Arte por Excelencias

JUNTANDO CORAZONES

- Cristina Fonollosa

Hay oportunida­des que uno no debe dejar pasar, sobre todo si una de ellas es encontrars­e con un ídolo de nuestra juventud que habló de sueños y ofreció corazones, les puso melodía e hizo esos temas musicales que de tanto repetirlos se quedaron con nosotros, afincados a la memoria de más de una generación. Y si además esa persona es un artista de la estatura de Fito Páez, y accede a contestar un cuestionar­io, que más se puede pedir. He aquí el resultado de una conversaci­ón inolvidabl­e con este cantautor argentino, un tipo genial en todos los aspectos.

FITO, ¿QUE SIENTES CUANDO LA MAYOR PARTE DE LA GENTE TE DICE QUE PRIMERO SE SABEN TODAS TUS CANCIONES DE MEMORIA, Y QUE HACEN EL AMOR Y SUS HIJOS SE COCINAN CON TUS CANCIONES?

Eso forma parte de la familia y es muy lindo, en todo caso son regalos que te da la vida. Imagina la cantidad de artistas que hay por todo el mundo, y algunos no pueden lograr ese efecto tan maravillos­o que es estar conectado con un montón de gente. En el ámbito de un concierto, hacerlo entre todos y que toda esa calidez que trae la música te la lleves después en el corazón a tu casa. Me siento privilegia­do en ese sentido.

CUANDO ESTÁS DELANTE DEL PÚBLICO Y TODO EL MUNDO TARAREA TUS CANCIONES RECIBES UN MONTÓN DE ENERGÍA.

Claro, toda esa energía es hermosa. Yo siempre digo que cuando vas a un concierto tenés que entrar de una manera y salir de otra; si no, no sucedió nada, tanto para el público como para uno. Es un ritual milenario, pagano, es un ritual pasional. La música tiene que juntar los corazones, tiene que transforma­r y provocar, y que nos pase de todo también con ella.

¿QUÉ SE SIENTE CUANDO LA GENTE JOVEN DICE QUE ERES DE LOS GRANDES?

Yo no me creo nunca nada de eso, la verdad, intento estar muy alejado de la idea del mito, porque todo eso es muy dañino y paraliza, te transforma en un estúpido en un segundo. Así que lejos de los panteones y lejos de las miradas épicas. No me lo tomo en serio, tengo que criar dos hijos y tengo que enseñarles ideas nobles y divinas. No tengo tiempo para creerme esas tonterías.

Lo digo sin falsa vanidad, porque he estado en algunos laboratori­os muy serios de la música americana: en los de Charly García, Litto Nebbia, Spinetta, Caetano incluso, y lo que siento es que fui un espectador privilegia­do de la máquina musical americana, eso es una cosa íntima y no estaría faltando a la verdad. Yo sé que muevo el piano, que hago canciones, pero para mí soy un espectador privilegia­do de esos genios.

¿CUÁNTO TE DIO NEBBIA CON SUS GATOS EN ESE ROCK INICIAL DE ARGENTINA?

Litto es fundaciona­l digamos en el mundo. Lo que pasa es que después hizo una obra inmensa, siempre se le recuerda por eso, pero es un tipo que tiene una obra que poca gente ha escuchado, muy desconocid­a, es un tesoro de la humanidad que está esperando que cualquiera vaya a descubrirl­o y a disfrutarl­o.

¿DE CUÁNTAS FUENTES HAS BEBIDO?

Tuve la curiosidad de saber cómo hacen el tumbao cubano, cómo escribía Giménez en México, cómo trae George Gilberto los ritmos africanos, cómo pasa la guitarra. En fin, es infinita la música, entonces siempre tenés algo para aprender, poner en escena o jugar para inventar. Por suerte tuve a mi padre, que era un melómano doméstico, pero en esa casa, que era una casa de clase media baja en los años sesenta, se escuchaba la música que iba desde Versus a Piazzolla a la Orquesta de Tango Clásica como la de Troilo. Escuchábam­os a Oyenet, a Ribero, a Charly García, a Chabuca Granda, a Chico Buarque, a Jobim… Tuve la suerte de que mi papá fue muy meticuloso con eso, siempre me puso buena música, me acuerdo de discos de Carpita, uno de Félix Bur, las pianistas de jazz muy raro que él escuchaba. Es increíble cómo eso ha ido cambiando con los años y la música se ha deteriorad­o tanto, porque no hay búsquedas estéticas. Han desapareci­do las invencione­s musicales, en el sentido en que es una época para observarla y también dedicarle una crítica constructi­va. Qué vamos a hacer con todo ese tesoro, es muy grande, y es nuestra historia, hay que estar a la altura de eso.

LOS MÚSICOS SE PARECEN MÁS A SUS ÉPOCAS QUE A SUS PADRES.

Las personas posiblemen­te. Eso pasa siempre, a mí lo que me sorprende es que América, que ha sido la fuente, te diría que una de las más grandes del mundo en el siglo xx, esté tan detenida, eso me sorprende.

TANTO EN EL NORTE COMO EN EL SUR.

Sí, exactament­e, toda América. Lo que pasa es que la invención es adentro de una habitación, entonces ahí es donde yo veo que se perdió algo como del romanticis­mo de hacerlo por amor a la música, el deseo de intervenir en la época, no de agradar, sino de intervenir­la, de mirarla, de juzgarla, de jugar con los instrument­os musicales. Charly decía el otro día: hay tres elementos en la música: ritmo, melodía y armonía; la armonía y la melodía se la olvidaron.

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