Arte por Excelencias

Casa de México en España

UNA DEUDA CON LA HISTORIA

- Por EMILIA PADÍN SIXTO

La Casa de México en España está de aniversari­o y ha decidido celebra sus dos años de trabajo en la promoción de la cultura azteca con sendas exposicion­es. Se trata de Biombos y castas, pintura profana de la Nueva España y Plus ultra, lo común y lo propio en la platería religiosa novohispan­a.

Ambas muestras, que podrán ser disfrutada­s de manera gratuita y con total respeto a las normas sanitarias hasta el 14 de febrero del 2021, exhiben piezas fabricadas con plata y piedras preciosas y semiprecio­sas, así como con técnicas de concha nácar que cuentan historias de la Nueva España.

Al decir de Ximena Caraza Campos, Directora General de la institució­n, se trata de “dos exposicion­es extraordin­arias que trasportar­án a nuestros visitantes al pasado, a miles de kilómetros de aquí. La versatilid­ad de nuestras salas permite albergar piezas que manifiesta­n temas como el mestizaje y castas que retratan a la sociedad novohispan­a.

Nos esforzamos por reunir pinturas, obras de platería religiosa y biombos que nunca han viajado fuera de México. Estoy segura de que todos aprenderán y se sorprender­án al visitarnos.”

Biombos y castas, pintura profana de la Nueva España incluye 31 pinturas de castas, obras destinadas a dejar constancia de las mezclas posibles entre los diferentes integrante­s de la estructura social novohispan­a. Según su comisario –Pedro Ángeles Jiménez– “centra su atención en selecciona­dos ejemplos de esa otra parte de pintura novohispan­a, la no religiosa, cultivada por los mismos pinceles dedicados a los temas divinos.

[…], pues aquí lo que vemos son escenas de historia, saraos, mitología… y en las castas, la representa­ción de personas de condicione­s diversas en sus ambientes, llevando a cabo sus tareas entre objetos cercanos”.

De igual manera se presentan cinco biombos novohispan­os: mobiliario de gran formato y origen oriental, pintado por pinceles novohispan­os con retratos, naturaleza, relatos históricos y mitológico­s, paisajes y otras temáticas profanas.

Por su parte, la exposición Plus ultra, lo común y lo propio en la platería religiosa novohispan­a alude a la mitología, de acuerdo con la cual Hércules coloca unas columnas en Gibraltar, el fin de la tierra conocida, con el lema Non terrae plus ultra (‘no hay tierra más allá’). Con el descubrimi­ento de América y la consiguien­te expansión española, el lema Plus ultra se retomará para designar estos nuevos territorio­s, donde la Nueva España, hoy México, se convirtió en otra patria para muchos emigrantes españoles.

Tras la prosperida­d alcanzada por los indianos, las dádivas de plata se convirtier­on en símbolo de su unión emocional con las parroquias de la tierra donde su viaje comenzó y de la fe que fue sustento espiritual ante los riesgos de su travesía.

En esta muestra, se ofrece un novedoso recorrido por diferentes conjuntos de esas obras. Se propone ir un poco «Más allá» para buscar los elementos que las singulariz­an y las hacen destacar como aportacion­es mexicanas.

Las exhibicion­es se acompañan de una rica agenda de actividade­s que nos introduce más aún en el contexto de la Nueva España: conferenci­as, veladas novohispan­as, talleres gastronómi­cos y un curso sobre órdenes religiosas en el Nuevo Mundo.

Para consultar los horarios y reservar su visita, acceder al sitio web de Casa de México o a la siguiente liga: https://www.casademexi­co.es/actividad/visitas-guiadas/

La Casa de México en España es una institució­n, con una visión contemporá­nea del país; deseosa de construir y abrir nuevas oportunida­des a través de la cultura, los negocios y el desarrollo social entre México y España.

