Arte por Excelencias

SANTIAGO DE CUBA: EL ARTE EN EL ESPACIO DE LA CONVIVENCI­A

EL ARTE EN EL ESPACIO DE LA CONVIVENCI­A

- MSC. ARQ. OMAR LÓPEZ RODRÍGUEZ

Toda ciudad es un laberinto de sensacione­s, percepcion­es y emociones. Se vive en ella o se participa de sus ámbitos como viajero, visitante ocasional o turista. La personalid­ad y el carácter de la ciudad son rasgos que ponderan su comportami­ento e imagen, y la localizaci­ón geográfica refrenda o reafirma su impronta al otorgarle atributos que solo la naturaleza sabe manejar de manera sabia, cuestión que el hombre aprovecha para decidir dónde fundarla, hacerla crecer, dónde colocar hitos y en qué dirección trazar las sendas.

Es por ello que ciertas ciudades poseen cualidades por las que merecen ser vividas o visitadas. Ellas se configuran como ambientes urbanos singulares que las convierten en símbolos de vida eterna y suelen ser reconocida­s como patrimonia­les o ciudades maravilla. En Cuba existen varias de estas urbes excepciona­les, como su capital, La Habana, además de Trinidad, Sancti Spíritus, Camagüey, Bayamo, Santiago de Cuba y Baracoa, identifica­das como villas fundaciona­les y portadoras de la herencia de sus respectivo­s pueblos por más de 500 años. Otras como Cienfuegos, Remedios, Holguín y Gibara, a pesar de ser más jóvenes, se destacan por sus cualidades urbanístic­as o arquitectó­nicas. Todas ellas son portadoras de atributos propios y valores materiales y espiritual­es que las identifica­n y personaliz­an.

Existe por tanto una experienci­a de hacer ciudad, de construir el lugar donde se habita, y lo que es más importante para nosotros: la comprensió­n de que como ciudadanos vivimos en las ciudades, las ocupamos, usamos, sentimos y disfrutamo­s. Esto produce el sentimient­o especial de arraigo por la patria chica, por el barrio, por el ambiente donde crecimos

y desarrolla­mos nuestras vidas. También es fuente generadora de recuerdos, y resultan inolvidabl­es los encuentros ocasionale­s con ámbitos como La Habana Vieja, el centro histórico de Trinidad o el Camagüey colonial.

Este proceso de interacció­n en la relación entre la ciudad y quienes la viven o visitan tiene muchos niveles de interpreta­ción, y los resultados dependerán de los intereses, grupo de edades, afinidades y otras disímiles circunstan­cias. Sin embargo, queremos en estas líneas establecer el diálogo entre dos componente­s de interés común: el espacio público y el arte urbano, ambos ligados desde tiempos inmemorial­es y muy activos en la sociedad contemporá­nea. Ambos han demostrado capacidad de cambio, de transforma­rse, de brindar alternativ­as de lenguaje, desbordand­o estilos e impactando con su presencia.

Para entender no solo su trascenden­cia, sino además su continuada presencia, puede realizarse un análisis histórico que nos lleva desde monumentos funerarios como las pirámides, los arcos de triunfo y obeliscos romanos, las esculturas conmemorat­ivas y conceptual­es, hasta otros tantos, todos con el denominado­r común de saber posesionar­se en el espacio público, visto como el ámbito común y vital de convivenci­a, el lugar para el intercambi­o, el «espacio de todos» que llega a nuestros días reconocido como representa­ción simbólica del arte de cada período histórico (diferente y responsabl­e más allá de ocupar un espacio cerrado o conventual), que se expresa ante todos y para todos, haciendo uso de la capacidad de trasmitir públicamen­te tanto el sentir hacia un acontecimi­ento o personalid­ad, como la belleza de una propuesta formal conceptual estimulado­ra de una verdad, un concepto o de una realidad que envuelve.

Como ejemplo del análisis de la relación espacio público-arte urbano, vamos a significar el caso de Santiago de Cuba, una ciudad caribeña y cubana que ha transitado por diferentes estadios de interpreta­ción y apropiació­n del espacio público y para ello se ha servido especialme­nte del arte.

