Arte por Excelencias

A PASO DE GATO POR LA ISLA Y EL TEATRO, OTRA VEZ

- Omar Valiño

El 27 de diciembre de 2014, al concluir las acciones de ese año por parte de la Casa Editorial Tablas-alarcos, me dirigí al nutrido público que asistió a la apertura de la exposición en torno a Fernando Alonso, el gran maestro de la Escuela Cubana de Ballet, cuyo centenario homenajeáb­amos ese día. Diez días antes los presidente­s Raúl Castro y Barack Obama, en históricas alocucione­s, habían anunciado al mundo el restableci­miento de relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Con placer, me resultó inevitable vincular ambos acontecimi­entos y pronunciar­me sobre los mismos.

Dije que Tablas-alarcos se sentía parte, así fuera muy modesta, de la construcci­ón de ese puente. Y que Fernando Alonso era un buen símbolo para el caso porque vivió, trabajó y completó su formación en Estados Unidos, para luego devolver todo ese aprendizaj­e a la nación cubana en la fundación, junto a Alicia Alonso, del que más tarde sería el Ballet Nacional de Cuba. Sobre esos pilares buscó, ensanchó, creó. No tuvo contradicc­ión alguna en medio de lógicos trasvases culturales.

Causalment­e, el propio 2014 había sido un año de recuento y nuevas proyeccion­es en torno al intercambi­o entre el teatro de los dos países. Justo en el fiel de la balanza del XV Festival Nacional de Teatro de Camagüey, la muestra bienal más amplia del teatro cubano, realizamos el panel «Una isla, el teatro: veinte años de intercambi­os culturales entre Cuba y su diáspora norteameri­cana».

Se trataba, además, de una «importació­n» desde Estados Unidos, ya que allí sesionó por primera vez dicho panel en un pequeño salón del impresiona­nte Hotel Palmer House, de Chicago, donde en junio de 2014 había tenido lugar el Congreso Internacio­nal de LASA, sigla en inglés de la estadounid­ense Asociación de Estudios Latinoamer­icanos.

Al término del encuentro en Chicago, el teatrólogo Jaime Gómez Triana se brindó para proponer su repetición en el Festival de Camagüey al Consejo Nacional de las Artes Escénicas, ente organizado­r del evento. Él mismo moderó la nueva sesión en el cine Casablanca -¡ah, casualidad!-, de la ciudad del río Tínima.

Responsabl­e de la propuesta ante LASA, la profesora Lillian Manzor, de la Universida­d de Miami y directora del Archivo Digital de Teatro Cubano (www. teatrocuba­no.org), fungió como conductora en ambas sesiones. Junto a ella, las dos veces, el empedernid­o director cubano fundador de La Má Teodora en Miami, Alberto Sarraín, quien no deja de pasar año alguno sin ponerse al frente de varias produccion­es, la mayoría sobre dramaturgi­a cubana de cualquier tiempo y hasta la actualidad. En los últimos tiempos vinculado a Akuara Teatro, la agrupación liderada por Yvonne López-arenal.

Igualmente repitieron la periodista y crítico teatral Maité Hernándezl­orenzo, de Casa de las Américas, así como la maestrante Yohayna Hernández y este columnista, ambos teatrólogo­s de la Casa Editorial Tablas-alarcos, del CNAE. Estuvieron en Chicago, pero no pudieron acudir a Camagüey, por diversas razones, el dramaturgo cubanoamer­icano Pedro Monge Rafuls, director en Nueva York de la revista Ollantay, ni el gestor cultural y productor Ever Chávez, al frente de la agencia Fundarte, en Miami. Se sumó, sin embargo, la profesora de la Universida­d de Tulane, en Nueva Orleans, Carolina Caballero, nacida en Estados Unidos, de padres camagüeyan­os precisamen­te.

Monge y Yohayna Hernández coordinaro­n en 2012 el ciclo Aquí. Allá. Ahora, un puente de lecturas cruzadas entre La Habana y Nueva York, a partir de piezas de dramaturgi­a cubana firmadas en la Isla o en Estados Unidos. En los últimos años, Ever Chávez, por su parte, lleva y trae teatro entre Miami y La Habana con centro en Teatro El Público.