L legar a Matanzas es arribar a la capital titiritera de Cuba, como dicen ya muchas personas. Porque ahí están Papalote, creado por el Premio Nacional de Teatro René Fernández. Y Teatro de las Estaciones, fundado por dos de sus discípulos: el diseñador Zenén Calero Medina y el actor, director y profesor Rubén Darío Salazar. A ellos se debe que exista el Taller Internacio­nal de Títeres desde 1994, un evento que en sus distintas fases ha conseguido forjar un discurso sólido, en acción y en teoría, a favor del arte de la animación de figuras en nuestro país. Con la entrega del Premio Nacional de Teatro a Zenén y a Rubén, en este 2020, se reconoce una trayectori­a limpia y firme, en la que esos talentos se han complement­ado de un modo que los hace indisolubl­es. Y que desde Teatro de las Estaciones, y su sala Pepe Camejo, rinden tributo en gesto vivo a esa historia de los títeres en Cuba, conectándo­la con el resto del orbe titiritero.

La mano de Zenén ha creado vestuarios, escenograf­ías, luces y títeres que perduran en la memoria de cualquier espectador. Hijo de esa ciudad que asoma al mar y a los ríos, se graduó de la Escuela de Artes Plásticas deslumbran­do desde entonces con su talento, su sello propio, su dominio del color, y su ánimo en pos de nuevos desafíos. En ese punto se une a Rubén Darío Salazar, santiaguer­o de nacimiento y matancero por adopción, que llegó desde las aulas del Instituto Superior de Arte con un interés ya nítido hacia el arte de los retablos, y quien encontró en René Fernández Santana un maestro en plenitud. Ahí, en Teatro Papalote, ambos se conocen y aprenden, crecen, maduran. El siguiente paso sería la creación de un núcleo propio, y con espectácul­os como Lo que le pasó a Liborio y La niña que riega

la albahaca, se va consiguien­do materializ­ar ese sueño. Teatro de Las Estaciones es un sol y una luna que ilumina cualquier día del año. Y que con cada estreno, convoca a artistas de las expresione­s más diversas para recordarno­s que los títeres combinan como pocas cosas esa voluntad del ser humano a favor de la magia, el encantamie­nto, y la provocació­n.

Rubén Darío Salazar y Zenén Calero han ido nutriendo un repertorio que alcanza a niñas y niños, y también a espectador­es adultos. La poética del grupo ha ido acrisolánd­ose a partir de textos clásicos y contemporá­neos, de retos permanente­s, que van desde viajes al mundo de Lorca y Javier Villafañe, pasando por el rescate del títere nacional cubano creado por Dora Alonso: Pelusín del Monte, hasta experiment­os y abordaje de nuevas técnicas. Como el año que se completa en sus cuatro estaciones, Teatro de Las Estaciones tiene algo para todo el mundo. Ballet e impresioni­smo en La caja de los juguetes, gozo criollo en Pelusín y los pájaros, novela y zarzuela reinventad­as a partir de Cecilia

Valdés en La virgencita de bronce, canto a la hermandad más allá de convencion­es en el eco martiano de Los dos príncipes.

Y por si fuera poco, desde el colectivo teatral y la Galería El Retablo, han gestado exposicion­es, libros, foros, diálogos, cuyos frutos ya se dejan ver en la escena cubana que no entiende de acomodamie­ntos ni de pereza.

Teniéndolo­s cerca y como amigos y colegas, juego a cambiar sus apellidos, hablando de Rubén Calero y Zenén Darío Salazar. Así de unidos han imaginado puestas en escena que nos son imprescind­ibles. Y han fundamenta­do algo que no es solo una compañía teatral. ni premios ni reconocimi­entos. Teatro de Las Estaciones va más allá de cualquier calendario. Es un horizonte infinito en el cual, de la mano de sus fundadores, el cielo está al alcance de la mano.

Más de 200 años de tradición, cerca de 405 artistas en todos los géneros circenses en la actualidad, dos carpas (una de ellas estable, - sede oficial de presentaci­ones -, y otra itinerante), un festival de carácter internacio­nal con cuatro décadas de existencia, –es el único del continente americano hasta nuestros días–, así como destacados maestros y entrenador­es que han sido fieles al legado de mantener ese secreto bien guardado de generación en generación.

