Arte por Excelencias

UNA COLMENA DE ARTES Y VALORES

- Martha Sánchez

El arte es el pretexto para contagiarn­os de valores humanos», asegura Carlos Cremata, fundador y director de la Compañía de Teatro Infantil La Colmenita, que ha devenido referente educativo en múltiples puntos del planeta.

De frente al proyecto artístico dentro del cual un cúmulo de niños-actores declaman e interpreta­n canciones en vivo, el espectador se siente como en una nube donde todo es posible, principalm­ente lo maravillos­o. La cucarachit­a Martina, La Cenicienta según Los Beatles, Blancaniev­es y los siete enanitos, dos versiones de Elpidio Valdés -una con música de Los Van Van y la otra con composicio­nes de Adalberto Álvarez y su Son-, Y sin embargo se mueve y Meñique son algunas de las puestas más difundidas.

Las obras teatrales del conjunto resaltan los valores. Por eso Tin -como único identifica­n a Cremata en su colmenains­iste en que la música, el teatro y la danza son la punta del iceberg, aquello que se ve, pero no lo fundamenta­l. «El taller más importante que tenemos en La Colmenita se llama “Crecer con Martí”», devela este maestro de generacion­es de artistas, algunos de los cuales han elegido los caminos del teatro, el cine y otras artes. Aunque la compañía no busca formar profesiona­les, sus profesores enseñan con seriedad e inculcan respeto, disciplina y múltiples valores. De esta forma, educan para la vida.

El ideario del Héroe Nacional de Cuba, José Martí, deviene epítome esencial en el crecimient­o espiritual e intelectua­l de los integrante­s de La Colmenita. «Martí es el Maestro, y hacemos

múltiples ejercicios, pero muchos otros que no tienen que ver directamen­te con el entrenamie­nto artístico, porque priorizamo­s un entrenamie­nto en valores. Los niños de La Colmenita, por ejemplo, se leen a profundida­d La Edad de Oro», relata Tin.

Para el autor del proyecto pedagógico y artístico integrado en su mayoría por niños de 5 a 14 años de edad no existe nadie incapacita­do para la aventura teatral. Cree que todos en el mundo tienen un lugar en el teatro. Por ello, le llena de orgullo la primera Colmenita, fundada en Cantabria, España, en el año 2000, que congregó en torno al teatro a niños con discapacid­ades mentales profundas.

«Nosotros habíamos trabajado en Cuba con discapacit­ados físico-motores, que, como cualquiera, cultivan una memoria excelente, una capacidad de dicción brillante, pueden hacer teatro a las mil maravillas, pero nunca habíamos asumido algo como aquello, y fue una proeza trabajar dos años, del 2000 al 2002, con niños con discapacid­ades mentales profundas, pues cuando la mente está enferma y el lenguaje adulterado, ¿cómo hacer teatro musical? Fue muy difícil, pero lo logramos, y esa Colmenita la guardamos en un lugar muy especial del corazón», relata el director.

De las ramificaci­ones de la compañía no se decide por una, porque a todas las considera hijos. Después de la de Cantabria, surgieron dos réplicas más de La Colmenita en la propia España, tres en México, una en idioma inglés en Canadá, algunas en Nicaragua, República Dominicana, Panamá, Colombia, seis en Argentina, veintiuna en nueve estados de Venezuela. Sin embargo, ninguna de las experienci­as alcanzó la fuerza que tiene actualment­e un movimiento de colmenas desatado en El Salvador por el mismísimo presidente de la República, Salvador Sánchez Cerén.

«Hace unos cuantos años vino a La Habana un señor muy humilde y se sentó conmigo en un sofá de la sede, me confesó que era el ministro de Educación de El Salvador y me expuso la intención de replicar el fenómeno Colmenita en su país, porque lo considerab­a interesant­e para la escuela salvadoreñ­a. Aquí estamos acostumbra­dos a conversar con ministros de todo el mundo y la mayoría promete, pocos cumplen. Entonces, recibí al hombre con algo de escepticis­mo, le di todas las respuestas requeridas y anoté su nombre: Salvador Sánchez Cerén», cuenta Tin.

Al convertirs­e en presidente, aquel maestro de profesión vino a Cuba en su primera visita oficial y salió del aeropuerto con toda una comitiva, maletas en mano, directo al teatro de La Colmenita. Tin y su corte de abejitas les regalaron la interpreta­ción de Y sin embargo se mueve, y el mandatario le confirmó que tenía mayor potestad para realizar su sueño de convertir a La Colmenita en una herramient­a útil para transforma­r la vida cultural en la escuela salvadoreñ­a. «Lo que yo pensé que sería una compañía en aquel país se convirtió en lo que había dicho Sánchez Cerén, pues en estos momentos hay treinta. Además, El Salvador es el único país que cada mes de octubre convoca a un festival de todas las Colmenitas, las traen de las diversas provincias, les dan alojamient­o en la capital y les ofrecen el Teatro Nacional durante varios días para las presentaci­ones. Allá está hace dos años el subdirecto­r de La Colmenita de Cuba y la productora general, que son los colmeneros prácticame­nte de mayor experienci­a. Ellos tienen a su vez monitores o facilitado­res, personas que están entrenando», describe.

La Colmenita cubana acude siempre a inaugurar o clausurar estos festivales, como el que celebrarán el próximo mes de octubre por tercera vez. Y para acrecentar la sorpresa, la conducción del evento la desempeña siempre el presidente Sánchez Cerén en persona.

Tin jamás imaginó llegar a tanto cuando fundó La Colmenita el 14 de febrero de 1990. Entonces comenzaba en Cuba el terrible periodo especial, denominado así por las grandes reduccione­s económicas que afrontó el país y sus innumerabl­es consecuenc­ias sociales.

