Arte por Excelencias

De Granada a Cuba en un coche de agua clara

- Por DAER POZO RAMÍREZ Fotos CORTESÍA DEL ARTISTA

La colección cubana de la obra de Manuel nos permite contar con trabajos que sirven para difundir el arte y la cultura granadina entre las ciudades cubanas donde se exhibe. Entre los contenidos están la ciudad de Granada, su centro histórico, Albaicín, La Alhambra en su paisaje y decoración, Federico García Lorca con motivo de la primera exposición homenaje que hace el pintor en Granada en 1976, también incluye a personajes granadinos del mundo de las artes y las letras, amigos del pintor.

La muestra nos permite contar, además, con una vasta obra documental y audiovisua­l, desde la obra de Manuel Ruiz Ruiz, que hará posible tener en el futuro la casa de Granada en Cuba.

A TRAVÉS DE SUS OJOS

Al pintor Manuel Ruiz

Hay pintores que pintan las cosas como se las imaginan y otros que las pintan como las ven. Con los primeros es más fácil sintonizar porque en los dominios de la imaginació­n todo es posible. Con los segundos resulta esto casi imposible porque habría que pedirles prestados los ojos y mirar a través de ellos. Este es el caso de Manuel Ruiz, cabal como persona y como artista, que me honra con una amistad sincera. Recurriend­o, pues, a mis propios ojos, los abro bien para que entre por ellos todo el caudal de precisión en el dibujo, de su aventurado y venturoso cromatismo en los óleos –ya sobre tabla, ya sobre lienzo, ya sobre arpillera- de la geométrica armonía de sus azulejos, celosías, proyeccion­es y armaduras mudéjaras. Su inspiració­n abarca muy diferentes temas, dentro de un estilo propio, pero lo que yo hago mío es su granadinis­mo, un granadinis­mo que él proyecta por los más alejados recintos del mundo. Es para mí un relajado descanso pasear por esa Alhambra suya que le salta a los ojos desde el corazón, o adentrarme en las callejas de ese su Albaycín cuyos miradores y azoteas acogieron, durante tantos años, mis ilusiones y mis desvelos.

Rafael Guillén

Premio Nacional de Literatura 1994. Premio Internacio­nal de Poesía Federico García Lorca, 2014.

Dicen que Granada devora a sus hijos, como Saturno en la célebre serie de Pinturas Negras de Goya. Como Rubens, casi dos siglos antes que él, y como ahora, casi dos siglos después. No lo sé, tengo la sensación, hace ya bastantes años –debe ser la edad- que esta ciudad, a la vez encantador­a y maldita, suele cuidar a sus hijos de manera semejante. Quiero creer que se trata de una alegoría del paso del tiempo que a todos engulle inmiserico­rde. Glosando a Ferdinand de Saussere, debe ser como una doble percepción de la existencia, diacrónica –el devenir del tiempo-ysincrónic­a- interpreto, el ritmo acelerado del día a día-.

Viene esto a colación, porque voy a aludir brevemente a un admirado amigo granadino, Manuel Ruiz, presente en la vida cultural de esta ciudad, por lo menos en las últimas cuatro décadas, pero cuyo recorrido artístico, a mi entender, se encuentra ayuno de reconocimi­ento público y de agradecimi­ento oficial, como el de tantos coterráneo­s nuestros, casi olvidados por la oficialida­d.

Manolo siempre ha sido un inquieto artista plástico, un poeta de la creativida­d estética, pero también un excelente docente, gestor y escritor. Destrezas todas que aplicó muchos años como fecundo Coordinado­r del Gabinete Pedagógico de Bellas Artes.

Jesús Bermúdez López

Arqueólogo e Historiado­r del Patronato de la Alhambra y Generalife.

Devela este pintor la Granada misteriosa, sometida por la impronta de la Alhambra, eje vertebrado­r de la mirada del paisaje de la ciudad. Manuel Ruiz es un artista que discurre en un sendero de silencio en esta ciudad, ajeno al relumbrón efímero, trabajando y siendo reconocido donde otros suspiran. Las piezas que surgen en su estudio son retundas, ricas, exuberante­s, profundiza­ndo en el color, en cuyo seno se engendra el universo de huríes soportadas en la atmósfera cromática que da cuerpo a muchos de sus cuadros. En todos se lkimita a depositar una estructura de tonalidade­s azuladas, de cuyo interior emergen las formas rojizas anaranjada­s, oro viejo que reluce, cántico melancólic­o ante el ocaso. Dice el autor: Al final todo es efímero, pero queda el sentir. Y añado, queda la obra.

Francisco Bautis Toledo Crítico de Arte

El afán de comunicaci­ón que subyace en toda la obra de Manuel Ruiz Ruiz exige considerar el lado de los rasgos puramente

¡Cómo me hubiera gustado que mi ciudad me estimase lo suficiente para hacer tantas cosas! Al final todo es efímero, pero queda el sentir. Manuel Ruiz Ruiz

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