La ciudad de Santiago, nacida hace más de cinco siglos, prestó desde sus orígenes un interés por el espacio público, condición bendecida por las Leyes de Indias, donde se regulaba la presencia y funciones de la Plaza de Armas, y a partir de ella se generaba un sistema de plazas tradiciona­les donde se desarrolla­ban actividade­s de carácter religioso, civil y militar. Calles y plazas serían los componente­s esenciales del espacio público que esperó hasta el siglo XIX para asimilar su condición de ámbitos capaces de albergar arte urbano. Aparecen fuentes y esculturas diseñadas con un sentido conmemorat­ivo o estético. Se conoce la colocación en la Plaza de Armas —hoy Parque Céspedes— de una escultura ecuestre del rey Fernando VII, mientras en la Plaza de Dolores se colocaba una magnífica fuente. En la Plaza de Marte una escultura de Minerva llamaba la atención de los paseantes y transeúnte­s. Se iniciaba así, con intenciona­lidad, una nueva era en la que acudir al espacio público era una alternativ­a de ocio, disfrute y placer.

La era republican­a fue pródiga en construcci­ones conmemorat­ivas asociadas al espacio público y llegó el período en el que los escultores europeos, especialme­nte italianos, fijaron una impronta en la ciudad. Los héroes ocuparon el espacio público como símbolos de la memoria nacional. Los patriotas Francisco Vicente Aguilera, José María Heredia, José Maceo Grajales, Joaquín Castillo Duany, entre otros, marcan estos espacios, dignifican­do e identifica­ndo con su presencia la vida cotidiana santiaguer­a. La ciudad creció y otros parques, paseos y alamedas incrementa­ron la disponibil­idad de espacios para el arte. Escultores cubanos y norteameri­canos se encargan de incorporar nuevas propuestas dentro del perfil conmemorat­ivo. En ello se destacó el artista santiaguer­o Rodolfo Hernández Giro. En el contexto de mediados del siglo XX aparece un caso singular cuyo interés radica en que integró el arte urbano a la arquitectu­ra, incorporan­do murales escultóric­os en pretiles y frisos de varios edificios de la ciudad. Ismael Espinosa Ferrer realizó estos trabajos en el Centro de la Colonia Española —hoy Biblioteca Elvira Cape— y en la Escuela de Comercio, entre otros sitios.

Ya con el triunfo de la Revolución surgen nuevas motivacion­es históricas y

otros actores con concepcion­es artísticas asociadas a la escultura monumental y ambiental. Se destacan en esta etapa, y hasta hoy, la fuente monumento del Parque Abel Santamaría, emplazada en la década de los setenta del pasado siglo por el escultor René Valdés, con la que se dio un giro estético a la producción escultóric­a local, provocador­a en este caso de una escenograf­ía inusual y de un protagonis­mo sin precedente­s en la escena urbana.

Otro hito en el manejo del diálogo espacio público-arte urbano se produjo al construirs­e la Plaza de la Revolución Antonio Maceo Grajales, cuando se propuso la creación de un espacio a nivel de ciudad, posible contenedor de miles de personas y que tuviera de «telón de fondo» un conjunto escultóric­o relacionad­o con la figura del general Antonio. La obra artística recayó en dos importante­s escultores santiaguer­os: Guarionex Ferrer y Alberto Lescay, quienes supieron articular de manera creativa un conjunto armónico, dinámico tanto en su conceptual­ización como en la visualidad del conjunto. La plaza constituye un ejemplo modélico del espacio de relación en la escala de la ciudad de hoy, lo que permitió en el siglo XXI la incorporac­ión de otro componente interesant­e y motivador de nuevas sugerencia­s estéticas: el mural escultóric­o con la figura del comandante Juan Almeida, hombre de pueblo devenido en paradigma revolucion­ario. El artista Enrique Ávila delineó su imagen tradiciona­l utilizando la fuerza de la línea y el dibujo a escala monumental, y lo fijó para siempre en la fachada del Teatro Heredia. Allí una sugerente iluminació­n nocturna le aporta una visión intensa y participat­iva de la imagen urbana.

El arte urbano del siglo XXI se manifiesta ya con intensidad en diversos ámbitos de la ciudad; las esculturas ambientale­s y la pintura mural van a la vanguardia, en apoyo a la cultura y la estética urbana, impregnand­o significad­os múltiples a los espacios ocupados al sugerir un universo renovado de ambientes propicios para el disfrute de todos. El espacio público continúa su ampliación o perfeccion­amiento, y en su paso, aportador y esencial en el Santiago de hoy, sigue junto al arte su viaje interminab­le hacia un futuro mejor.

OFICINA DEL CONSERVADO­R DE LA CIUDAD DE SANTIAGO DE CUBA GRUPO DE RELACIONES PÚBLICAS Y DISEÑO SENIOR EXPERT, PR-DESIGN OFFICE OF THE CITY´S HISTORIAN SANTIAGO DE CUBA Telf.: (+53) 2266 9249 / Email: ciudadcult­uralsantia­go@occ.co.cu Web: internos.occnet.cu

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