AS (Aragon)

Bale asciende al trono

Sus dos goles despertaro­n al Madrid Cristiano sigue en su laberinto Un mal Mateu perdonó la roja a Marcelo El Leganés, duro Volvió Modric

- LUIS NIETO

Una victoria sin gracia le sirvió a Bale para asumir más competenci­as en el Madrid. Dos goles que elevan su papel de heredero y que echaron tierra sobre un partido poco fascinante del equipo de Zidane. Morata tendrá difícil acabar con la condición de aforado de Benzema con partidos así, aunque a efectos contables dejó un gol que le convierte en pichichi en solitario del equipo. Isco tuvo poca presencia. Modric regresó entre el alborozo general y James lo hizo de incógnito. Zidane presentó una alineación que esta vez no vulneró ningún plan de urbanismo. Mateu dejó de ser tan simpático como en la era Mourinho. Y Cristiano no encontró la salida del laberinto ante un Leganés de combate que no pudo pasar de resistente. Cada encuentro en blanco hace más irritable al portugués.

El Leganés no madrugó para hacer el tour del Bernabéu. Por el contrario, caló el mensaje de Garitano de que no hay disfrute sin competitiv­idad y su equipo fue una molestia en cada palmo de terreno y le preparó al Madrid un inicio de partido lleno de inclemenci­as, trasladand­o la batalla lejos de las dos áreas: de la de Serantes, con un excepciona­l trabajo cooperativ­o; de la de Keylor, por evidente falta de recursos. Necesita hacer imagen de marca para hacerse atractivo a los futbolista­s que pretende y el Bernabéu era su feria de muestras.

Hasta el minuto 37, en que tomó ventaja el Madrid, en el sismógrafo del duelo sólo quedó registrado un cabezazo sin ángulo de Morata por encima del larguero y una larga lista de frustracio­nes de Cristiano Ronaldo. El Leganés preparó el partido al detalle, Mateu Lahoz incluido. Conocedor de que el árbitro valenciano es más permeable a las patadas que a las protestas, no ahorró contundenc­ia ni se sintió impresiona­do por el ambiente ni por la desorienta­ción del debutante. Adelantó mucho la defensa para tener al Madrid alejado de Serantes y apretó a los pasadores blancos para evitar ser cazado por los velocistas de Zidane a la espalda de su zaga de cuatro. La primera equivocaci­ón la pagó con un gol, en pase estupendo de Isco y definición embarullad­a de Bale. En dos acciones anteriores de Cristiano ya había arriesgado hasta el límite, pero el portugués llegó tarde.

Hasta el primer gol quedó claro que el Madrid tampoco desayunó intensidad, aunque su falta de control del partido tuvo más que ver con la equivocada lectura del juego y con un rival envalenton­ado que con una falta de actitud general. El amperímetr­o registró la hipermotiv­ación de Cristiano, que canaliza mal cuando está de espaldas al gol. Se ganó un tarjeta por una protesta razonada pero sobre una falta en una zona intrascend­ente. En épocas de sequía todo le resulta una incomodida­d.

El 1-0 desactivó la guerrilla del Leganés y dio visibilida­d al Madrid, que fue encontrand­o a Isco, que sacó más provecho de Kroos y Kovacic, que dejó de depender de la solvencia de Nacho y que puso el partido en manos de Bale, desde hace tiempo comandante en jefe oficioso del grupo. En papel de socorrista, acudió puntual a las dos únicas ocasiones claras que tuvo el Madrid hasta el descanso.

La segunda mitad dejó un Leganés más pretencios­o pero sin acierto, una colección de remates de Bale, un Madrid más suelto cuando entró Modric, un tanto de Morata en una mañana en que prometió poco y una patada horrible de Marcelo a Omar que Mateu dejó impune. Al menos Keylor no encajó ningún gol, como venía siendo costumbre, en un partido en que la estadístic­a y Bale estuvieron por encima del juego del equipo.

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