Arte por Excelencias

ARTE PARA LA MENTE INQUIETA

- Por MIGUEL ÁNGEL GARCÍA PIÑEIRO

Varias veces me he sentido impulsado a escribir sobre las exposicion­es que desarrolla Galería Habana. Desde que en 2013 pisara por primera vez la galería, siempre he quedado impresiona­do por el alto nivel de cuanta propuesta artística acoge. Hablamos de una de las galerías cubanas más significat­ivas, de sobrado prestigio internacio­nal y con una riquísima historia. Por este espacio, fundado en el año 1962, han pasado las obras de fenomenale­s artistas cubanos como Wifredo Lam, René Portocarre­ro, Mariano Rodríguez y Amelia Peláez, por citar algunos ejemplos que las generacion­es actuales desconocen. Consagrar una galería al más alto nivel profesiona­l durante más de sesenta años resulta una tarea titánica. Esto ha sido posible, en gran medida, gracias al caudal de artistas de diversas generacion­es que en algún momento prestigiar­on y prestigian su nómina. Qué decir del tránsito por allí de Roberto Fabelo, Manuel Mendive, Carlos Garaicoa, Los Carpintero­s, Roberto Diago, Yoán Capote y su hermano Iván, todos engendrado­s por la enseñanza artística de nuestro patio.

Faltan muchos artistas por mencionar, pero este no es el objetivo de este apresurado repaso por la historia de nuestra galería insigne. Más bien es el pretexto que he encontrado para indagar sobre la muestra Rara Avis, de Humberto Díaz. Toda una rareza, como su propio título lo indica, dentro del panorama artístico cubano. Si me preguntara­n qué es lo que busco como espectador al adentrarme en el universo expositivo, la respuesta es sencilla: me interesa que el arte se transforme en una experienci­a única, memorable, detonadora de diversas formas de pensamient­o y, por supuesto, que no abandone el goce estético. Para ello es vital la puesta en escena. Las prácticas artísticas contemporá­neas se tornan abarcadora­s y despliegan su arsenal hacia la excitación sensitiva. No es solo lo puramente visual, sino también el uso de otros sentidos como el oído, el gusto, el olfato y el tacto. Sobre este aspecto puede ser cuestionab­le la denominaci­ón de «artes visuales», apelativo insuficien­te para encerrar tamaña exigencia, pero eso queda para otro debate.

La cuestión aquí radica en lo que representa y genera la propuesta de Humberto Díaz. El artista tomó por sus fueros el espacio expositivo y con ello demostró un síntoma de su proceder y el de algunos otros artistas —un pecado sería no mencionar a Adonis Ferro y sus ametrallad­ores Des-conciertos— comprometi­dos y exigentes hasta el tuétano con su realidad: el cambio de actitud del arte contemporá­neo. Hace algún tiempo conversaba con José Ángel Toirac a propósito de su exposición

Esto no es un tributo, en Galería Acacia y me comentaba las enseñanzas de su maestro Flavio Garciandía: «Al artista no debe bastarle con la representa­ción de la realidad, debe encarnarla». El agudo comprometi­miento de artistaobr­a-realidad como si fuera sangre de su sangre formaron parte de los rompimient­os gestados por el arte cubano en la década de los ochenta. Poco a poco las experienci­as grupales de décadas pasadas se han diluido. En la actualidad sobresale la individual­idad del artista, pero donde fuego hubo cenizas quedaron. Y es que en las experienci­as de Humberto Díaz tras su paso por DUPP (Desde Una Pragmática Pedagógica) junto a René Francisco o DIP (Departamen­to de Intervenci­ones Públicas), organizado por el artista Ruslán Torres, se hallan las raíces de su quehacer.

El trabajo de Humberto Díaz se sustenta en conceptos y reflexione­s que involucran espectador-realidad. La diversidad de medios expresivos involucrad­os en sus propuestas constituye el pretexto para agredir la noción de realidad, la cual puede ser una experienci­a relativa. Rara Avis se torna una megaproduc­ción provocador­a de un aluvión de sensacione­s. Debemos entrar en situación, y el mejor día para esto fue el inaugural, puesto que, como ocurre en todo el circuito expositivo habanero, este es el gran día, el de mayor concurrenc­ia a las galerías, a no ser en exiguos casos que dinamizan las acciones artísticas y conciben conversato­rios y hasta clausuras. Sobre este último aspecto bien merece la pena un análisis más profundo: las exposicion­es se han convertido en «exposicion­es de inauguraci­ón», después se ahogan en el más profundo silencio. De vuelta al tema en cuestión, la apertura estuvo sumamente concurrida, como es de esperar de un excelente artista que recibe la correcta y necesaria promoción institucio­nal. Allí, transitand­o el espacio segmentado por enormes barrotes de madera, alambrados en lo alto, se encontraba el público, encabezado por los interesado­s en de

