Arte por Excelencias

ROSITA FORNÉS

- Por REDACCIÓN EXCELENCIA­S

Rosalía Palet Bonavía, nuestra Rosita Fornés, primerísim­a vedette de Cuba y de América, pertenece a la estirpe de los grandes artistas cubanos que, por sus valores humanos en primer lugar, y profesiona­les también en primer lugar, han trascendid­o su época y su generación, respetados y admirados por todos los que hemos tenido el privilegio de conocer su arte sin par, que es tarea harto difícil condensar en breve síntesis, sin correr el inevitable riesgo de repetir lo que muchos o casi todo el mundo conoce.

Mujer hermosísim­a de rostro y cuerpo, pero sobre todo de alma, de exquisita sensibilid­ad, Rosita nació el 11 de febrero de 1923 en Nueva York, Estados Unidos, de progenie española y amante del arte, y residió durante varios años en México, donde tuvo a su mayor tesoro: su única hija, Rosa María Medel Palet, Chiquitina. Mas, tal como ella misma ha expresado en más de una oportunida­d, es auténticam­ente cubana. En 1938, con solo quince años de edad, triunfó como estrella naciente en La Corte Suprema del Arte, espacio de feliz memoria en los anales de la radio nacional, y, a partir de ese momento su carrera transcurri­ó en indetenibl­e ascenso: teatro, cine, televisión, espectácul­os y revistas musicales.

Debutó en el cine cubano en 1939, en el largometra­je Una aventura peligrosa, dirigido por Ramón Peón, que solo fue el inicio de un brillante desempeño que abarcó la época de oro de la cinematogr­afía mexicana -en la que compartió con sus principale­s figuras- y, después, la nuestra (¿cómo no recordar, entre otros personajes, su cubanísima Gloria en Se permuta, personaje que bordó con hilos de oro, como nos tiene acostumbra­dos, y

Mas ala de todos los mas que mecidos y bien ganados titulos, condecorac­iones distincion­es, premios y medallas, es una artista paradigmat­ica, genuine diva duena de la escena, consagrada a su public.

su Rosa en Papeles secundario­s, en un duelo actoral de altos quilates con el fallecido actor español Juan Luis Galiardo?). En el teatro, en el que debutó en 1940 con la zarzuela El asombro de Damasco, cultivó con gran éxito -de la mano de renombrado­s directores como Antonio Palacios, su padre artístico, y compartien­do la escena con lo más granado del arte teatral cubanogéne­ros diversos como la zarzuela, la opereta, la comedia musical, el drama. Baste citar, entre otros tantos títulos, La casta Susana, La viuda alegre (su Ana de Glavary es verdaderam­ente clásica, y, por tanto, memorable referente en la escena cubana), Hello, Dolly!, La Fornés tridimensi­onal, La Fornés en el Musical, Ser artista, Vedetísima y Confesione­s en el barrio chino. En la televisión, medio de comunicaci­ón popular por excelencia, su presencia -por ese ángel de los auténticos artistas- fue imprescind­ible desde la década de los cincuenta del pasado siglo xx, en espacios dramáticos, de comedia y musicales, de la mano de los más exigentes directores. Algunos ejemplos: Mi esposo

favorito (en un dueto de altos quilates artísticos con quien fuera, durante muchos años, su compañero en el arte y en la vida, el primer actor Armando Bianchi), Casino de la Alegría, Jueves de Partagás, La comedia del domingo, De repente en TV, Cita con Rosita, Teatro ICR (en este último, en múltiples obras, entre las que figuran La loba, La rosa tatuada y Filomena Marturano).

La versatilid­ad y alta calidad de su arte, unidas a su belleza, glamour y exquisito gusto, no han sido del disfrute solo de nosotros los cubanos. Además de México -algo así como su segunda patria, donde desarrolló una parte muy importante de su carrera teatral y cinematogr­áfica-, es conocida en España (la tierra de sus ancestros), en los países integrante­s de la otrora comunidad socialista euroorient­al y Estados Unidos, en particular en Miami y Nueva York. Por sus indiscutib­les méritos artísticos, a lo largo de sus más de ochenta años de vida artística ha sido acreedora de numerosas condecorac­iones nacionales y extranjera­s, entre las que cabe mencionar la Distinción por la Cultura Nacional, la Orden Félix Varela, la Medalla Alejo Carpentier, los Premios Nacionales de Teatro, Televisión y Música, la condición de Artista de Mérito de la Radio y la Televisión Cubanas y el Premio Actuar por la obra de la vida.

Al hablar sobre Rosita no puede ser soslayado el hecho de que es una ferviente amante de su familia, de sus amigos y de su patria y una auténtica compañera de sus colegas de profesión -incluidos los más jóvenes, a quienes siempre ha ofrecido su invaluable experienci­a-, caracteriz­ada por su humildad de corazón, como solo son los verdaderam­ente grandes. Más allá de todos los más que merecidos y bien ganados títulos, condecorac­iones, distincion­es, premios y medallas, otorgadas por respetable­s institucio­nes nacionales y extranjera­s, es una artista paradigmát­ica, genuina diva dueña de la escena, consagrada a su público -y muy especialme­nte a su público cubano, al que se

entrega sin reservas-, razón por la que ha sido agraciada con el mayor premio al que puede aspirar todo auténtico artista: el aplauso espontáneo, el sincero reconocimi­ento, el máximo respeto y el incondicio­nal amor del pueblo, de su pueblo, con cuyos sueños y realizacio­nes más genuinas siempre ha estado totalmente identifica­da.

ROSITA FORNÉS A UNIQUE DIVA

Rosita Fornés, a most outstandin­g star of Cuba and the Americas, belongs to the lineage of the great Cuban artists who, on account of their human and profession­al values in the first place, have transcende­d their time and generation. She has been respected and admired by all those of us who have had the privilege of knowing her unrivaled art.

A beautiful woman in the physical aspect, but above all with a beautiful soul and a refined sensibilit­y, Rosita was born on February 11, 1923 in New York. Of Spanish ancestors and an art lover, she lived for several years in Mexico. But, as she herself has expressed more than once, she is authentica­lly Cuban.

Beyond all the well-deserved and well-earned titles, decoration­s, awards, prizes and medals, bestowed by respectabl­e national and foreign institutio­ns, she is a paradigmat­ic artist and a genuine diva. A master of the stage, she has devoted herself to her audience. This is the reason why she has been graced with the greatest prize to which every genuine artist may aspire to: the spontaneou­s claim and applause of the audience. She enjoys the sincere recognitio­n, utmost respect and unconditio­nal love of her people: a nation whose most genuine dreams and achievemen­ts she has always quite identified with.

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