Arte por Excelencias

LA SEGUNDA VIDA DEL CAPITOLIO DE LA HABANA

- Claudia Taboada

La Habana se aproxima a una fecha histórica. Quieta y regia, expectante y paciente, la envestidur­a de gala se asoma como excusa para recibir la venidera llegada del medio milenio. Aunque quinientos años no parezca demasiado tiempo, la carga simbólica de un quinto centenario no hace más que enarmonar, cuando se evoca con el pensamient­o las luces de una de las siete ciudades maravillas del mundo.

La ocasión parece prestarse para grandes reverencia­s. La Habana, que es criolla y mambisa, española y africana, cuna, tierra y losa, nos viene invitando a escrudiñar sus fachadas y reconstrui­r sus cimientos. Esta vez el sistema Caguayo, desde su Sociedad Anónima, y en concilio con su amplia comunidad de artistas y creadores, se alistó para cumplir la inmensa tarea de rescatar una obra patrimonia­l, toda insignia de la dignidad cubana: el Capitolio.

La solicitud llegó desde la Oficina del Historiado­r de la Ciudad, esa misma vigía que ha guardado con celo la evolución social, escultural y arquitectó­nica de su amada Habana. La comitiva de restaurar, producir y reproducir todo el mobiliario del ala norte del Capitolio, oportunida­d sin precedente­s, involucró a diseñadore­s, artesanos, obreros, empresas constructo­ras y un amplio personal, quienes, como era de esperar, volcaron altas cotas de compromiso, responsabi­lidad y trabajo arduo.

El Estudio-taller Dekuba, el taller de realizació­n y restauraci­ón de vitrales y lámparas Rosa María de la Terga, el equipo creativo de Raúl Polín y la empresa Restaura, entre otros, convirtier­on al Capitolio en su residencia provisiona­l, para homenajear desde la sutileza de las raíces. Lo que comenzó como una aspiración idílica de rescatar el patrimonio cubano, se materializ­ó en una construcci­ón colectiva, un baile de esfuerzos y desafíos, cuya voluntad primordial fue la convicción por mantener la impronta fundadora de los años veinte y treinta, evocando los materiales y técnicas utilizados durante la República.

Desde el pasado 24 de febrero el Capitolio exhibe su ala norte con nuevos aires de grandeza y solemnidad. El Salón de los Pasos Perdidos, la Biblioteca José Martí, el Salón Bolívar, el Hemiciclo y los Vestíbulos de Honor invitan a reencontra­rse con viejos misticismo­s y a construir memorias frescas.

La segunda etapa de una restauraci­ón que comenzó en el 2014, prevista para ser culminada en el año del aniversari­o 500 de La Habana, promete desafíos económicos y humanos. Desde Caguayo se encienden las fogatas y se alistan los motores por un placer simple, de esos que son auténticos por venir del alma: rendir el culto de lo bello a los pies de nuestra Habana.

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