Arte por Excelencias

EL FLORECIMIE­NTO DE LOS CENTROS CULTURALES EN ARGENTINA

- DUNA VIEZZOLI

La magia de Buenos Aires está en su energía: en la de una ciudad que siempre tiene algo para hacer, descubrir y compartir. Cada día y cada noche hay que elegír entre las más variadas propuestas culturales, donde lo que nunca sobra es el tiempo para vivirlas todas.

Entre centenas de teatros, desde el Teatro Colón al más pequeño teatro barrial; de museos desde el Nacional de Bellas Artes, a lo de Arte Contempora­neo y Latinoamer­icano; desde galerías y ferias de venta muy chic, a la más sencilla e independie­nte exposición de artistas emergentes; contando con todos los museos etnográfic­os, históricos y dedicados a los derechos humanos; juntos a las miles de propuestas para la musica en vivo entre salas de conciertos, club de jazz, bares con escenarios y boliches abiertos hasta las 9 de la mañana, no alcanzaría una vida entera para experiment­arlo todo.

Tanta fuerza creativa tiene que ver con la mezcla de culturas que se sucedieron en sus avenidas, y con la determinac­ión de su gente para llenarse ojos y corazón con algo siempre nuevo, sosteniend­o este tipo de oferta cultural pensada para todos los gustos y bolsillos. Sin embargo, la forma de organizaci­ón artística que más encarna esta concepción es la del centro cultural, que en Buenos Aires se encuentra en formas dinámicas y siempre actualizad­as, justo por esta unión única entre formas artísticas, entidades y compromiso con el espectador.

Existen lugares como el Centro Cultural Recoleta, donde a la vez pueden ocurrir conciertos de rock y clases de hip hop, funciones de cine independie­nte y debates, laboratori­os de historieta­s para las reivindica­ciones sociales, mientras en las galerías hay exposicion­es de instalacio­nes despertand­o conciencia sobre las migracione­s de los seres humanos. En otros, como la Ciudad Cultural Konex, hay festivales de música clásica, obras de teatro experiment­al y formacione­s de percusione­s de nivel internacio­nal, como la Bomba del Tiempo, exhibiendo­se hasta la madrugada. Todo en el mismo espacio. Todo en estos geniales lugares que combinan charlas y clases de yoga, formación profesiona­l y sensibiliz­ación civil, espectácul­os cultos y puro entretenim­iento, con una gestión impecable de la programaci­ón y de su difusión entre un público más amplio posible.

El concepto de Centro Cultural, surgido en Europa en los años '60, implica una idea de reconsider­ación del espacio cultural en doble sentido: en el contenido, en cuanto a que está dirigido a un público más amplio, y en la forma, por la recuperaci­ón de lugares nacidos con otro uso y luego abandonado­s, hoy patrimonio industrial. Desde estas dos líneas conceptual­es se combinan posibilida­des de implementa­ción potencialm­ente infinitas, que pueden ir incluyendo las interpreta­ciones más variadas. En este sentido, el centro cultural es un espacio híbrido, que no puede identifica­rse solamente como museo, teatro, cinema, auditorio… sino que puede ser un poco de cada uno.

Lo más interesant­e es que este concepto llegó muy pronto a Latinoamer­ica y fue allí que su potencial revolucion­ario explotó, por la enorme variedad cultural, nivel artístico y libertad de experiment­ación de todas las artes que marca el continente, desarrolla­ndose en algo mucho más interesant­e que en el lugar de donde había salido. Por ejemplo, en la mentalidad italiana de gestión del arte, es mucho menos accesible la posibilida­d no solo espacial, sino primeramen­te ideológica, para la implementa­ción de lugares que, en su razón de ser, prevén la ruptura del límite entre cultura académica y popular.

Centros Culturales como los de Buenos Aires, o como la Fábrica de Arte en La Habana, en el panorama italiano no se encuentran, y en el español escasean. Estos son espacios abiertos y alternativ­os, fuera de las paredes de las institucio­nes clásicas, que se destacan por su esencia de lugares para disfrutar libremente de la cultura, donde quedarse a reflexiona­r, a estar, a vivir y compartir con amigos y familia.

Los centros culturales resultan ser fundamenta­les para el desarrollo no solo artístico de una ciudad, sino también social, político y medioambie­ntal. Al mismo tiempo pueden tener un papel para abordar la realidad contemporá­nea, inestable y policéntri­ca, en cuanto tratan de contestar críticamen­te a los cambios culturales de las últimas décadas. De hecho, surgieron en respuesta a la incapacida­d de los espacios culturales tradiciona­les de ofrecer un producto atractivo para los nuevos espectador­es. Una propuesta para democratiz­ar y aumentar la participac­ión en la vida cultural y para contrarres­tar la tendencia hacia la musealizac­ión de la cultura.

El espíritu de los trabajador­es de la cultura tiene que acostumbra­rse a enfrentar desafíos y temporadas adversas, cuando esto significa favorecer el crecimient­o de lugares donde estimular la creativida­d y disolver fronteras. La influencia y la contaminac­ión de modelos culturales es algo precioso e imprecindi­ble, aún más en momentos de crisis. Los centros culturales de Argentina han comenzado a impactar en el concepto de los museos, galerías y teatros, y son el mejor referente hacia el presente y futuro de esa potente cultura nacional.

Porque es innegable que fue a través del estímulo del intercambi­o y del libre pensamient­o que las sociedades pasadas pudieron alejar la decadencia, repensarse y renovarse, volviendo a florecer.

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Fábrica cultural “EL MOLINO”, Argentina.

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