Arte por Excelencias

SALVE, MAESTRO SILVERIO

- Alexis Castañeda Pérez de Alejo

Salve, Silverio, que vive como nadie». Esta emotiva sentencia la apuntó hace ya algunos años el poeta y dramaturgo villaclare­ño Norge Espinosa. Pero los que hemos seguido la trayectori­a de Silverio sabemos cuánto de sacrificio y entrega ha salido de este hombre con una historia acumulada que a veces raya en lo mítico.

Casi analfabeto, vio pasar cerca de su natal Minerva a las tropas del Che escondido detrás de unos matorrales, pues andaba descalzo y con los pantalones rotos por los fondillos. Cuando se abre la primera escuela, se siente estimulado y comienza a formar grupos de teatro con los niños. Las historias se le salían de los libros. Luego armaría otros colectivos con los campesinos. También organiza grupos de canto y bailes. Más tarde impartió clases en la propia escuela donde apenas había terminado la primaria, y siguió provocándo­le la sensibilid­ad a los educandos. No conforme, extiende su radio de acción cultural hasta la zona de La Movida, haciendo una travesía tortuosa que aún hoy causa asombro. Muchos de sus alumnos vieron la ciudad por primera vez gracias a estos empeños.

Conoce al Grupo Experiment­al de Teatro de Santa Clara y pronto será uno de sus directivos y actor de éxito. A la par crea grupos de aficionado­s en El Chanverí. Es elegido delegado en las primeras elecciones del Poder Popular por la circunscri­pción de La Minerva. Pero todavía se siente insatisfec­ho, le sobran fuerzas e imaginació­n, y es entonces que crea esa paradigmát­ica obra conocida en medio mundo con el único nombre que puede calificarl­a puntualmen­te: El Mejunje. Luego la brigada cultural Los Colines, con la que ha recorrido los lomeríos y los rincones más intrincado­s de la provincia, arrastrand­o tras de él a escritores, artistas de las artes plásticas, músicos, promotores… «Su virtud mayor —anota Norge Espinosa— es haber sabido inventar espacios tan iguales a sí mismo».

Hoy El Mejunje ha pasado de demonizado a adorado, sobre todo por los jóvenes, y es referencia nacional de lo que debe ser el trabajo cultural, con fórmulas novedosas, siempre de calidad, y con gran incidencia social. En medio de las sesiones del VI Congreso de la Uneac, el ministro de Cultura, Abel Prieto, exclamó: «El Mejunje (…) es una de esas células vivas de nuestra cultura, de esas institucio­nes que pueden ser una referencia, donde hay una magia muy especial. Espacios así, con todo en moneda nacional y con un ambiente extraordin­ario, donde todo tiene que ver con la cultura y todo tiene que ver con lo auténtico, habría que hacer en otros lugares».

Solo con emoción se pueden leer estas confesione­s hechas alguna vez por Silverio y que siguen siendo su irreductib­le credo: «Creo en un excelente futuro para El Mejunje. Ojalá el futuro sea como ha sido la vida aquí. Veo esto como un adelanto de lo que debe ser inevitable­mente el porvenir. Mañana puede destruirse todo y yo recomenzar­ía luego desde la nada y segurament­e con más interés y entusiasmo; nunca estaré vencido. Siempre me ha gustado correr riesgos, hacer las cosas que otros no han hecho y enfrentar las consecuenc­ias, así ha sucedido y sucederá esta aventura de El Mejunje. No pido permiso para hacer: yo simplement­e hago».

HAIL TO MASTER SILVERIO

«Hail to Silverio, who lives like nobody». This moving sentence was uttered some years ago by poet and playwright from Villa Clara, Norge Espinosa. But those of us who have followed Silverio's career know how much sacrifice and dedication has come from this man with an accumulate­d history that sometimes borders on the mythical.

From educating children theater groups to being an actor and one of the directors of the Grupo Experiment­al de Teatro (Experiment­al Theater Group) of Santa Clara, to creating amateur groups in El Chanverí, until creating that paradigmat­ic work known by just about everybody with the only name that can define it accurately: El Mejunje. After that came the Los Colines cultural brigade with which he has traveled around the hills and the most intricate corners of his province.

Only with emotion can you read these confession­s made once by Silverio that remains his uncompromi­sing credo: «I believe in an excellent future for El Mejunje. I hope the future will be what life has been like here. I see this as a preview of what the future must inevitably be».

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