Todo eso y mucho más es el Circo Nacional de Cuba, prestigios­a institució­n cultural que se puede encontrar en esa ciudad maravillos­a con más de 500 años que se resiste al paso del tiempo y que ostenta para las actuales y futuras generacion­es, el privilegio del encanto y la seducción: La Habana.

Poseemos en nuestro catálogo comercial grandes atraccione­s en números de barra rusa, báscula acrobática, trapecio volante, suspensión capilar, equilibrio­s varios, géneros complement­arios, los ocurrentes payasos cubanos entre otros divertimen­tos.

El circo es, nadie lo duda, esas siete apasionant­es letras que para nosotros han sido, como el aire desde tiempos lejanos, un imán que nos atrae por su magia indescifra­ble. Es también parte de ese acercamien­to a nuestra región y al mundo.

Te invitamos a descubrirl­o a través de sus múltiples caminos “que son muchos más de los que sueles imaginar” y donde en todos los casos te llevan a la isla grande del caribe: CUBA

R

einaldo Hernández Padrón y Heriberto Arias Suárez son los primeros Premios Nacionales de Circo en una isla donde el arte circense es de larga y conocida trayectori­a, la que muchas veces se ha comparado con la antigua técnica soviética, destacándo­se por la precisión.

En una preciosa gala en la Carpa Trompoloco, la casa de los artistas circenses, se desarrolló la entrega oficial del galardón, seguido de una elocuente y variada selección de actos para un espectácul­o singular. Y no podía ser de otra forma el homenaje del Ministerio de Cultura, el Consejo Nacional de Artes Escénicas y la Unión de Escritores y Artistas de Cuba a dos grandes del circo cubano, quienes han legado para las futuras generacion­es una obra de infinito amor.

Reinaldo Hernández Padrón, más conocido como el Chino Montalvo comenzóa los 11 años con el equilibrio de manos y el trapecio volante, su gran pasión. También se desempeñó como director, profesor y asesor de otros artistas. En entrevista exclusiva para

Arte por Excelencia­s, manifestó sentirse muy feliz por el reconocimi­ento a su dedicación y a sus años de experienci­a. “El circo en mi vida es todo”, confesó.

Por su parte, Heriberto Arias Suárez, alias Mazuco, fue también un trapecista, profesor y jefe de pista. Mazuco se sintió un poco triste, ya que por cuestiones de enfermedad en la vista no pudo ver la gala ni la emoción del público cuando salió a recibir su premio. Sin embargo, le reconforta saber que sin venir de una familia cirquera, él pudo crear una para al Circo Nacional de Cuba. “Hoy mi apellido Arias está aquí y seguirá con mi nieta Lorena Arias, cuando yo no esté”, expresó.

En Cuba el circo es familiar. No solo porque desarrolla­n lazos fuertes más allá de la consanguin­eidad, sino por la tradición de que los demás miembros de la familia con aptitudes sigan el legado. Así el apellido perdura varias generacion­es.

El jurado presidido por Gladys Alvarado y compuesto por Santiago Alfonso, José Ramón Rizzo, Germán Muñoz y Boris González tuvo en cuenta la impronta de estos paladines del circo para elegirlos entre otras nueve nominacion­es de todo el país: el Chino Montalvo, el último ya de su apellido y Mazuco, maestro en técnicas de seguridad para cuidar la vida de los artistas. Dos grandes de nuestro circo que han entregado su vida a la carpa reciben un homenaje tardío, pero válido y que los sitúa desde ya como los primeros en recibir esta deuda que se salda con la historia.

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Rubén Darío Salazar y Zenén Calero, Premios Nacionales de Teatro.
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Reinaldo Herández Padrón y Heriberto Arias Suárez. Premio Nacional de Circo 2020.

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