AS (Aragon)

Aspas honró a Wembley

Su salida le dio la vuelta a España La Selección empató, con un gol de Isco, en un final furioso tras un mal partido Inglaterra se quedó sin gas

- LUIS NIETO

En un partido con dos perspectiv­as, España evitó de milagro un sopapo en Wembley. Inglaterra y el debutante Iago Aspas se tomaron aquello como una oportunida­d. El resto de la Selección, durante demasiado tiempo, casi como una molestia. La actitud lo determinó todo en el encuentro. Inglaterra entendió el partido como un punto en el que apoyar su reconstruc­ción, el inicio de una nueva era. España, como la parte menos noble de la semana FIFA, aunque la carga final, liderada por el debutante y con la compañía de los reservista­s, le sirviera para salir vivo del trance.

Con Aspas empezó todo. Lo primero que recordará de su debut es el segundo gol inglés, que pareció darle carpetazo al caso. Lo último, seis minutos de furia colectiva de un equipo que acudió a su toque de corneta para poner a salvo su buen nombre.

No hay tratado de amistad aplicable a Wembley. España recibió la confirmaci­ón en un partido bravo, extremo en muchas ocasiones, jugado al límite del físico y de la ley. Un combate por la reputación sin otra cosa que repartirse. Lo bueno de los duelos sin puntos es que en lugar de traumas dejan enseñanzas. La de Wembley es que el ensayo clínico, una defensa con tres centrales, aunque dos de ellos (Azpilicuet­a y Nacho) con velocidad de laterales, se viene abajo ante un adversario armado con cohetes.

En el mejor plató posible y ante un enemigo de primera fila, de los que cargan de autoridad en caso de victoria, Inglaterra se preguntó dónde diablos ha estado en los últimos cincuenta años. En ese medio siglo pocas veces jugó como ante España, con fiereza, método, conocimien­to del rival y hambre. Fue un dolor de muelas, incluso cuando perdió a Lallana, que ocupa el papel jerárquico del que ha comenzado a bajarse Rooney.

España entró en el partido de nalgas. Una patada criminal de Vardy a Azpilicuet­a, en la que el colegiado miró hacia otro lado, le advirtió a la Selección de que allí iban a quemarse muchas calorías. Poco después, se vio por debajo en el marcador, cuando Vardy le encontró la espalda a Íñigo Martínez y Reina tuvo que mandarle al suelo. Gol de Lallana y el principio de un calvario.

Lo entendió Lopetegui, que había partido con Carvajal y Vitolo

como laterales de largo alcance y una zaga de tres con Azpilicuet­a, Íñigo Martínez y Nacho. Regresó a la defensa de cuatro ante la primera caída a la lona.

En desventaja y ante un adversario sobreexcit­ado España no tuvo en brazos de quién echarse. Southgate se aseguró de enjaular a Thiago y Busquets y le quitó la tracción a La Roja. No hubo noticias de Silva ni de Mata. Y menos aún de Aduriz, al que habían prometido otra cosa cuando le alistaron.

Enfrente, Southgate le echó cemento de verdad a una selección que se fue de Europa mucho antes que el referéndum del Brexit. Para coger seriedad hay que empezar por no ser una tragaperra­s, asegurar la frontera. Le cerró los caminos a España con un esfuerzo colectivo coordinado y se alargó con sus liebres, Walcott, Lingard y Sterling, que hicieron sufrir a la Selección, especialme­nte por los costados.

El gran cambio. No hubo tiempo al propósito de enmienda tras el descanso. Un cabezazo de Vardy fue el segundo azote, con Íñigo Martínez contemplan­do la escena. Otro revés para estropear el debut de Iago Aspas, que con el entusiasmo del debutante contribuyó a detener la hemorragia. Se ganó la medalla con su comportami­ento valiente en aquel Vietnam. Silva estrelló en Heaton una jugada montada en cadena por todo el ataque nacional, acción simbólica que determinó el cambio climático. Lopetegui siguió tirando del hilo de los cambios. Koke, Herrera, Isco, Morata, Nolito... Con cada entrada España fue arrimándos­e más a Heaton, en un despertar tardío, con los ingleses haciendo ya inventario, bien armados en torno a Henderson, un capitán de verdad, el centro del universo de los de Southgate.

Aquel cambio de tendencia lanzó en picado a España, que encontró en Isco el lanzador que no había sido Silva. Él puso firma, en el descuento, a la carga dirigida por Aspas, autor del golazo de la esperanza. Su temperamen­to recordó que Wembley, territorio sagrado, merece más devoción. Lopetegui ya tiene un fijo para su próxima lista.

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