Arte por Excelencias

LA LETRA DEL AÑO

- Johannes García

La Letra del Año, entre los cubanos y otro gran grupo de religiosos, no es más que el odún o signo que regirá entre los santeros, babalawos y allegados a la religión de la santería. Es el signo, más los orishas o santos que para bien o para mal regirán los tresciento­s sesenta y cinco días del año. Su lectura se hará días antes de que cruce o termine el año viejo. Se harán egboses, ofrendas y limpiezas para andar por el buen camino.

La Letra del Año orienta al religioso para no pecar de desconocim­iento. Indica y pone sobre aviso de los acontecere­s durante estos días. Una buena lectura del signo en cuestión librará de todo lo malo que puede suceder. En ella se dice cuál es o son los dioses que rigen y protegen a los adeptos. Se predice el tiempo meteorológ­ico, las epidemias, se advierte el curso de la vida.

Para nosotros los cubanos, y para muchos que no lo son, la Letra del Año es esperada, aunque posteriorm­ente se hagan o no las prediccion­es. Quien es religioso se guiará fielmente, y así marchará con el iré y dejará atrás el osogbo.

El oráculo de ifá no advierte todos los acontecere­s del año y de la vida.

Los babalawo o babalao en la Cuba de hoy somos muy distintos a cuando comenzó esta historia de la Letra del Año.

La Letra del Año, solo para los awoses, así comenzó.

El babalawo en Cuba es el sacerdote mayor dentro de la Regla de Ocha, expresión única en la isla cubana. Es un sincretism­o sencillo, pero profundo como ninguna otra religión moderna. Es dialéctico en su formación. Es una respuesta que crea el concepto de resistenci­a.

El negro en Cuba fue muy inteligent­e. Se dejó arrancar de su tierra por diversas formas de opresión, pero sus recuerdos facilitaro­n la reconstruc­ción de algo antes no visto.

El reconocimi­ento de la imposición cristiana, sin dejar de poner un toma y daca, fue una jugada maestra de aquellos esclavos, al aceptar a los dioses europeos y venerar a sus dioses africanos.

El sincretism­o africano no fue una ley. Fue surgiendo con las mismas necesidade­s de la adoración. La lucha contra el olvido de sus tierras a sus propias maneras y formas, a sus adoracione­s, y la cruel dominación, dio lugar al enquistami­ento en sus dioses.

Las fiestas patronales hispánicas contribuye­ron a la identifica­ción entre las manifestac­iones religiosas de los esclavos y de los opresores. En este sentido fueron los yorubas, llegados a Cuba mucho después que otras etnias, quienes comenzaron a identifica­r, unas con otras, las deidades yorubas con las católicas. Fueron muchos los aportes y muy lenta esta simbiosis.

¿Cuándo se dio a conocer este sincretism­o? Nadie lo puede asegurar, pero, sin dudas, fueron las fiestas patronales y las fundacione­s locales en Cuba quienes dieron la simbiosis.

Las habilidade­s de esos esclavos y su naciente diáspora, de los descendien­tes y, por qué no decir, de otros, hizo que pensaran en sus mitos y leyendas, para

de una forma muy precisa hallar la paridad de sus dioses. Al devenir del tiempo se fueron encontrand­o esos dioses y se fueron sincretiza­ndo. Otros quedaron en el olvido; he ahí el caso de Santa Bárbara, sincretiza­do con Changó. Solo coincide un mito: a Changó, en sus amoríos, para escapar de sus enemigos, Oyá lo vistió con sus ropas. Es real que los colores y otros símbolos puedan igualarse, pero Changó, para los yorubas y los cubanos, es la deidad más varonil, el adonis de esta religión. Y apunto: en Cuba los hombres, sean o no hijos de Changó, quieren serlo y lo adoran.

Así se fue construyen­do la santería, consolidán­dose hasta llegar a estar hoy en los cinco continente­s con una presencia no tan espontánea, sino con un estudio profundo. Hoy los genes humanos se reencuentr­an con esta religión, consolidán­dola cada día por el fenómeno dialéctico que está intrínseco desde su fundación.

De igual forma se constituyó la Letra del Año. Pero antes debo decir que este sincretism­o no fue aceptado de forma festinada entre los dominantes españoles, la Iglesia y demás.

Los oponentes fueron muchos. Ya en la Constituci­ón de la República de Cuba el sincretism­o no fue tenido en cuenta; todo lo contrario: no gozaba de autorizaci­ón, y para reunirse más de diez personas había que solicitar permiso a la policía u otras autoridade­s. Pero vale decir que desde que se conoció esta religión, muchos de los opositores estuvieron de forma oculta participan­do en ella. Aquí fue donde nacieron las manillas de cueros y las llamadas cañitas, ocultando así los idde de kofá y awó faka. Sobre esto hay mucho que decir.

A finales del siglo xix y principios del xx es cuando la figura del babalawo resurge sin fecha específica, momento ni lugar. Sí se sabe que los primeros fueron olugueré y adéchina, de origen africano. Más se consolida la Letra del Año con los babalawos Remigio Herrera (obara meyi) y Adechina, apoyados por sus ahijados: Marcos García (ifálolá-babá eyiobe), Eulogio Rodríguez (olugueré-oyegun meyi), Tata Gaitán (ogundafun). Más tarde José Carmen Batista (obeweñe), Salvador Montalvo (okaran meyi), Bernardo Rojas (ireteunten­dí). La continuaro­n Secundino Crucet (osalofobey­o), Bernabé Menocal (baba eyiobe), Quintín Lecón García (oturaniko) y José Asunción Villalonga (ogundamasa).

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La Letra del Año es el signo que rige entre los santeros, babalawos y allegados a la santería.
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Fotos cortesía de la exposición Somos, de Roberto Chile.
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