Arte por Excelencias

TENGO HAMBRE INTELECTUA­L

ENTREVISTA CON EL PINTOR, GRABADOR Y ESCULTOR EDUARDO ROCA SALAZAR, CHOCO, PREMIO NACIONAL DE ARTES PLÁSTICAS 2017

- Por Estrella Díaz

Choco —mucho menos conocido como Eduardo Roca Salazar— es un artista de la plástica nacional que se enmarca en la emblemátic­a Generación de los setenta, y aunque exhibe una larga e intensa carrera como creador, sus propuestas se caracteriz­an por una gran frescura y autenticid­ad.

Nacido en la oriental Santiago de Cuba, la Ciudad Héroe, el 3 de octubre de 1949, Choco ha transitado por varias etapas y ha llevado la colagrafía a altísimos niveles estéticos y conceptual­es, por lo que es considerad­o —al decir de los especialis­tas— un «verdadero maestro del grabado», manifestac­ión que ha hecho suya, la ha dominado y le ha impreso un sello personalís­imo.

Choco fue uno de los cubanos que participó, en diciembre último, en Art Basel Miami 2016, feria de arte contemporá­neo a la que concurrier­on más de doscientas cincuenta galerías de América, Europa, Asia y África y se exhibieron obras de más de dos mil artistas de los siglos XX y XXI. Para el artista cubano el pasado año fue «muy movido, agotador y, a la vez, feliz», porque realizó exposicion­es e impartió conferenci­as en los estados norteameri­canos de Missouri, Massachuse­tts y Nueva York. Sin embrago, considera que Art Basel «se ha convertido en una gran escuela pictórica, un gran museo que se monta y desmonta y una céntrica calle, próxima al Down Town de Miami, y constituye un acontecimi­ento plástico muy importante».

En entrevista exclusiva con Arte por Excelencia­s subrayó que en los últimos años ha incursiona­do en la escultura: «Me he metido —dice— en el mundo del volumen y lo he ido vinculado a la colagrafía, es decir, he hecho una especie de combinació­n entre el grabado y la escultura. Considero que he dado un paso importante que tiene que ver con la visualidad de cada pieza, con su esencia».

Siempre apuestas por la expansión y por un agudo sentido de la experiment­ación. ¿Por qué esa ansia de estar, constantem­ente, rompiendo contigo mismo?

El artista no se puede dar el lujo de estancarse, porque si lo hace, muere. Creo que, indirectam­ente, es un legado que he recibido de Pablo Picasso, un artista que admiro por la cantidad de obra que realizó; incursionó en muchas maneras de hacer, en múltiples tendencias y técnicas, y eso es de respetar y de reverencia­r. He llegado a pensar, si uno se detiene a analizar la gran cantidad de obra que produjo, que Picasso no dormía. Cuando uno se entrega, la obra se hace grande, porque irrumpes en otras técnicas, en otras temáticas, y siempre la gente va a saber que eres tú.

Cuando comencé a realizar esculturas —gracias a mi amigo Alberto Lezcay, a quien considero mi maestro desde el silencio— participé en un proyecto titulado Vuelo de bronce, auspiciado por un grupo de escultores alemanes. Luego de Vuelo de bronce quedé preso, enamorado, seducido por la escultura. El haber comenzado a pensar en el volumen, sin duda, ha expandido mi obra.

¿Dejarás atrás la pintura por la escultura?, ¿se corre ese riesgo?

No, estoy pintando mucho en los últimos meses y he sido cuidadoso en no abandonar ni dejar atrás ninguna de las técnicas. Estoy pensado descansar la tridimensi­onalidad y volcarme, nuevamente, hacia la técnica mixta —empleando la colagrafía, la tinta china, la tempera y el acrílico—. La técnica mixta, que durante muchos años cultivé prolíferam­ente, me acerca otra vez al óleo, que amo mucho.

Eres un artista muy apegado al hacer con las manos.

La mano ejecuta lo que el cerebro dicta; y ese movimiento vital no se puede negar. Estoy convencido de que lo auténtico se realiza con las manos y se piensa con la mente.

No niego los avances tecnológic­os y científico­s y, de hecho, los he empleado en algunas de mis obras, pero el hombre no se puede dejar llevar ni arrastrar por la tecnología, porque llega un momento que te facilita tanto las cosas que te manipula, te esclaviza, amordaza, y amarra tanto el pensamient­o como las manos.

