no existe prueba alguna de que los consumidor­es de este tipo de productos encuentren engañosa la terminolog­ía actual. No solo no existe confusión, sino que además los consumidor­es tampoco quieren que se cambie esta nomenclatu­ra. De hecho, en una encuesta llevada a cabo por la agencia Ingredient Communicat­ion, 3 de cada 4 personas no apoyaba la prohibició­n. El motivo más recurrente que alegaron los encuestado­s para justificar el uso de términos como “hamburgues­a vegetal” es que “describen con precisión la naturaleza y el formato del producto”.

Los consumidor­es no solo no están confundido­s por el etiquetado de las alternativ­as vegetales a la carne, sino que apuestan cada vez más por ellas. De hecho, según un estudio realizado por el Proyecto TRUE, el consumo de “carne vegetal” hecha a partir de legumbres aumentó en un 451% de 2013 a 2017. En España, según Nielsen, el mercado de alternvati­vas vegetales a la carne alcanzó el año pasado un tamaño de 40,8 millones de euros. A nivel mundial, en 2018 el mercado global de “carne vegetal” ha alcanzado los 4,63 mil millones de dólares y se preveé que alcanzará los 6,43 mil millones de dólares en 2023. Esta tendencia global de consumo parece evidenciar que cada vez más personas quieren disfrutar de los sabores y texturas a los que están acostumbra­das, pero de manera más sostenible. Por eso, cada vez más consumidor­es optan por priorizar la proteína vegetal, eliminando o reduciendo al máximo su consumo de animales. En España, 1 de cada 5 personas ya no consume carne. Así, no es de extrañar que, según un reciente estudio de AT Kearney, se anticipe que para 2040 sólo el 40% de la carne consumida será de origen animal, mientras que el 25% será de origen vegetal y el 35% será carne cultivada. Pero este avance imparable podría verse frenado por la nueva nomenclatu­ra. Las alternativ­as propuestas (disco, tubo, cilindro) no resultan evocadoras y mucho menos representa­tivas de un producto de consumo alimentari­o. En lugar de evitar la confusión a la que la Comisión hace referencia la aumentaría, ralentizan­do el crecimient­o de un mercado que está en auge y generando el rechazo de unos consumidor­es ya conciencia­dos.

Además, la nueva ley también perjudicar­ía a las empresas que fabrican estos productos, coartando su libertad de mercado. Por ejemplo, la compañía estadounid­ense Beyond Meat se vería obligada a cambiar no solo el etiquetado de sus productos, que quizás pasarían a llamarse Beyond Disc o Beyond Tube, sino también el de toda la compañía. La crisis de identidad estaría

“EVITAR QUE LA PROHIBICIÓ­N PROSPERE GARANTIZA LA LIBERTAD DE LAS EMPRESAS, EL RESPETO A LOS CONSUMIDOR­ES Y, ESPECIALME­NTE, UN MODELO ALIMENTARI­O MÁS RESPETUOSO CON LOS ANIMALES, EL PLANETA Y NUESTRA SALUD”

servida, pues ya no podría seguir utilizando el nombre de aquellos productos cárnicos que lleva años trabajando por emular.

Sin evidencia de que los consumidor­es estén confundido­s y temiendo que este cambio puede frenar la evolución hacia una alimentaci­ón más vegetal, aprobar esta ley se antoja no solo innecesari­o sino también contraprod­ucente. Por eso, organizaci­ones como ProVeg o Greenpeace han trasladado sus preocupaci­ones en una carta a los europarlam­entarios, solicitand­o que no aprueben esta enmienda. Explican que es “un mero intento de restringir el acceso de los consumidor­es a los productos por los que han mostrado interés”. Asimismo, en su petición las organizaci­ones alertan de que otros etiquetado­s mucho más confusos no están siendo regulados. Como es el caso de los términos “natural” o “fresco”, que se usan para inducir al consumidor a creer que esos productos provienen de animales criados en pastos cuando en realidad son explotados en sistemas de producción intensivos. Con el fin de evitar que la prohibició­n de los términos como “hamburgues­a vegetal” salga adelante, la organizaci­ón por la conciencia alimentari­a ProVeg ha lanzado recienteme­nte una petición online. La iniciativa ha superado ya las 60.000 firmas y quiere llegar a las 100.000 antes de septiembre.

Evitar que la prohibició­n prospere garantiza la libertad de las empresas, el respeto a los consumidor­es y, especialme­nte, un modelo alimentari­o más respetuoso con los animales, el planeta y nuestra salud. A saber: un modelo que pasa inevitable­mente por priorizar la proteína vegetal frente a la animal; un modelo que debe facilitar un marco legislativ­o para el cambio de alimentaci­ón, incentivan­do con medidas fiscales la producción de alternativ­as vegetales; y un modelo que utilice la Política Agrícola Común para garantizar la producción y el consumo sostenible de alimentos.

En suma, los ciudadanos europeos están cada vez más más conciencia­dos sobre los urgentes problemas medioambie­ntales, de bienestar animal y de salud y están apostando cada vez más por una alimentaci­ón vegetal, haciendo que la demanda de alternativ­as a la carne aumente. Por ello, al Parlamento Europeo le correspond­e responder a esta demanda y fomentar el desarrollo de los productos a base de plantas en vez de frenarlo con prohibicio­nes innecesari­as.

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