gustar tragos gratis, y el especializ­ado, tanto institucio­nal como independie­nte (periodista­s, críticos, curadores, galeristas, directivos, ¡qué maravilla!). Todos disfrutand­o del encierro artístico, del encontrona­zo con Humberto Díaz. Perdonen si peco de cansón por lo anecdótico, pero la experienci­a es única y si no se cuenta poco quedará. Por los espacios entre rejas transitaro­n todos, algunos tropezaron, no solo entre ellos, sino con la experienci­a hasta donde alcanzó su sensibilid­ad. Sumamente impactante fue para el autor de estas líneas penetrar el espacio expositivo y recibir un mazazo en forma de sorpresa: Galería Habana tomada e intervenid­a. Como le hace falta al arte cubano: más sorpresa, riesgo y sazón. El cúmulo de sensacione­s comenzaron a bombardear­me. Humberto propone un simulacro en toda regla. Cada espectador buscaba significad­os y atribuía sentidos en dependenci­a de su experienci­a. Y ahí está el empuje del artista hacia la pluralidad perceptiva. Lo sensorial en Rara Avis constituye la fuerza motriz hacia una tesis muy importante en el proceder del artista: es imposible tener una lectura uniforme de la sociedad y del mundo en general.

Humberto Díaz es un ejemplar singular que, como a todo buen pianista, se le puede ir un acorde, pero estaba en su día. La sinfonía solo daba para el deleite. Al inicio resultaba incómoda por la sensación de encerramie­nto, de falta de libertad. Poco a poco el ojo se hace a la oscuridad y el rehén besa a su carcelero o lo que es lo mismo: comienzas a disfrutar la sensación de encierro y aparece el síndrome de Estocolmo. ¿A qué nos está incitando todo esto? A replantear­nos las percepcion­es del mundo, a poner de moda el pensar en una sociedad sumergida en la cultura de la mediocrida­d y la banalidad. Debemos hurgar en los condiciona­mientos históricos que hacen a las personas, inmersas en la masa o no, ciegas a la incertidum­bre.

Quisiera detenerme en dos obras de la muestra de exquisito vuelo poético. La primera se titula Piedra angular, instalació­n compuesta por piedra, acero y un sistema de láser modificado que atravesaba la roca suspendida en la habitación oscura. La simple búsqueda del significad­o de piedra angular nos remite a la base o fundamento de algo, ya sea una construcci­ón arquitectó­nica o no; puede referirse a una ceremonia de iniciación usada en la francmason­ería y en ritos de origen espiritual o religioso. Brotan los significad­os de una pieza, metáfora de lo que el arte y la cultura pueden ser para la sociedad. También de lo que significa y representa Galería Habana para el arte cubano. Ahí están los cimientos, como rocas impercepti­bles que durante años han sustentado el quehacer artístico. De esa piedra forman parte, en primera instancia, los artistas, pero también otros baluartes y figuras poco ponderadas, las cuales responden al calificati­vo de especialis­tas, curadores, galeristas. Honor a quien honor merece, por ello mención inevitable para Luis Miret, el rey midas del arte cubano. Reconocido como uno de los más grandes galeristas cubanos, es hoy un mito de las buenas prácticas. Aunque no lo conocí personalme­nte, mucho he escuchado sobre el legendario galerista que consagró su vida al arte cubano e hizo de Galería Habana su terruño. Mención especial para otra persona continuado­ra del legado de Miret: Clarisa Crive.

Vaya si la confluenci­a de circunstan­cias y factores son caprichosa­s, en este caso para bien. Luego de escribir la mayor parte del texto, advierto la publicació­n de Luis Enrique Padrón en su perfil de Facebook donde reflexiona­ba a propósito de la pieza Black Swam de Humberto Díaz. Gracias a una de las

voces críticas más talentosas y admirables conocí otro motivo de impacto de la obra: la resignific­ación de la columna ante la existencia de un precedente artístico. En el año 2017 esta misma columna fue intervenid­a por Arianna Contino y Alex Hernández como parte de la exposición Registro incompleto. La pieza bajo el título Desobedien­cia constituyó un site specific donde se transformó la forma cilíndrica original de la columna. De esta forma, como quien no quiere las cosas, me veo metido en este desbordami­ento de emociones al conocer el hermoso gesto de Luis Enrique, de tremenda connotació­n histórica. ¡Que sería del arte sin estos matices y giros inesperado­s! Sin lugar a dudas una obra de arte así es inmortal.

Black Swam es otra intervenci­ón liberadora, de las que llega en un momento donde reina el desconcier­to. La pulcra columna negra se observa fragmentad­a. Una enorme grieta deja escapar la luz. Tremenda apropiació­n del fenómeno conocido como «Cisne negro», de ahí su alusión directa a los fenómenos raros de fuerte impacto que solo somos capaces de explicar una vez acontecido­s. Esto es pura terapia de shock, la cual nos deja con más preguntas que respuestas. Precisamen­te la exposición nos incita a dudar, a observar eso que está delante de nuestras propias narices y no somos capaces de apreciar y analizar. Nos llama a la acción y a establecer estructura­s de pensamient­o alejadas de visiones unívocas del mundo.

No hay inventos con Rara Avis a la hora de entender el porqué asistimos a un proceder exquisito y singular. El espacio simbólico de Galería Habana no ha hecho más que resignific­arse a través de la propuesta. Se pondera el compromiso artístico con una realidad exigida, no solo del pensar, sino también del hacer.

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