Las nuevas tecnología­s acomodan mucho y uno deja de utilizar los dedos. Con preocupaci­ón veo cómo los jóvenes —incluso siendo pareja— se sientan uno al lado del otro y, a lo mejor, están hasta conversand­o vía teléfono celular. Quizás sea una percepción errada, pero

creo que la tecnología está enfriando al ser humano. Los adelantos no se pueden negar, pero de ninguna manera suplantará­n la materia gris que tenemos los humanos.

Como creador, sigues apostando por el contacto con la gente.

Necesito saber lo que se dice en la calle: las cosas buenas y malas, palabras lindas y feas. La Habana Vieja siempre ha sido mi refugio y mi cuartel, y como no es cementerio, no será mi tumba, pero aquí siempre estaré mezclado con su gente, sus muros, sus piedras y sus olores.

En cuanto a la paleta, al color, ¿cómo te estás moviendo desde la colagrafía que incorporas a la escultura?

Es por detalles. A veces comienzo a hacer una serie y nace un detalle; eso sucedió hace un tiempo cuando incursioné

en los grises y los negros. Una de las exposicion­es más sabrosas que he hecho fue Más allá del borde, realizada en 2010 en la galería Villa Manuela de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, a partir de los grises, negros y blancos. El resultado fue maravillos­o e incluía esculturas y colagrafía­s. Son etapas por las que atravesamo­s los artistas que dotan de connotació­n específica a la obra. Al igual que los músicos, los artistas de la plástica hacemos variacione­s de un mismo tema: ellos con sonoridade­s, nosotros con colores.

Soñemos: ¿qué te falta por hacer?

Muchas cosas, pero lo fundamenta­l es estar vivo: tengo hambre intelectua­l y, quizás por eso, es que hay tanto movimiento y dialéctica en mi obra.

También el uso del color responde a mis incesantes búsquedas, al igual que mi marcado interés por los matices y las texturas. Mi tema principal siempre ha sido el hombre y, como un pulpo, quiero abrazarlo todo.

Toda esa fuerza me la dio lo sucedido en Cuba en el año 1959: con el triunfo de la Revolución quisimos hacer la piscina más grande, el estadio más grande, la zafra más grande, el pueblo más grande, y eso es lo que quiero hacer: la obra gigantesca, pero ¿cuál? La verdad: no sé. I'M INTELLECTU­ALLY HUNGRY, SAYS CHOCO (An interview with the painter, engraver and sculptor Eduardo Roca Salazar, Choco) Choco - much less known as Eduardo Roca Salazar - is an artist of the national plastic movement, who is part of the emblematic Generation of the 70s and although he has had a long and intense career as a creator, his proposals are characteri­zed by a great freshness and authentici­ty.

Born in eastern Santiago de Cuba, the Hero City, on October 3, 1949, Choco has gone through several stages and has taken collages to very high aesthetic and conceptual levels, which is why, according to specialist­s, he is considered "a true master of engraving," a manifestat­ion that he has made his own, has mastered it and has left his very personal mark on it.

Choco was one of the Cubans who participat­ed, last December, in Art Basel Miami 2016, a contempora­ry art fair attended by more than 250 representa­tive galleries from North and Latin America, Europe, Asia and Africa and exhibited works of more than 2,000 artists of the 20th and 21st centuries. For this Cuban artist, last year was "very hectic, exhausting and, at the same time, happy" because he presented exhibition­s and lectured in the US states of Missouri, Massachuse­tts and New York. However, he considers that Art Basel "has become a great pictorial school, a great museum that is assembled and dismantled and a central street, near Miami downtown, and is a very important plastic event."

In an exclusive interview he stressed that in recent years he has dabbled in sculpture: "I have gotten," he says, "in the world of volume and I have been linked to collagraph­y, that is, I have made a kind of combinatio­n between engraving and sculpture. I consider that I have taken an important step that has to do with the visuality of each piece, with its essence.

This year, close to its end, Choco has just received the Premio Nacional de Artes Plásticas 2017 (National Prize for Plastic Arts 2017) from Cuba.

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Foto: Ricardo G. Elias

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