NUEVA CITY: CREAR UNA CIUDAD
Una «nueva» Nueva York aparece dentro de la Galería de Arte Benito Ortiz Borrell de la ciudad de Trinidad. La megalópolis de prolongados rascacielos, puentes innumerables, trenes de metro que desfilan sin cesar, museos de renombre mundial e icónicos monumentos cruzó una casi infranqueable frontera espacial y cultural y halló su camino hasta esa pequeña ciudad del centro de Cuba de la mano del artista Alejandro López, quien, en uno de sus habituales ejercicios de osadía creativa revive a través del arte las experiencias de su viaje a «la ciudad que nunca duerme».
En esta singular exposición el artista ha transmutado un potencial de significados nacidos de una necesidad íntima de desprendimiento, de «exorcismo personal» y a la vez del deseo de compartir su experiencia vital con el espectador, a la manera de quien narra un simple sueño de la noche anterior, efímero y absolutamente particular, pero cargado de símbolos y resonancias universales.
Sumergirnos en la exposición Nueva City es romper, en primer lugar, con el tiempo uniforme y lineal, como sucesión de presentes momentáneos, el tiempo de la física y del reloj. A medida que nos absorben los objetos artísticos, el presente se suspende, y en su lugar aparece una fase, un espacio que articula y da sentido al dibujo, la escultura o el texto que aparece ante nuestros ojos. Se suspende la organización racional en que estamos inmersos los espectadores y se nos da la posibilidad de crear nuestra propia ciudad; el viaje ajeno se convierte en nuestro propio viaje.
De esta manera, a través de un laberinto de dibujos, fotografías, instalaciones y lienzos, Alejandro crea una escenografía personal para una iconoclasta puesta en escena donde los elementos escogi- dos, ya sea por afinidad espiritual o por su propia importancia como imágenes culturales, son los actores principales de su trama. Un desprejuiciado rompecabezas donde cada pieza encaja o se conecta con la próxima en un alegre juego de citas y referencias, y un continuo intercambio de ritmos, colores y señales van modelando un reconocible horizonte de elevados edificios que se reflejan entre sí, interminables carteles publicitarios, obras clave del arte contemporáneo y populosas calles transitadas por seres y signos de un universo totalmente cosmopolita. Es la completa inmersión en el arte y la arquitectura de una ciudad de torbellinos y luces, de opacos grises y naranjas encendidos, una isla y un continente a la vez.
Capturar el movimiento físico de las imágenes de Nueva York tiene, en realidad, menos relevancia para Alejandro que la forma en que estas mismas imágenes se mueven realmente más allá de sí mismas, sugiriendo otra forma de movimiento. Nueva City no se limita a mostrar realidades de tipo social o estereotipos culturales o políticos, sino que apunta hacia un mundo que siempre está emergiendo, que brota del encuentro inesperado al doblar una esquina cualquiera de la gran ciudad. Andy Warhol nos observa impasible desde su lata de sopa Campbell, las Torres Gemelas cuelgan inestables en un dibujo inclinado, Basquiat cubre con sus grafitis la fachada completa de un rascacielos y un