LA ERA DE LA TIMBA CUBANA
Palacio de la Salsa, en tres volúmenes, abre una puerta sonora que era necesaria, tal vez urgente, tener a mano para reorientar la música popular bailable cubana en estos tiempos.
Marca el fin de una era y el comienzo de otra. El cabaret Copa Room del Hotel Riviera fue el centro de este cambio trascendental en la vida musical y de la cultura nacional en general. Moría uno de los sitios emblemáticos de la noche habanera y nacía una leyenda: el Palacio de la Salsa, y con él la «era de la timba cubana».
Son los años noventa, tal vez los más convulsos de la vida cubana de la segunda mitad del siglo xx. «El que no bailó es un gil», se pudiera decir después de escuchar los tres volúmenes —me gustaría llamarle tomos— de esta selección musical en la que José Manuel García, en su carácter de compilador, se arriesga y se enfrenta al escrutinio musical de la nación.
Contradicciones, polémicas, incomprensiones y un largo etcétera afloraron de las noches y las vivencias de esos siete años en que abrió sus puertas El Palacio, como le llamaban nacionales y visitantes. Este es el primer testimonio sonoro de uno de los momentos más alucinantes de la historia musical y social de Cuba. Algún día no muy lejano llegará el testimonio fílmico como complemento. El país vivió el esplendor de su mundo mágico-religioso y musical, ora de manos de un poeta, ora en manos de un simple mortal; ora a pedido de la vox populi, que impulsó y alimentó esta leyenda.
De los fundadores hoy hay dos ausentes: Elio Revé y Juan Formell. Sus palabras hubieran sido fundamentales para entender aquellos acontecimientos. En esta compilación también se incluyen orquestas e intérpretes que quedaron en el camino; no importa que ya no están, su música los representa. También se podrán señalar algunas ausencias de temas trascendentales o que se pudieran considerar importantes de aquellos años y que bailaron los cubanos hasta la saciedad —pienso en el Murakami mambo—; ello obedece a que toda compilación siempre es un primer paso. Es lo que piden los padres a los hijos una vez que logran sostener la posición bípeda: un paso para tener la alegría del andar por la vida. Esa es tal vez la voluntad del compilador: obligarnos a andar y a hurgar en la memoria individual y colectiva.
Palacio de la Salsa, en tres volúmenes, abre una puerta sonora que era necesaria, tal vez urgente, tener a mano para reorientar la música popular bailable cubana en estos tiempos. Entonces permitan que acompañe esta compilación con un decálogo mínimo —a modo de manual de instrucciones para usuarios, en este caso oyentes—, necesario para su comprensión:
1. Mantenga siempre estos CD al alcance de sus hijos, su familia y amigos. Este disco, adictivo en su contenido, es beneficioso para la salud cultural de su familia. Inclúyalo en su colección musical de cabecera. Su escucha y disfrute no necesita prescripción de personal calificado.
2. Aunque nos oponemos a la piratería, haga una copia y téngala siempre al alcance de su dispositivo privado de escucha. Es personal e intransferible. Sugiéralo.
3. Las omisiones no son indebidas. Esta es una primera selección que usted puede ampliar si se pone al habla con su compilador y los distribuidores autorizados. Con gusto le atenderán.
4. Organice su propia fiesta de lanzamiento. Los vecinos se lo van a agradecer.
5. Baile el tema de su gusto en público. No le dirán loco, pero posiblemente le envidien el ejercicio de memoria. Recuerde que el «tembleque», que era —o es— la forma de bailar la timba, descongeló cinturas en todo el mundo.
6. El movimiento musical se llama timba; lo de «salsa cubana», además de haber sido el nombre de una revista, fue un eufemismo musical para calmar a los detractores y abrirse paso en el mercado.
7. Aunque el Palacio de la Salsa ya no funciona, puede hacerse su leyenda sobre el lugar y fabular sobre cada músico involucrado y hasta considerarlo su amigo personal. Los productores admiten esa licencia, y nadie va a cuestionar su historia.
8. El orden de la escucha no altera la calidad del producto. Al contrario, justifica su selección personal.
9. La nostalgia es inherente al ser humano. Lleve estos discos a la tumba si es necesario.
10. Esta música es insuperable. No tiene fecha de vencimiento.
Los noventa son parte de la memoria colectiva. Muchos en Cuba aún continúan viviéndolos. Sin su recuerdo no pueden entender el presente y futuro musical que nos rodea. Entonces, venga a nosotros la música.
En esta compilación se incluyen orquestas e intérpretes que quedaron en el camino. También se podrán señalar algunas ausencias de temas trascendentales de aquellos años; ello obedece a que toda compilación siempre es un primer paso.
PALACIO DE LA SALSA. THE ERA OF CUBAN TIMBA
It marks the end of one era and the beginning of another. The Copa Room cabaret at the Hotel Riviera was the center of this momentous change in national culture and musical life in general. One of the emblematic places of Havana nights began to die as a legend was born: the Palacio de la Salsa, and with it the «era of the Cuban timba».
It was the nineties, perhaps the most convulsive years of Cuban life in the second half of the twentieth century. José Manuel García, in his capacity as compiler of this musical selection, took risks and faced the nation's musical scrutiny.
Contradictions, controversies, misunderstandings and so on came out of the nights and experiences of those seven years when the «Palacio…» opened its doors, as it was called by nationals and visitors. This is the first sonorous testimony of one of the most amazing moments of the musical and social history of Cuba.
The nineties are part of our collective memory. Many in Cuba still continue to live them. Without its memory they cannot understand the musical present and future. Then, music…come to us!