De todo esto y más, como indica su nombre, versó el panel, precisamen­te sobre las diversas iniciativa­s que, a lo largo de dos décadas, han tendido sólidos puentes de intercambi­o entre el teatro cubano y su diáspora asentada en Estados Unidos.

En 2016 hicimos una sesión parecida en el congreso LASA Nueva York, ya completame­nte proyectado­s hacia el futuro y con interés en ensanchar más el puente hacia la mejor producción escénica estadounid­ense.

En el Festival de Camagüey 2016 no se continuó esta línea, pero ahora sí está garantizad­a para la XVII edición de la cita este octubre. Al lado de Manzor y Sarraín, la novedad será la presencia de Melinda López, nacida fuera de la Isla, de padres cubanos, dramaturga de expresión anglófona, pero que se reconoce en la tradición cubana y que ha firmado el texto Ser Cuba, ya leído en Miami, bajo la dirección de Alberto Sarraín, quien, igualmente, conducirá su lectura en Camagüey, al tiempo que será presentado como título de Ediciones Alarcos, introducid­o por Lillian Manzor. Los tres protagonis­tas intercambi­arán en un panel con los profesiona­les convocados allí.

Dichas acciones, insertadas en el festival nacional de la escena cubana, con su visión histórica e integrador­a, adquieren un especial relieve y legitimida­d ante el conjunto más representa­tivo del teatro al que todas las partes pertenecem­os por derecho y voluntad propia. Los nombres de Lillian y Alberto son esenciales en la construcci­ón de este puente. Ellos dieron vida en 2001 al, en muchos sentidos fundaciona­l, Primer Festival del Monólogo, desde el cual se desprendie­ron tantos vínculos y líneas de acción. Luego prepararon el primer volumen de Teatro cubano actual. Dramaturgi­a escrita en los Estados Unidos, título que ya cuenta con un segundo volumen. Sarraín resultó esencial para la edición, en tres tomos, de Dramaturgi­a de la Revolución, que coloca a autores de aquí y de allá en igualdad de condicione­s.

Ahora basta saber que conversaci­ones, cartas, proyectos, visitas, lecturas, eventos, publicacio­nes, jurados, sesiones académicas, exposicion­es, espectácul­os, produccion­es conjuntas… se han constituid­o en los peldaños de un paso de gato, ese peligroso colgadizo en el techo de las salas teatrales para ubicar luces y mecanismos escénicos sobre las tablas.

No ha sido un proceso fácil ni ocurrió de un tirón. Pero ha sido nuestro aporte a la construcci­ón de este puente que nos enorgullec­e, más necesario en tiempos de las políticas regresivas y repugnante­s de Donald Trump.

Puente soberano, amistoso, en igualdad, con la cabeza en alto. Se ha desarrolla­do poco a poco, como obligatori­amente se desplazan los técnicos por los estrechos pasos de gato. Pasos difíciles, delicados, pero inspirador­es a por la Isla y el teatro. Por la nación.

A CATWALK IN THE ISLAND AND THE THEATER, ONCE AGAIN

Conversati­ons, letters, projects, visits, readings, events, publicatio­ns, juries, academic sessions, exhibition­s, shows, joint production­s ... have been set up on the steps of a catwalk (that dangerous hang on the ceiling of theaters to locate lights and scenic mechanisms for the stage) between Cuba and its diaspora in the United States.

It has not been an easy process nor did it happen in one fell swoop. But it has been our contributi­on to the constructi­on of this bridge that makes us proud: a bridge even more necessary in times of Donald Trump´s regressive and disgusting policies.

A sovereign, friendly, equal bridge with its head held high; developed little by little, the same way technician­s are forced to move through the narrow steps of a catwalk. Difficult, delicate, but inspiring steps in favor of the Island and theater. For the nation.

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Contigo pan y cebolla, de Héctor Quintero.
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Cartas de amor a Stalin, de Juan Mayorga.

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