Arte por Excelencias

Alegrias liricas de una viuda holguinera

- Por ERIA PEÑA PUPO Foto WILKER LÓPEZ

El estreno por el eatro Lírico Rodrigo rats lguín de La iuda legre –famosa pereta e tres actos, con sica el compositor austrohúng­aro Franz Lehár y libreto a partir el orig al alemán de Victor éon Leo Stein, ado en L' taché d'ambassade (1861) e nri Meil e uno de acontecimi­entos antes de a escena lírica ubana de os últim ños. omo lo es La cle ncia de Tit “ópera eria” 179 a eus Mozart, por el eatro Lírico Nacional. La iuda legre es lo que pod os lla r un e o pesa n la ompañía, una ieza ológica en su re rtorio. Su rimera ersión fue strena n 971 –asegura en un libro inéd o, l investig or ntér ete rranz–, y siguió toda a década repertorio, hasta 1988. En 979 fue calificada co un to indudable”en la resentació­n realizada en a la cía Lorc de Gran eatro de a Habana. Entonces la Orque ta a dirigió, unto afabio a da, el ropio maestro Rodr - go rats, un de los autores más nt nue tro teatro írico, unto a rnesto ecuona onzalo oig. Esta sperada puesta tuvo su streno n jo ultura atro Eddy Suñol, con otivo de 8 ani sario de sta importante nstitución olguiner joy de art decó ano. e ha presentado, además, n va as ocasione en l mismo escenario; uvo un ra acio nal qu evó al írico a Matanzas a Haba los prim es del 020. evarla a escena s rt na tradic ón consabida, que e rememorar la actuacio nes de am d como onde Danilo o de áyade Pro za y uisa Clark como la viuda na Gl ar s revivir y sta insuflarle cierta conte oranei d una obra que e caracteriz­a por una tr disp rat a, divertida, ada en enredos y peripecia or momen s insulsa, omo cualquier telenovela turno: na joven vi a, Ana de Glavary, ha heredado ar ll nes, er de asarse con un parisino fortuna aban nará Pontenegro, creando la ruina nacional, por lo q , alentados por el barón Mirko Zeta, mbajad de e fictici país en París, varios pontenegri­no la educ . Pero ll le nteresa una antigua pasión onde Danilo anilovitsc­h, uien ura de qu e casa con Ana por u fortuna, ino por amor.

Frívola, puede ser. Cargada de inverosimi­litud, también. De por sí la opereta es un género musical animado y peculiar, caracteriz­ado por contar con una trama inverosími­l y disparatad­a, a partir de diálogos hablados y canciones entre las que se intercalan historias, géneros y bailes como la zarzuela o el cancán (como sucede en la propia La

viuda alegre). Se desarrolló en París primero y en Viena, Austria, después, a lo largo del siglo XIX. La viuda alegre, estrenada en 1905, no deja de caracteriz­arse por estos rasgos.

La puesta holguinera, con dirección general de María Dolores Rodríguez y artística de Abel Carballosa, respetó la obra original, su concepción escénica, la trama que desarrolla, la propia hilaridad que la peculiariz­a, aunque matizando varios parlamento­s. Más allá de revisitar el género, lo homenajeó, tratando de cuidar los detalles. ¿Cómo hacer que una obra como La viuda alegre, creada para el gusto y la diversión del público vienés de 1905, pueda interesar a los espectador­es contemporá­neos en Cuba? En ello interviene –más allá de La viuda como obra de arte, como opereta clásica llevada a escena y grabada muchísimas veces en varias partes del mundo– la dirección artística, la puesta en escena, la espectacul­aridad que de por sí porta la pieza, lo atractivo que llega a ser el desenvolvi­miento dramático, la calidad de las actuacione­s… No es una típica zarzuela, una gran ópera, sino un divertimen­to operístico, con una historia que, en su esencia, puede ser bien contemporá­nea, cotidiana, pero que no por eso deja de ser vodevilesc­a, superficia­l, palaciega, casi trivial.

El Rodrigo Prats se ha caracteriz­ado por las excelentes voces de sus intérprete­s, los más jóvenes salidos de las aulas de la Filial de Canto en la Universida­d de las Artes en Holguín. Esta puesta tuvo en el escenario a artistas jóvenes junto a voces consagrada­s de la compañía. Los intérprete­s de La viuda alegre combinaron la actuacione­s –algunos, claro está, mucho mejor que otros– con el dominio de sus voces. Si algo pudiéramos recomendar en esta parte de La viuda

alegre holguinera, es, sobre todo, cuidar algunos detalles relacionad­os con la actuación, con el dominio escénico tan necesario en sus intérprete­s; todo ello

para el bien de una obra que de la puesta requiere de pleno dominio y versatilid­ad sobre el escenario, a la par del desparpajo, la futilidad, de una historia que corre el riesgo, con sus enrevesado­s vericuetos, de aburrir un poco. Y aburrir –lo sabemos muy bien– es todo lo contrario que se ha propuesto el Lírico de Holguín; por eso la dirección artística de Abel Carballosa y la dirección coreográfi­ca de Alejandro Millán han insistido tanto en el dinamismo y la contempora­neidad.

Por otra parte, el “empaque” es visualment­e atractivo, sugerente, uno de los grandes logros de la puesta, remitiéndo­nos al París de plena belle époque. Alejandro de la Torre realizó el diseño de vestuario y escenograf­ía cuidando los más pequeños detalles de manera casi artesanal. Cada traje, especialme­nte los de la viuda, fueron trabajados velando las telas y la pedrería, los cambios de las modas de la época… La embajada de

Pontenegro en París, y la mansión de la viuda, con su jardín cómplice de infidelida­des y rejuegos, adquieren una verosimili­tud –dentro del género, claro– que el público agradece.

Es necesario subrayar también el trabajo coreográfi­co de Millán al frente del ballet del Lírico, la dirección coral de Damaris Hernández –vemos incluso al coro incorporar­se a las coreografí­as–, y la dirección musical de Oreste Saavedra, al frente de la Orquesta de Cámara de Holguín y músicos invitados, interpreta­ndo en vivo desde el foso del teatro.

La viuda alegre, del Teatro Lírico Rodrigo Prats de Holguín, es una pieza ambiciosa y necesaria por más de una cuestión: rescata una obra antológica no solo del mundo de las operetas, sino del repertorio de una compañía que celebra, precisamen­te con esta puesta, el 58 aniversari­o de su fundación. Porque la devuelve para un público que añora los años de esplendor del Lírico y que vio esta puesta, pero también para los espectador­es jóvenes, ávidos no solo de teatro lírico, sino de teatro en sentido general. Porque pone sobre el escenario a consagrado­s y noveles, incluso estudiante­s, para el bien de una obra que busca ser contem- poránea, pero sin dejar de tributar al clásico; por el cuidado detalle en el diseño de vestuario y la escenograf­ía, cuestión que, a priori, el público se lleva en la retina. Porque La viuda alegre, incluso con los detalles o sugerencia­s que cualquiera puede indicarles, es un camino, un punto de crecimient­o esperado ansiosamen­te, una necesidad para la vida cultural de esta ciudad. En resumen: una obra que, por esperada, por darlo el Lírico de Holguín todo en ella, se manosea, se comenta de boca en boca, se piensa y, sin lugar a dudas, mucho se agradece.

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