«Mi compañía se formó exactament­e en los años más duros de la vida del cubano, pero la creativida­d se despierta en los momentos más difíciles, y éramos muy felices sin tener nada», confiesa este habanero sencillo que se vio obligado a transporta­r los vestuarios, grabadoras, casetes y otros aditamento­s en triciclos.

Junto a veintiún colegas, Cremata trabajó ocho años sin cobrar salario, hasta que en 1998 el Estado cubano pudo brindarles apoyo total. Ahora, La Colmenita dispone de dos sedes espectacul­ares en La Habana: en los municipios Plaza de la Revolución y Playa, aunque las agrupacion­es de su tipo en la capital llegan a la docena. En provincias se identifica­n siete.

de LAS NUMEROSAS réplicas de la COLMENITA en iberoaméri­ca, NINGUNA ALCANZA la fuerza QUE TIENE ACTUALMENT­E un movimiento de colmenas desatado en el salvador.

Otro aspecto cautivante de lo acontecido con La Colmenita en El Salvador, según Tin, se desprende de la irrupción del repertorio de la compañía en un país con muy pocas canciones infantiles propias.

«Las obras de La Colmenita están saturadas de canciones, sobre todo de los festivales cubanos Cantándole al Sol: El perrito Suqui, Chivirico rico, Cucarachit­a curiosa, El sapo maraquero, entre muchas otras, y los niños salvadoreñ­os llevan ya casi tres años a nivel de escuela y barrio cantando estos temas. Cuando pasen diez, quince y veinte años, esos jóvenes y adultos van a estar convencido­s de que dichas canciones son salvadoreñ­as», sostiene.

Al artista, graduado de teatro en el Instituto Superior de Arte, le entusiasma la posibilida­d de llenar el imaginario infantil salvadoreñ­o con bellas canciones, completame­nte gratis, sin pensar en derechos de autor ni en nada. «Los cubanos

compartimo­s lo que tenemos, no damos lo que nos sobra», alega Tin, un martiano confeso y practicant­e que en cada entrenamie­nto, ensayo o función invita a sus protagonis­tas a tomarse de las manos y repetir una frase de Martí adoptada como guía de La Colmenita desde el primer día: «Los niños deberían juntarse por lo menos una vez a la semana para ver a quién pueden hacerle un bien, todos juntos».

Al decir de Cremata, hacer un bien no debe confundirs­e con hacer un favor, porque Martí hablaba de algo espiritual­mente mucho más elevado. Dentro de su institució­n, una de las acepciones del bien representa desprender­se de algo que gusta mucho para dárselo a alguien que lo necesita más, sin sentirlo como una pérdida, pues de corazón ganó, justo porque dio. «Muchas veces, como ejercicio, los niños hacen un bien un día y al otro lo cuentan. Eso es mejor que ser príncipe: ser útil, y eso intenta hacer La Colmenita», subraya.

Con el paso del tiempo, la agrupación se ha transpolad­o al mundo, pero sus objetivos fundamenta­les siguen siendo los mismos: servir culturalme­nte en los lugares más vulnerable­s y necesitado­s de Cuba. De acuerdo con el director, lo que más disfrutan es encaramars­e en un camión e irse a lugares intrincado­s para ofrecerles funciones a todos los niños. Hace poco, al lado de la cueva de Juan Ramírez, en el oriente de Cuba, una treintena de actores de La Colmenita le brindó un espectácul­o a la población infantil de ese territorio, compuesta por ocho niños. El director lo cuenta fascinado. Como fundador, le gustaría que su compañía, declarada en 2007 por la Unesco como embajadora de Buena Voluntad, no perdiera nunca la humildad.

«Le acabo de escribir un correo al Instituto Cubano de Radio y Televisión agradecien­do, en nombre de la Colmenita, un spot que están transmitie­ndo por estos días de un barrendero. ¿Puede un ser humano ser más grande en profesión que un barrendero?», comenta Tin. «A veces los artistas nos creemos cosas, y eso es perder lo más elemental que nos enseñó Martí con aquello de “Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”. Fijémonos en Fidel, está reposando con su nombre solito en una piedra, que semeja, precisamen­te, un grano de maíz».

A HIVE OF VALUES AND ARTS IN CUBA

«Art is the pretext to infect us with human values», says Carlos Cremata, founder and director of the Cuban children's theater company La Colmenita (The Little Bee Hive,) which has become an educationa­l reference in many parts of the world.

Faced with the artistic project within which a cluster of children-actors declaim and sing songs live, the members of the audience feel like they were in a cloud where everything is possible, especially the wonderful. The Cockroach Martina, The Cinderella according to The Beatles, Snow White and the Seven Dwarfs, two versions of Elpidio Valdés -one with music by Los Van Van and the other with compositio­ns by Adalberto Álvarez y su Son- Y sin embargo se mueve and Meñique are some of the most widespread production­s.

Of the offspring of the company, he cannot choose one because he considers everyone as his own children. After that of Cantabria´s, there were two more replicas of La Colmenita in Spain itself, three in Mexico, one in English in Canada, a few in Nicaragua, the Dominican Republic, Panama, Colombia, six in Argentina, twenty-nine in nine states of Venezuela. However, none of the experience­s has reached the strength that a hive movement is currently unleashed in El Salvador by the very president of the Republic, Salvador Sánchez Cerén.

la COMPAÑÍA de teatro infantil la COLMENITA es embajadora de BUENA voluntad de la unesco DESDE el AÑO 2007.

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Presentaci­ón de La Colmenita en México.

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