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Por Norge Espinosa Mendoza
U/ Fotos na sala teatral de la calle Línea lleva su nombre, y ese es solo uno de los muchos modos en que la memoria de Raquel Revuelta perdura entre quienes la admiraron y llega a las nuevas generaciones. La célebre actriz, nacida en 1925, también directora y profesora, dejó una estela que sigue siendo referente esencial en nuestra cultura, y que gracias a las referencias de la crítica, sus apariciones cinematográficas y televisivas, se sostiene hasta el día de hoy. No son pocas las intérpretes cubanas que siguen mencionándola cuando de ejemplo a seguir se trata, y Raquel, con su físico y su voz imborrables, de seguro seguirá inspirando a muchas otras.
Para hacerla más presente justo allí, en el lobby de esa sala de la calle Línea, se inauguró un mural de cerámica con su imagen durante las jornadas del 17 Festival de Teatro de La Habana. Raciel Feria y Luis Zamora fueron los artistas que crearon esta pieza, a partir de una imagen fotográfica de la actriz en su rol de Madre Coraje, uno de sus papeles más celebrados. Raquel, que desde joven se vinculó a la radio y al teatro, y trabajó con la Compañía de Eugenia Zúffoli, encontró luego en la televisión un medio idóneo para su fotogenia, y se hizo extremadamente popular en espacios como «Un romance cada jueves». Bajo la dirección de Roberto Garriga y Carballido Rey, entre otros, actuó en numerosos teleteatros, confirmándose como uno de los rostros más reconocibles del medio en Cuba. Paralelamente, hacía teatro en las salitas de El Vedado, y en 1956 tuvo con Juana de Lorena, representada en la sala Hubert de