GOLPE DE TIMÓN POR LA ALCALDÍA
«La costa baja y arenosa del Pacífico reflejando rascacielos fantasmas». Durante la Cumbre de los Pueblos de 2015, el paisaje de la ciudad de Panamá le mereció a Silvio Rodríguez estas palabras en un muy leído portal cubano de noticias. Escribió fantasmas porque no veía personas mirando desde los balcones, ni persianas abiertas, ni plantas siquiera. Si sus noches hubiesen pasado de esas dos noches «de vértigo» —según afirmó en el mismo artículo—, acaso habría escrito: ni luces en los deshabitados apartamentos.
Muchos señalarían en cambio que la profusa, a veces agresiva luminiscencia urbana, no se contradice con el fomento de las «luces sociales», vale decir, que el internacionalmente reconocido dinamismo económico local no ha llegado a plasmarse en una vida cultural rica e intensa. (Se sabe: la luz, como imagen de la cultura en la modernidad hija de la Ilustración dieciochesca, conserva aún cierta vigencia como metáfora del acceso y la instrucción de lo bello, de lo deseable en el proceso formativo del espíritu del ciudadano). La falta de una voluntad política tal que logre sacar del papel o los escritorios la abundancia de «proyectos» y los lleve a los hechos, es una de las críticas más fundamentadas.
Sin embargo, a nivel de la gestión pública esta situación ha sufrido un vuelco en el último bienio, a partir del golpe de timón dado por del municipio de la capital, conducido por la directora de cultura, Alexandra Schjelderup, quien, con un trabajo tozudo, sostenido, ha venido generando iniciativas concretas, de carácter plural, haciendo foco en la formación de públicos, uno de los principales déficits del país. El festival Mupa de música urbana, el festival África en América, por citar solo dos casos, muestran a las claras una intencionalidad precisa de llevar los esfuerzos a sectores amplios de la población, en un contexto político no siempre favorable.
La ciudad va rumbo a los quinientos años de su fundación, y se espera una celebración de envergadura, en la que la cultura juegue el papel central que cumple en otras metrópolis de la región. A estos fines, el municipio y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, en una acción conjunta, lanzaron el Fondo Panamá 500, cuyos objetivos salientes son, de acuerdo a la convocatoria oficial, «estimular y fortalecer el sector cultural y creativo del país, y la consecuente participación ciudadana». Los dos prerrequisitos principales del Fondo son que «las propuestas tengan objetivos definidos y un plan de acción claro, que trasciendan la oferta pública y privada en ese campo».
No somos pocos los que fantaseamos con la posibilidad de que estas iniciativas permitan disfrutar, por ejemplo, de un gran evento artístico interdisciplinario que en esas fechas congregue gente venida de todas partes; que además de hub financiero o aeronaval, el Istmo de Panamá también se convierta —como lo fue durante eras prehistóricas para especies animales y civilizaciones humanas— en punto nodal de encuentro para artistas de las Américas y, por qué no, del resto del mundo. Parafraseando a Silvio Rodríguez: ojalá.