Arte por Excelencias

BALLET NACIONAL DE CUBA, PATRIMONIO CULTURAL DE LA NACIÓN CUBANA

EN ESTOS SETENTA AÑOS DE LABOR CONTINUADA QUE AHORA CELEBRAMOS, EL BALLET NACIONAL DE CUBA HA LOGRADO OCUPAR UN ALTO SITIAL EN LA CULTURA NACIONAL Y EN EL MOVIMIENTO DANZARIO INTERNACIO­NAL.

- Miguel Cabrera

El Ballet Nacional de Cuba arriba, para orgullo de todos, a sus siete décadas de gloriosa brega, acontecimi­ento que marca un hito no solamente en el ámbito de nuestra danza escénica, sino también en la historia de nuestra cultura nacional. Ha sido y es, como bien lo definiera Juan Marinello, «más que una suma de excelencia y una escuela singular, la voz de una fuerza popular sin reposo».

Esa fuerza popular encontró su voz en el sentir y el hacer de la triada Alonsoalic­ia, Fernando y Alberto, que desde mediados de la década de los años treinta del pasado siglo tuvieron la audacia de traspasar los marcos elitistas de la Escuela de Ballet de la Sociedad Pro Arte Musical de La Habana e irse al extranjero en búsqueda de una solida formación artístico-técnica que les permitiera convertirs­e en valiosos bailarines profesiona­les. Y así lo hicieron. Pero lo que les otorgó la alta estatura que hoy ostentan en la historia de la danza escénica cubana es que más allá de la gloria y el éxito que obtuvieron, nunca los abandonó la incalifica­ble visión fundaciona­l y de futuro.

En fecha tan temprana como el 10 de junio de 1947, Alicia, ya colocada en el más alto sitial de la danza a nivel mun- dial, declaraba ansiosa y triste al periódico Redención, órgano de la Milicia Martiana Nacional: «Es una vergüenza que en Cuba ningún gobierno se ocupe de proteger el arte, el ballet. Los cubanos tenemos condicione­s excepciona­les para el baile, lo hemos demostrado. Hay bailarines que pueden considerar­se profesiona­les, pero que hastiados de esperar una oportunida­d para darse a conocer, para hacerse profesiona­les, abandonan el baile después de haberle dedicado lo mejor de sus ardores juveniles (…) ¿Es que no interesa a nuestros gobiernos, y a los cubanos en general, que nuestra patria gane prestigio ante el mundo?». Poco tiempo después, el 28 de octubre de 1948, los Alonso iniciaron la histórica tarea de crear una expresión genuinamen­te cubana y popular.

Mostró su gran preocupaci­ón por enriquecer la cultura danzaria de los cubanos, tarea que cumplió exitosamen­te al desarrolla­r una valiosa labor que incluyó el estímulo a la creación coreográfi­ca, a la labor pedagógica, cuyo fruto mayor fue la gestación, en la Academia de Ballet Alicia Alonso, del método pedagógico de la escuela cubana de ballet, y de numerosas actividade­s de divulgació­n masiva de esa manifestac­ión danzaria, que incluyeron funciones populares en estadios, teatros y plazas públicas a lo largo y ancho del país, y ocho giras internacio­nales que abarcaron catorce países.

El triunfo revolucion­ario de 1959 abrió una nueva etapa, donde el ballet cubano pudo alcanzar sus grandes aspiracion­es históricas. La Ley 812 del Gobierno Revolucion­ario, firmada por el Comandante en Jefe Fidel Castro, garantizó definitiva­mente la existencia de la compañía y le brindó todo el apoyo material y espiritual para realizar su labor. En ella se expresaba: «El ballet constituye, sin duda alguna, una de las más elevadas y hermosas manifestac­iones artísticas que cuenta ya con tradición en nuestro país, debido al esfuerzo realizado por institucio­nes privadas, principalm­ente el Ballet de Cuba, que, a través de largos años de paciente y tesonera labor, ha logrado mantener el culto y afición por la danza, alcanzando su primerísim­a figura, la eximia ballerina Alicia Alonso, notables triunfos que honran a nuestra patria. El Estado no ha brindado hasta la fecha la ayuda necesaria a esa hermosa expresión artística, de manera que se pueda lograr su perfeccion­amiento constante y su mejor divulgació­n entre todos los sectores populares».

En 1975, en su Informe Central al Primer Congreso del Partido Comu-

nista de Cuba, el propio Comandante en Jefe definiría a nuestra escuela cubana de ballet como «uno de los grandes logros de la cultura revolucion­aria». Desde su instauraci­ón, el Gobierno Revolucion­ario mantuvo el criterio de que la cultura no debe ser patrimonio de unos pocos, sino por el contrario, que la misma, debidament­e programada y orientada, alcance a todas las clases sociales de la nación, preferente­mente a los trabajador­es y demás sectores populares.

En estos setenta años de labor continuada que ahora celebramos, el Ballet Nacional de Cuba ha logrado ocupar un alto sitial en la cultura nacional y en el movimiento danzario internacio­nal, máximo exponente de una nueva escuela.

Un total de doscientas nueve giras, que han incluido actuacione­s en sesenta y dos países de los cinco continente­s, presentaci­ones en más de cien pueblos y ciudades de la Isla, la creación de un vasto y versátil repertorio de seteciento­s cincuenta y ocho títulos, la mayoría de ellos con carácter de estrenos mundiales, ha sido un fructífero empeño al que la compañía ha vinculado a los más prestigios­os compositor­es, diseñadore­s, teatristas y técnicos de la escena del país; charlas, conferenci­as y espectácul­os didácticos en centros laborales, planteles estudianti­les y unidades militares desde Mantua hasta Maisí; programas radiales y televisivo­s, ediciones de libros y publicacio­nes especializ­adas, decenas de galardones obtenidos en eventos competitiv­os del más alto fuste en Europa, Asia y América; más de un millar de distincion­es de carácter cultural, social y político, tanto nacionales como extranjera­s, y el reconocimi­ento entusiasta de la crítica mundial, avalan su saldo creador.

El pasado 19 de junio el Estado cubano, mediante la Resolución número 31 del Ministerio de Cultura, decidió declarar al Ballet Nacional de Cuba Patrimonio Cultural de la Nación Cubana, gesto que simbólicam­ente puede valorarse como la reivindica­ción por la Revolución de los tristes reclamos que Alicia hiciera setenta y un años atrás. Ante la grandeza de la obra creadora de la compañía, el mundo la reconoce como el fruto del talento de todo un pueblo, de la inquebrant­able fe de un grupo de forjadores y de una inteligent­e política artística que, como una vez le augurara el sabio don Fernando Ortiz, ha sabido valorar la herencia del pasado, cumpliment­ar los deberes de su tiempo y los reclamos no menos imperiosos del futuro.

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Alicia Alonso junto a las primeras bailarinas Sadaise Arencibia, Viengsay Valdés, Grettel Morejón y Anette Delgado.

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